Nacionalistas hindús apaleando a Mohammad Zubair, un musulmán que había salido a comprar dulces para sus hijos. (Reuters)
La capital india vive las jornadas más sangrientas en décadas, ante la complicidad de la policía y del gobierno con el nacionalismo hindú violento
El lunes, Mohammad Zubair, de 37 años, había comprado parathas y halwa (pan y dulces indios) para sus hijos antes de la oración de la tarde en una de las mezquitas de Chand Bagh, barrio noreste de Nueva Delhi (capital de India) cuando se topó con la turba. La zona había amanecido con escaramuzas entre radicales hindúes y manifestantes musulmanes, quienes desde hace meses habían bloqueado las calles del barrio en sentadas pacíficas contra las políticas discriminatorias del gobierno indio. Zubair quiso evitar a la multitud, pero una docena de hombres armados con palos y varas de aluminio se le abalanzó al grito de “¡Jai Shri Ram!” (¡gloria al dios Ram!).
Zubair fue golpeado hasta que la sangre cubrió su kurta blanco, como muestran las fotos del pulitzer indio Danish Siddiqui, testigo del apaleamiento. Fotos y vídeos documentan la saña con la que indios musulmanes han sido víctimas de la mayor oleada de violencia sectaria que se recuerda en Nueva Delhi; instigada por grupos nacionalistas hindúes amparados por el gobierno.
Como Zubair, más de 250 personas han sido heridas y otras 34 han resultado muertas después de tres días de batalla campal en la capital india, de cerca de 18 millones de habitantes. El despliegue de miles de agentes de la policía militarizada este miércoles ha traído una inquietante calma al noreste de Nueva Delhi. Antes, tres barrios musulmanes fueron testigos de los enfrentamientos entre sus residentes e hindúes radicales, que han atacado mezquitas, casas y negocios. Los vecinos acusan al partido del Primer Ministro Narendra Modi, el nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP), de instigar las reyertas. Al grito de “India para los hindúes”, las turbas coreaban ataques contra los musulmanes ante las cámaras y cánticos en favor de Modi.
Paramilitares en las calles
Un día antes de que estallase la violencia entre las dos principales comunidades religiosas indias, un político del BJP de Delhi lanzaba un ultimátum a la policía para que desalojase las protestas, amenazando con llamar a sus hombres, radicales del grupo hindú extremista Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS). Desde finales de 2019, centenares de residentes de la zona se manifiestan contra la enmienda a la ley de ciudadanía, que permite solicitar asilo en India a refugiados que no sean musulmanes.
Hasta entonces sin altercados, las protestas se convirtieron en una guerrilla urbana tras la arenga del político; por lo que el Tribunal Superior de Delhi ha pedido ese vídeo como prueba mientras su partido condenaba sus palabras. Pero este no es el único mensaje de odio del nacionalismo hindú. En las elecciones a la asamblea del Estado de Delhi, a comienzos de mes, miembros del partido de Modi incitaron a agredir a los concentrados, generando tiroteos en la capital india.
Las concentraciones contra las políticas del gobierno que han paralizado el noreste de Nueva Delhi desde hace meses no solo claman contra la ley de ciudadanía. Esta, por sí sola, no afecta a los musulmanes del país -14% de la población, unos 200 millones de indios-. Los concentrados critican un plan del gobierno para reducir el número de musulmanes del país mediante la combinación de dicha ley con el anunciado Registro Nacional de Ciudadanía (NRC), que obliga a que los ciudadanos acrediten residir en India por generaciones. Ambas medidas supondrían que millones de indios musulmanes serían apátridas ante la falta de documentos -el 74% de su población es analfabeta- y no podrían pedir asilo en el país, en base a la ley de ciudadanía.
Las protestas pacíficas en Delhi, de las más largas de la historia de la democracia india, son el primer gran movimiento de contestación contra el nacionalismo hindú de Modi. Si su primera legislatura estuvo guiada por la impunidad ante los linchamientos a musulmanes, su renovada mayoría absoluta tras las elecciones de 2019 ha acelerado su programa político-religioso. Así, la criticada ley de ciudadanía estuvo precedida por la no menos controvertida división de Cachemira -único Estado indio de mayoría musulmana, fronterizo con Pakistán- tras acabar con su autonomía especial. Entre medias, el gobierno también aplaudía la orden judicial de construir un templo hindú sobre los restos de una mezquita derribada por radicales hindúes en 1992.
La historia se repite 20 años después
La destrucción de la mezquita Babri de Ayodya por una multitud de hindúes radicales en los noventa, que originó la masacre de unas 2.000 personas, en su mayoría musulmanes, guarda inquietantes similitudes con el caos vivido en la capital india. Este martes, al igual que hace veinte años, nacionalistas hindúes saquearon mezquitas al noreste de Delhi para subir al minarete y desplegar una bandera azafrán, el color del hinduismo. Como entonces, los testigos de las reyertas critican que las fuerzas de seguridad permitieron la violencia de los grupos radicales, mientras las plataformas de verificación de datos del país corroboran un vídeo en el que varios agentes obligan a un grupo de musulmanes heridos a cantar el himno del país mientras les golpean.
Testigos presenciales de la destrucción de la mezquita de Ayodhya documentaron entonces la participación del BJP y del grupo RSS, como ahora los representantes del partido de Modi han llamado a la violencia mientras que miembros de RSS ejecutaban sus órdenes en las calles de Nueva Delhi. Durante los altercados más sangrientos en la capital del país, su Primer Ministro, sin embargo, ha mantenido silencio; coincidiendo con la visita a India del presidente estadounidense, Donald Trump.
Solo el miércoles, después de tres días de violencia sectaria, Narendra Modi se pronunció sobre la violencia entre las dos principales comunidades religiosas del país. “La paz y la armonía son valores centrales de nuestra filosofía. Llamo a mis hermanos y hermanas de Delhi a que mantengan la paz y la fraternidad en todo momento”, escribió en la red social Twitter; lo único que quizá haya cambiado en el tradicional nacionalismo hindú de India desde hace veinte años.