Los Guardianes de la Revolución ganan puntos al presentarse como defensa frente al Estado Islámico
La barbarie del autodenominado Estado Islámico (EI) se ha convertido en una baza para los Guardianes de la Revolución de Irán (Pasdarán), el ejército paralelo establecido por el fundador de la República Islámica, el ayatolá Jomeini, para contrarrestar el peso de las Fuerzas Armadas convencionales. En los últimos años, los Guardianes han aumentado su influencia en Oriente Próximo a través del apoyo a las comunidades chiíes. Por un lado, su ayuda al Ejército y las milicias chiíes de Irak, les permite presentarse como primera línea de resistencia frente al yihadismo. Por otro, está contribuyendo a mejorar su imagen interior, muy dañada por su papel en la represión de las protestas postelectorales de 2009.
Tanto los Pasdarán como los responsables de Hezbolá ya reconocen abiertamente su colaboración militar e, incluso, actúan juntos en las operaciones de Siria. De hecho, el pasado 18 de enero, un bombardeo israelí mató al general iraní Mohamad Ali Alahdadi junto a seis miembros de la milicia libanesa cerca de los Altos de Golán. “En la actualidad, las fronteras de Irán se extienden por un lado hasta Yemen y por otro lado hasta la costa mediterránea”, ha llegado a declarar Ali Saeedi, el representante del líder supremo en los Guardianes.
En Irak y Siria, los portavoces oficiales sólo admiten la presencia de consejeros militares, pero muchos observadores estiman que los miembros de la Fuerza Qods han tenido un papel activo en apoyar al régimen de Damasco y a las milicias chiíes iraquíes. La Fuerza Qods, que la Unión Europea sancionó en 2011 por ayudar a Damasco, es el brazo para operaciones exteriores de los Guardianes.
Frente al recelo internacional que vienen despertando esas intervenciones, la barbarie de las huestes de EI se ha convertido en la mejor baza de los Pasdarán. No sólo su respaldo al Ejército iraquí y las milicias chiíes es cada día más evidente, sino que les está permitiendo recomponer su imagen dentro de Irán.
“De no ser por la intervención de los Pasdarán, el EI ya habría ocupado Bagdad”, defiende Ahmad, un ingeniero de petróleo y miembro del Basij (la milicia de voluntarios islámicos).
Para muchos iraníes, el extremismo violento de los yihadistas ha legitimado la acción de los Guardianes fuera del país.
“Si no frenan el avance del EI, también nosotros estaremos en peligro”, asegura Maryam, una socióloga que se muestra está a favor de la intervención de los Pasdarán en Irak y Siria.
En ese clima favorable, los medios locales han empezado a informar sobre las actividades del general Qasem Soleimani, el jefe de la Fuerza Qods. En un gesto inusual en Irán, durante el aniversario de la revolución el pasado febrero, le dedicaron una canción que lo presenta como liberador de los países musulmanes del dominio de los yihadistas.
Algunos observadores apuntan que la implicación de los Pasdarán en operaciones terrestres en Irak favorece a la coalición que dirige EE UU. Sin embargo, a largo plazo se confía en que garantice la influencia iraní en el país vecino, siguiendo un modelo probado con éxito en Siria. En última instancia, aumentará el peso de los poderosos Guardianes de la Revolución en los asuntos regionales.