«¿Quién se va a apuntar? Mientras sus compañeros se van a casa, los matriculados tienen una hora más de clase», lamenta el profesorado
La asignatura de Religión agoniza en los institutos asturianos. La legislación actual (LOMLOE) ha dejado marginada la materia en el Bachillerato a la séptima hora, fuera del horario lectivo, como una «extraescolar». Esto significa que mientras los matriculados tienen que quedarse una hora más en el centros, los demás se van a sus casas. «En estas condiciones y siendo adolescentes, ¿quién se va a apuntar», se quejan los profesores de la materia en la pública, que han visto cómo, desde la entrada de la reforma educativa, las aulas se vacían. «No hay prácticamente alumnos. Los grupos que hay en Asturias son ínfimos», denuncia Alfredo Mieres, delegado de ANPE del profesorado de Religión. Que aún así haya todavía matrículas, apunta USO, es un hecho «heroico».
Como consecuencia de la escasez de alumnado, los docentes se enfrentan a una seria reducción de sus jornadas. «El curso que viene la mitad de los docentes quedarán a media jornada», advierte ANPE. USO cifra ya la pérdida de horas desde la aplicación de la nueva ley en «un 40%». Y la Consejería de Educación del Principado, critican los sindicatos, lejos de ayudar, ponen más piedras en el camino. «El pasado curso se presentó una demanda en la que se pedía la invalidez del tratamiento horario que marcaba la directriz de la Consejería. El TSJA falló que existía discriminación de esta materia, al dejarla al margen del periodo lectivo obligatorio común a todo el alumnado», explica Alfredo Mieres, de ANPE. Pero el Principado recurrió ante el Supremo, «manteniendo la discriminación».
«Entendemos que existe jurisprudencia suficiente para aplicar en firme la sentencia», defiende Gonzalo Menéndez Pelayo, secretario general de USO. «Se atenta –continúa– contra el derecho fundamental de familias y alumnado al elegir la asignatura en condiciones de desigualdad e inequidad. La no existencia de una alternativa supone que el alumnado que escoge la materia cierra su horario con una hora más. Y en los centros con transporte escolar, la discriminación es flagrante y excluyente al quedarse sin ese servicio».
Fernando Junceda es profesor de Religión en los institutos gijoneses Padre Feijóo y Mata Jove. Si el curso pasado tenía grupos de 1º y 2º de Bachiller, además de un nocturno, este septiembre se quedó con cero estudiantes. «Es normal. Siendo a séptima hora y viendo que los demás se van para casa, ¿quién va a coger Religión? Nadie. De cogerla serían mártires del conocimiento», dice. Detrás de todo ello, sostiene, no hay otra intención que «acabar con la asignatura de forma intencionada». «El siguiente paso será no aceptar los grupos pequeños de alumnos. Porque el problema no es exclusivo de Bachillerato. En Secundaria –etapa en la que Religión no cuenta para nota ni tiene materia espejo desde la entrada de la LOMLOE– se imparte dentro del horario escolar, pero los que no la cursan tienen ‘atención educativa’. Eso en la práctica no es nada y los chavales acaban saliendo al patio a jugar», protesta. Un chaval de la ESO, ¿qué prefiere: clase o patio?
María Jesús Cuende, docente en los institutos de Nava y de Infiesto, resiste con alumnos en Bachillerato, pero a base de «hacer fuerza». «Había que darles un caramelo a todos los que vienen, porque teniéndola a séptima hora… Lo que están haciendo con la materia es una barbaridad», opina. Aún conservando grupos de estudiantes en primero y segundo de Bachillerato, sufre el bajón de matrículas. «Antes de la LOMLOE, tenía 54 alumnos. Ahora, son 20, y ya son muchos. Tengo compañeros que están quedando a media jornada», se queja. Esta profesora da más números: en el año 2000, cuando empezó a dar clases, había 106 docentes titulares de Religión en Secundaria; hoy son 53. «Y para seguir cayendo», apunta.