Después de ser conducida a Mosul, Abdullah dice que la mantuvieron en un edificio con otras 500 mujeres yezidíes antes de ser trasladada a otro bloque.
En un cálido día de la semana, Hilwa Ibrahim, de 50 años, estaba sentada pacientemente junto a otras mujeres yezidíes en la oficina de la ONG Organización Emma para el Desarrollo Humano, en la ciudad de Sharya, a unos 15 kilómetros al sur de Duhok.
Vestida con una prenda completa de color morado oscuro y sandalias, y un hijab azul claro, esbozó una sonrisa y entró en la sala. Su aspecto cansado y envejecido indicaba el calvario al que había sobrevivido.
“Mi marido fue asesinado por ISIS”, fueron las primeras palabras que pronunció.
Recordaba el mes de agosto de 2014, cuando ISIS arrasó el distrito de Sinjar (Shengal), de mayoría yezidí, en el norte de Irak, de donde ella es originaria, lanzando lo que se ha descrito como un genocidio contra la minoría étnico-religiosa yezidí de Irak.
En ese momento, Ibrahim y todos los miembros de su familia, junto con otras decenas de personas, fueron capturados y llevados a Tal Afar, a unos 50 kilómetros al este de Sinjar.
Ibrahim relató su historia, explicando cómo los secuestrados fueron separados por género, con los hombres asesinados, y las mujeres y niñas obligadas a la esclavitud sexual.
A ella la enviaron a lo que serían dos años y cuatro meses de cautiverio del ISIS, mientras que su marido fue asesinado a tiros.
“Ellos (ISIS) nos hicieron las peores cosas imaginables a las mujeres”, dijo Ibrahim a Al Jazeera, prefiriendo no entrar en detalles.
“A los chicos más jóvenes les arrebataron a sus padres, los adoctrinaron, los entrenaron para luchar y los obligaron a unirse a las filas del ISIS”, añadió.
Así es como su hijo Hamadi, que ahora tendría 23 años, acabó reclutado a la fuerza. Su hermano Sabry y su sobrino Daham también están desaparecidos. Como muchos otros yezidíes, no sabe si sus familiares están vivos o muertos.
“No tengo ningún alivio. Sigo buscando justicia”, dijo Ibrahim.
“Como supervivientes, no queremos que se nieguen nuestros derechos y los de nuestros seres queridos… Nos estamos muriendo por dentro al ver que no se hace nada”, agregó.
Ibrahim vive con sus siete hijos en una modesta vivienda en Sharya desde 2017. Otros yezidíes sobreviven en campamentos o asentamientos informales, repartidos por la región semiautónoma del Kurdistán iraquí.
“Nadie nos ha ayudado -se quejó Ibrahim-. Realmente no sé si algún día se me hará justicia”.
Falta de aplicación
El 1 de marzo del año pasado, el Parlamento iraquí ratificó la Ley de Supervivientes Yezidíes, que ofrece reparaciones a las mujeres yezidíes y a otras supervivientes de los crímenes del ISIS, incluyendo compensaciones económicas, rehabilitación, tratamiento médico y oportunidades económicas. Sin embargo, la legislación no se ha aplicado plenamente hasta la fecha, ni se han asignado fondos suficientes para apoyarla.
“No hay una voluntad real por parte del gobierno iraquí de aplicar la ley de forma efectiva”, dijo Bahar Ali, director y cofundador de la Organización Emma a Al Jazeera, señalando que, como el presupuesto federal de Irak aún no ha sido aprobado debido a que los políticos no se han puesto de acuerdo para formar un nuevo gobierno, la financiación no está asegurada.
Ali dijo que los únicos pasos que se habían dado hasta ahora eran el nombramiento del jefe de la Dirección de Asuntos de Supervivientes y la apertura de una oficina temporal en Mosul para acoger a este organismo.
“Retrasar o no aplicar la ley adecuadamente significa prolongar el trauma de los supervivientes y aumentar su desesperanza”, argumentó Ali, añadiendo que el efecto se siente ampliamente entre las víctimas yezidíes, que siguen sin tener acceso a empleos, oportunidades educativas y servicios.
Como organización de mujeres que trabaja para ayudar a los supervivientes yezidíes, Emma ha abogado por el procesamiento de los autores de los crímenes. También pidió la creación de un tribunal internacional para juzgar los crímenes cometidos por el ISIS.
Vendida tres veces
Eman Abdullah entró en el despacho de Emma con aspecto tranquilo y serio. La joven de 20 años tenía una mirada endurecida, señal de que iba a compartir detalles sobre el periodo más oscuro de su vida.
Abdullah estuvo cautiva del ISIS durante un año, luego de ser capturada en el verano de 2014.
“Entonces solo tenía 13 años y no sabía que podía existir tal brutalidad», dijo Abdullah a Al Jazeera. “Un grupo del ISIS me secuestró con seis miembros de mi familia y muchas otras personas; me metieron en el maletero de un coche: junto a mí estaba el cuerpo de un hombre decapitado”, recordó.
Después de ser conducida a Mosul, Abdullah dice que la mantuvieron en un edificio con otras 500 mujeres yezidíes antes de ser trasladada a otro bloque. Cuando el ISIS descubrió que su padre era policía, Abdullah dijo que la golpearon tan fuerte que todavía siente dolor por las heridas.
Abdullah explicó que los nombres de las mujeres y niñas solteras se escribían en un papel y se sacaban de una caja para repartirlos entre los combatientes del ISIS.
“Un hombre eligió a tres de nosotras. Vino a la habitación donde me pusieron, me ató las manos con una cuerda sobre la cama y me violó”, relató Abdullah. “Esa fue la primera vez que me casé a la fuerza con un miembro del ISIS”.
La entonces adolescente puntualizó que fue esclavizada durante cinco días antes de ser vendida en el mercado de esclavos del ISIS a otro combatiente, con el que estuvo tres días antes de ser revendida de nuevo.
“El tercer hombre del ISIS también me obligó a convertirme al Islam», recordó Abdullah. “Me aprendí de memoria 101 páginas del Corán para poder ser liberada”.
Finalmente, la Oficina de Rescate de Yezidíes Secuestrados (KYRO) pudo liberar a Abdullah y a otros miembros de la familia que habían sido capturados.
La familia residió en el campo de desplazados internos de Sharya durante siete años, y fue desplazada de nuevo el pasado junio. Ahora viven en una casa alquilada de tres habitaciones en Sharya.
Abdullah ha hecho un llamamiento activo a las autoridades federales iraquíes, al Gobierno Regional del Kurdistán, a las Naciones Unidas y a la comunidad internacional para que hagan justicia a los supervivientes yezidíes.
Se calcula que unas 7.000 mujeres y niñas yezidíes fueron víctimas de la campaña de secuestros, violaciones y esclavización del ISIS, y que más de 3.000 mujeres siguen desaparecidas.
Hasta ahora, sólo un miembro del ISIS ha sido condenado con cargos relacionados con el genocidio contra la minoría yezidí en un juicio penal en Alemania.
“Está claro para todo el mundo lo que necesitamos. Y sin embargo, por ocho años hemos visto inacción”, dijo Abdullah. “Todavía no hemos visto que se haga nada por nosotros, las víctimas del genocidio, que ha tenido un fuerte impacto en nuestras vidas, ya que cada uno de nosotros tiene al menos un familiar afectado”.