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«Ser libre te obliga a cuestionarte, a preguntar. Ser libre es incómodo».
«Lo mejor que tiene la mentira es que te ahorra el trabajo de ser libre. Ser libre supone esfuerzo, sacrificio. Ser libre te obliga a cuestionarte, a preguntar. Ser libre es incómodo», reflexiona el antropólogo Juan Luis Arsuaga en Conspiranoicos de La Sexta.
Filosofía en prime time, reflexiones que hacen pensar en horario de máxima audiencia. Aunque los conspiranoicos no las entenderán. Porque al profundo significado de cada palabra se le puede dar la vuelta como un calcetín.
De hecho, los conspiranoicos suelen intentar hacer creer que son ellos los únicos que llegan a cuestionarse situaciones que otros jamás se atreven. Incluso que son más listos que el resto.
Necesitamos creer. Todos necesitamos creer. Todos nos autoengañamos en alguno u otro momento. A menudo, para encontrar hilos de esperanza en las asfixias de la vida. Son las mentiras que llaman piadosas, las mentiras que reconfortan. El problema son las otras mentiras, las de los mercaderes del odio que empujan a personas a pensar que son libres cuando en realidad son sólo forman parte de un dócil rebaño manipulado.
¿Cómo diferenciar la libertad real de la libertad pervertida? Juan Luis Arsuaga dio en Conspiranoicos una prueba infalible para delatar la libertad ultraprocesada: «El obedecer consignas, la obediencia, produce eso que Nietzsche calificaba como ‘El calor del establo’. En el establo algunos se encuentran bien. Pero el ciudadano, no. Lo que tenemos que crear es una sociedad de ciudadanos libres. Que estén dispuestos a hacerse preguntas. El que es libre se hace preguntas, el que no es libre es dogmático«, remata Arsuaga.
En una sociedad repleta de predicadores que hablan mucho y escuchan poco, el antropólogo nos da una buena herramienta para reconocer a los trileros del embuste: desconfía de los vehementes implacables, confía en las personas que dudan. Que tienen más preguntas que respuestas.