Jesús de Nazaret es para GPO un simple ser humano, sin la menor connotación divina, un artesano de Nazareno, un individuo profundamente religioso, impregnado hasta el fondo de una mentalidad apocalíptica-escatológica y «ofuscado»
Cómo anuncié la semana pasada abordo hoy el comentario al ensayo de Gonzalo Puente Ojea (GPO) que aumenta considerablemente el volumen de su obra El mito de Cristo, 3ª edición, y que ocupa las pp. 81-135 de la obra. En mi opinión, este ensayo, cuyo origen está en 2011, fue concebido por GPO en principio como un resumen relativamente breve de su pensamiento –él no lo dice expresamente, pero yo así lo creo– sobre cuatro puntos fundamentales de los orígenes del cristianismo que había tratado en otras obras y que en esta ocasión complementa (los ordeno cronológicamente):
A. La verdadera figura de Jesús, el nazareno
B. La ideología teológica de sus primeros seguidores concentrados en la iglesia de Jerusalén
C. La interpretación paulina de Jesús
D. la misión de los evangelistas como difusores de la teología paulina.
Resumo con la brevedad que pueda el pensamiento de GPO sobre estos temas. Pero antes unos apuntes de método. GPO (pp. 82-87) expone y critica el método tradicional de la exégesis bíblica, sobre todo católica: “No ha alcanzado la inteligencia objetiva de los textos, pues carece del criterio de independencia de todo dogma y porque admite la obediencia a decisiones exegéticas de instancias jerárquicas” (pp. 82-83). La utilización por parte de la exégesis católica de los criterios de a) “tipo-antitipo” (ver en el Antiguo Testamento la prefiguración de lo que iba a suceder con Cristo); b)de la analogía de la fe: (todo los resultados de la exégesis deben integrarse en la “fe objetiva, una y total de la Iglesia”), y c) del criterio de literalidad (los documentos del Nuevo Testamento son intocables en su letra y en su orden tal como aparecen el corpus cristiano”), hace que esta exégesis sea inviable e inválida.
GPO critica ácidamente la hermenéutica existencial cristiana, protestante fundamentalmente, ligada a D. E. Schleiermacher, K. Barth, R. Bultmann y expuesta en sus líneas esenciales por H. G. Gadamer. Es un método aparentemente crítico, pero en el fondo se basa en una “fe del carbonero” (p. 122), distorsiona al Jesús histórico, por ejemplo, lo considera totalmente apolítico (p.121), y acaba regresando a la dogmática eclesiástica o bien “se despeña por la pendiente de los caprichos del subjetivismo fideísta” (p. 85). Para GPO no hay más que un método, el heurístico sano, la búsqueda crítica a través de los textos con buen sentido, sano razonamiento y atenta lectura. En lo que se refiere a Jesús de Nazaret, el principio básico del análisis fue expuesto por W. Heitmüller en 1913, pero practicado mucho antes: “Poseemos valor histórico en la tradición evangélica siempre que haya elementos en ella que no puedan ser conciliados con la creencia a la cual pertenece el material en su conjunto” (p. 86), es decir, el principio de dato contradictorio con la fe profesada. En cuanto a Pablo y el judeocristianismo, GPO opina que la fuente principal es también el Nuevo Testamento, más las noticias de Flavio Josefo y el mismo buen sentido crítico.
A. Jesús de Nazaret es para GPO un simple ser humano, sin la menor connotación divina, un artesano de Nazareno, un individuo profundamente religioso, impregnado hasta el fondo de una mentalidad apocalíptica-escatológica y “ofuscado” por el deseo intenso de la venida inmediata del reino de Dios en la tierra de Israel. Las pp. 92-93 están dedicadas a lo que “no fue Jesús”, a saber, no fue Hijo de Dios óntico, no vio los cielos abiertos en su bautismo, ni tampoco fue tentado por el Diablo en el desierto, no se transfiguró antes sus discípulos, no autorizó a pagar el tributo al César, no instituyó la eucaristía, nunca renunció a su mesianidad davídica y puramente judía, no resucitó (“fue un fenómeno fantasmagórico” p. 97) ni se apareció a sus discípulos.
GPO defiende, por ejemplo, contra Bultmann y otros, que sí se pueden conocer muchos más datos sobre Jesús que los mantenidos por él y su escuela, sobre todo sobre la personalidad de Jesús, por ejemplo, Jesús se creyó el mesías de Israel. Las pruebas se hallan en el análisis de textos, a veces no históricos, pero que dejan traslucir esa creencia: el relato mismo de las tentaciones; su relación con Juan Bautista; la incardinación en un mesianismo tradicional en los textos del “evangelio de la infancia” de Lc 1-2, las constantes persecuciones y acoso a Jesús por las autoridades; la precaución de explicar todo en parábolas no solo para aclarar sino también para protegerse; la confesión de Pedro en Mc 8,29-30; la confesión de “hijo de David” del ciego Bartimeo: Mc 10,46-52; la entrada triunfal en Jerusalén; el negarse a pagar el tributo al César; la perícopa sobre el origen del mesías en Mc 12,35-37; la respuesta de Jesús a Caifás de Mc 14,61-62; el interrogatorio de P. Pilato, la muerte en cruz como sedicioso, el títulus crucis (p.120).
GPO sigue fundamentalmente a H. Maccoby, Revolution in Judaea; S. G. F. Brandon, Jesus and the Zealots, A. Robertson, The Origins of Christianity y P. Winter, On the Trial of Jesus. Defiende así, por ejemplo, que Jesús tuvo una “ética urgente”, pero de contenido puramente tradicional judío, en la que destaca su amor incondicional por el enemigo privado (inimicus) y su odio total por el enemigo público (hostis): p. 125. Su concepción del reino de Dios fue también tradicional y puramente judía. Jesús no fue un estricto celota. La mejor comparación es con la figura de Gedeón, que con 300 hombres se enfrentó por orden divina a un ejército inmensamente superior. Jesús creía igualmente en la intervención divina para instaurar el Reino, por lo que no tenía un ejército organizado ni preparó ni siquiera un sistema de guerrillas, aunque no rehuyera la violencia si fuera necesario. GPO califica a Jesús de mesías interesado en la política, pero de “pura resistencia”. El milagro divino que iniciaría el Reino, como esperaba de acuerdo con el profeta Zacarías, iba a producirse en el Monte de Olivos…, pero el final fue el procesamiento, tras breve resistencia, la muerte y la huida de los discípulos. Jesús se equivocó o fracasó en su empresa. Albergó en su corazón su propio mito del reino de Dios…, pero era algo compartido con la inmensa mayoría de los judíos de su tiempo
B. El movimiento judeocristiano es abordado con menor amplitud en este ensayo de GPO, y lo hace sobre todo para compararlo con la doctrina paulina. En líneas generales lo define como continuador del pensamiento de Jesús, tal como se desarrolló en parte en la tradición oral. El judeocristianismo era algo así como una fe prepascual en Jesús (p. 93). Fueron ellos los transmisores del auténtico mesianismo de Jesús como rey, ungido, de Israel en sentido tradicional. No consideraron ni por un momento que Jesús fuera divino (GPO no hace caso a la cristología petrina de Jesús de Hch 2). El dirigente del movimiento fue “Santiago el justo”, gran celador de la Ley, protegido por Gamaliel y el fariseísmo piadoso. Sin embargo, GPO sostiene que tras la destrucción de Jerusalén este grupo dejó de tener fuerza en el conjunto de seguidores de Jesús y –por causas inexplicadas por GPO- fueron expulsados de la sinagoga hacia el 90 (p.127). Su hueco fue rápidamente rellenado por comunidades paulinas.
C. De Pablo admite GPO como auténtica 2 Tesalonicenses (p. 96) y cita dos o tres veces Efesios, al menos como confirmación. Considera que el Apóstol fue el verdadero transformador del Jesús histórico. Creó conscientemente una nueva religión (p. 111); el fue el que puso “los primeros ladrillos del edificio del cristianismo” (p. 95). Transformó la imagen de Jesús en un proceso de desjudaización, despolitización y espiritualización (p. 134). Hizo del Nazareno un hijo de Dios real y óntico, preexistente; es por tanto el creador de la filiación divina (p. 101); inventó el teologuema de la encarnación y dio sentido a su muerte en cruz interpretando que fue un sacrificio voluntario y que murió por los pecados de la humanidad; reforzó y remodeló la creencia en su resurrección y lo exaltó hasta los cielos. Modificó también profundamente el sentido del bautismo e imaginó el contenido y la teología de la eucaristía. De tal modo cambió el sentido mesiánico de Jesús que hizo de esta teología un “antimesianismo” muy poco judío (p. 108).. En suma: para GPO Pablo es el “constructor de un mito”, como producto de su imaginación (p. 104), En una palabra, Pablo inventó el Cristo celeste.
El inicio de su “evangelio”—naturalmente en el sentido de buena nueva– fue pura revelación “divina” debida, al igual que su creencia en que Jesús se le apareció verdaderamente, a “estados alterados del ánimo (p. 98). GPO aprueba la definición de A. Robertson de que la construcción paulina del cristianismo condujo a una religión “ajena al judaísmo” y de corte mistérico-pagano (p. 99.110.117), de contenido teológico esencialmente diferente al de la iglesia de Jerusalén, lo cual fue una adulteración consciente de la tradición (p. 126), tanto que aparece, contra la imagen del Jesús histórico, como un abanderado de la pax romana (en Rm 13,1-7; p. 115) Su enfrentamiento con la teología del grupo judeocristiano fue muy duro. En el denominado concilio de Jerusalén, Pablo intentó conscientemente engañar a los judeocristianos con el contenido de su evangelio, que no llegó a explicar del todo. Obró de mala fe para conseguir una aprobación superficial de su evangelio, y despreció a los discípulos directos de Jesús, “cuyo simple nombre utilizó para montar la fábula delirante del Cristo divino, posiblemente una proyección de su personalidad narcisista (se proclama como modelo a seguir en sus Cartas) y maníaca” (p. 112).
Hay una verdadera oposición entre ley de Moisés y teología paulina: Pablo se desliga claramente de la Ley, a la considera “letra vieja” y sustituye por el Espíritu (p. 114) que solo se armoniza con vanas palabras (Rm 3,31; 7,12; p. 113). GPO piensa que Rm 1,18.29 (18 “Se revela pues la ira de Dios desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia”; 29 “plenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, dolo, malignidad, chismosos”) se refiere a los apóstoles, hombres del judaísmo y la Ley que se oponen a su evangelio. Por tanto, en el fondo “los apóstoles eran conminados (por Pablo) a desobedecer la Torá” (p. 114).
D. Los cuatro evangelistas canónicos, sostiene GPO, son discípulos de Pablo en su teología esencial sobre el Cristo celeste. Reciben de él el concepto de la filiación divina de Jesús, su interpretación de la muerte y resurrección, junto con el sentido del Bautismo y de la eucaristía. Compusieron los cuatro sus evangelios con un propósito claro: complementar con un “relleno teológico paulino” las reminiscencias de la potente tradición oral sobre Jesús. Esta combinación llevó ineluctablemente a que en los evangelios aparezcan en Jesús dos mesianismos antagónicos, antitéticos (el tradicional y el paulino: p. 117); Jesús, el mesías tradicional de Israel, aparece en los evangelio en clave espiritualista y apolítica. Marcos inventa el secreto mesiánico para disimular el verdadero mesianismo de Jesús (p. 89). Los evangelistas sustituyeron al Jesús humano por el Cristo paulino tan conscientemente que puede decirse que el primer evangelio es un ejemplo de “suplantación fraudulenta” del mensaje de Jesús por la teología de Pablo (109). Como los evangelistas conocen y manejan bien la tradición sobre Jesús, que alteran, GPO juzga que lo hicieron conscientemente por “espíritu de mentira” Y “calculada perfidia”, que ejempla sobre todo en el caso de Mc 14,61-62 (p. 119s). Por otro lado, los evangelistas ignoraban aspectos esenciales del pensamiento hebreo, dado que no sienten rubor en presentar a sus lectores un reino de Dios espiritual, un mesías celeste y un Hijo del Hombre inexistente en el judaísmo (p. 133). Los Evangelios sinópticos, Marcos el primero, fueron los inventores del uso como título mesiánico de esa expresión de Hijo del Hombre. Se lo aplicaron a Jesús gratuitamente, puesto que él lo había empleado solo con el sentido de “ser humano”. En suma: para GPO, en sus características teológicas importantes los evangelistas son discípulos de Pablo…, lo asumen así y son conscientes de que van en contra de la tradición auténtica del Jesús histórico
Hasta aquí mi resumen. Mi opinión sobre este largo artículo / ensayo es que tiene puntos de vista que me parecen innegables y que son adquisición de la crítica de los textos neotestamentarios, que pocos investigadores, incluso católicos, discuten, salvo para precisarlos o matizarlos de modo que no tengan aristas demasiado vivas contra la fe de la gente sencilla. Pero no estoy de acuerdo con GPO, y he llegado a discutirlo con él en privado, en el uso de adjetivos y adverbios calificativos que presumen voluntad consciente de engaño y maldad positiva tanto en Pablo –que como persona debía de ser muy duro, pero no malvado– como en los evangelistas. Como he defendido en ocasiones, es difícil sostener esta postura en gente que dieron su vida por defender la verdad de lo que escribieron.
Estoy de acuerdo en que el nacimiento de la teología del Cristo celeste surge a partir de un claro proceso inflacionario de idealización de Jesús y de reinterpretación de todas las Escrituras en pro de la defensa de su muerte como propia de un mesías destinado por inescrutable designio divino para morir en la cruz y rescatar a la humanidad. Cuando uno estudia a fondo la imagen judía de ayudantes o virreyes de la divinidad judía desde finales del siglo IV e inicios del III a.C. hasta mediados del siglo II d.C., observa que hay una corriente continua entre grupos apocalípticos que imagina a ese ayudante, que en seguida se llamará Mesías, como una entidad humano-divina. Y eso ocurre antes de la conocida visión de Daniel 7,13-14 de “un como hijo de hombre” que es ya claramente humano-divino. Y esa corriente sigue hasta el mismo Rabí Aaiba en el siglo II y en toda la literatura henóquica desde el Libro I de Henoc hasta el Henoc hebreo con la figura de Metatrón como un ayudante divino que se denomina “Yahvé Menor”.
Con ello quiero decir que Pablo no inventa al Cristo celeste porque sí, sino que siguió una tradición apocalíptica y aplicó a Jesús lo que otros grupos de piadosos judíos habían escrito ya sobre la Sabiduría y la Palabra divina (arameo Memrá) como una entidad personificada y sobre otros humanos, como Henoc, Moisés, el hombre que asciende del Mar, que son ascendidos al cielo para ser virreyes de la divinidad. Eso ocurre en el Pseudo Ezequiel, en el Testamento de Job, en el IV Esdras. Y hay más textos un tanto obscuros que apuntan a lo mismo.
Desde luego, sobre todo Pablo (y en parte también los evangelistas), no tenía conciencia alguna de que estaban construyendo una nueva religión. Es más, estoy convencido de que Pablo (quien era ciertamente un apocalíptico visionario, como tantos otros) no hizo otra cosa que “vivir su judaísmo en el Mesías”, y estaba convencido de que era la única manera posible en el poquísimo tiempo de vida que le quedaba al mundo. Si veo posible, pero con otras intenciones, que fuera Marcos el primero que empleó el sintagma Hijo del Hombre como título mesiánico. Pero lo interpreto como una disputa teológica intrajudía entre grupos apocalípticos rivales, sobre todo los henóquicos y los judeocristianos. Espero tener ocasión algún día de presentar en este Blog los resultados de largo artículo que publique en inglés en 2012 en la revista Henoch. Naturalmente tampoco estoy de acuerdo con la interpretación de GPO de Rm 1,18.29, pues no va dirigido contra los apóstoles, sino que es una crítica del estado moral de los paganos antes, sobre todo, de la llegada del Mesías, típica de la apologética judía. En nada se refiere a los componentes del grupo de la iglesia de Jerusalén. Tampoco estoy de acuerdo en que Pablo pusiera los cimientos para la fundación de una religión con más componentes mistéricos y paganos que judíos, por ejemplo. Pablo pertenece a dos mundos: judío y helenístico. Pero esta discusión nos llevaría lejos.
En conjunto pienso que GPO ofrece un tremendo material sobre Jesús, los evangelistas y Pablo que proporcionan mucha materia de reflexión. Dejemos de lado los adjetivos y los adverbios y vayamos a los argumentos, que hay muchos y muy buenos. De eso es sobre lo que hay que dialogar. En España no se ven libros como los de GPO que ponen de relieve muchos problemas que tiene la exégesis tradicional
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El libro está editado por Siglo XXI en la Colección: Gonzalo Puente Ojea. Año 2013. 144 páginas y precio 9 euros
Para comprender el perfil definitorio del mito neotestamentario de Cristo, y las argucias de su falsedad, la explicación que ofrece este breve escrito solamente exige buen sentido, respeto por las reglas que impone el sano razonamiento y la atenta lectura de los propios evangelios canónicos, en el contexto de la sencilla información que el autor suministra sobre la época y el medio ambiental en que se sitúan esos cuatro incoherentes relatos, una vez despojados de aditamentos eruditos o premisas dogmáticas. Esta lectura, exenta de los aberrantes prejuicios de la fe, pone de manifiesto una evidente contradicción irreductible entre el anuncio profético atribuido a la propia persona de Jesús de Nazaret y el sangriento e inesperado desenlace del que fue la víctima cruenta. Desde este trágico suceso, la fe fanática de unos pocos de sus seguidores comenzó la tarea de transformar radicalmente a un artesano galileo en el Hijo de Dios, consustancial y coeterno con el Padre, cuyo sacrificio redimiría un pecado original a fin de aplacar la cólera de un Dios vengativo e implacable. Esta absurda leyenda generó muy pronto una enigmática dogmática trinitaria que implicaba una doctrina sacrílega y blasfematoria del estricto monoteísmo bíblico, creando un abismo insondable entre cristianismo y judaísmo: el mito de Cristo.–