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Islam y laicismo, tensión interna

Al musulmán integrista le repugnan menos la religión cristiana o judía que el laicismo occidental, que ha separado al Estado de la iglesia, haciendo de la fe una cuestión de conciencia individual.

A esa conclusión llegan muchos intelectuales europeos, como es el caso de Arturo Pérez-Reverte, para quien los fundamentalistas árabes, como lo han venido intentando a lo largo de la historia, no renuncian al proyecto de instalar a sangre y fuego una teocracia global.

La escalada del integrismo islamita, cuyo grito de guerra contra los “infieles”, supone asumir el retorno del fanatismo medioeval en pleno siglo XXI.

La idea de matar personas en nombre de Dios no es monopolio del Islam. La Europa cristiana lanzó varias “cruzadas” contra Oriente entre 1095 y 1291. Y ella misma se ensangrentó en guerras internas entre católicos y protestantes, en el siglo XVI y XVII.

“A Europa  le costó siglos de sufrimiento alcanzar la libertad de la que hoy goza”, opina Pérez-Reverte, al explicar el triunfo de la democracia laica moderna, que en Occidente supuso la separación entre iglesia y Estado.

Es esa libertad, sostiene el español, la que hoy está amenazada por un ejército de fanáticos que, desde una visión radical del Islam, quiere la destrucción de la civilización occidental.

Si en el pasado el Islam rechazaba en bloque a Occidente por ser cristiano, hoy es hostil al secularismo, a la idea laica según la cual la fe religiosa es un asunto de conciencia individual.

Los estudiosos del mundo árabe admiten que en él todavía no se ha saldado esta separación de materias civiles y de gobierno de la teocracia religiosa. El grupo terrorista Estado Islámico (ISIS), por caso, es esencialmente anti-laico al proponer un Califato, una suerte de teocracia o estado confesional musulmán.

La neutralidad religiosa del Estado es inaceptable para los integristas musulmanes. Para ellos es una herejía vivir en un país donde se practique la libertad religiosa, de suerte que en él la gente pueda practicar el culto de su preferencia.

El laicismo es condenado frecuentemente por los clérigos musulmanes radicales para quienes la religión del Islam debe inspirar y regular la esfera pública, de suerte que no hay separación entre mezquita y Estado.

Sharia, así se llama el cuerpo del derecho islámico, que el grupo yihadista  busca imponer no sólo en Irak y Siria, sino también en el norte de África y parte de Europa.

Ahora bien, querer imponer en Occidente la sharia, los usos y costumbre islamitas, es contrario al laicismo, colisiona con el principio de separación del Estado y la iglesia, es contrario al pluralismo de creencias y religiones.

Es como pretender hacer musulmanes a todos los habitantes del mundo, y esto a la fuerza. Es como querer que todos los miembros de una sociedad se conviertan en practicantes y creyentes de determinada secta religiosa.

La ley islámica no sólo constituye un código religioso de orientación vital (como puede ser la Biblia para los cristianos), sino que codifica específicamente la conducta y rige todos los aspectos de la vida.

La sharia denota un modo de vida islámico y abarca todos los aspectos, los que involucran el culto religioso, las prescripciones jurídicas y las bases enteras de la organización social.

Lo que produce más controversia en Occidente es el rol que tiene la mujer dentro de esta legislación. La sharia presenta restricciones relativas al matrimonio, a la vestimenta y a la educación, entre otras.

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