La mayoría de los condenados son veinteañeros, a los que acusan de ser «enemigos de Dios», por respaldar las protestas
Moharebeh. Todo aquel acusado de cometer este delito, que se traduce como «enemistad con Dios», es muy probable que acabe en la horca en Irán. El régimen de los ayatolás ya ha ejecutado a dos jóvenes de 23 años y otro más está condenado. En un video difundido en redes sociales, los padres de Mehdi Mohammad Karami, campeón de kárate, han implorado por su vida.
Hay confusión sobre el destino del futbolista Amir Nasr-Azadani, ya que se dijo que había sido sentenciado por su apoyo a los derechos de las mujeres pero el régimen lo niega. La cantante Shakira ha pedido que no se aplique la pena capital en sus redes sociales. Son todos veinteañeros porque la mayoría de los que se han levantado contra los ayatolás son jóvenes que no quieren seguir viviendo bajo su yugo.
«Pido a la autoridad judicial que levante la pena de muerte impuesta a mi hijo», señala el padre de Mohammad Medi Karami. La madre, rota de dolor, está a su lado. Como en otros casos, Karami no tuvo derecho a la defensa. «No maten a mi niño», dice ella. Al parecer, el joven habló con su padre hace unos días y le confesó que le habían condenado a muerte, pero le pidió que no se lo dijera a la madre.
Los padres de Karami no quieren ver a su hijo colgado de una grúa como le ocurrió el 12 de diciembre a Majid Reza Rahnavard, a quien se le atribuyó el asesinato de dos basijis, milicianos del régimen, en Mashad. En un día le condenaron a la horca por «enemistad con Dios». Hacía años que no se realizaban ejecuciones públicas en Irán, en un intento de mejorar su imagen. Sin embargo, ahora los ayatolás quieren infundir el temor en su población.
En prisión también se encuentra desde principios de octubre el español Santiago Sánchez Cogedor, que fue apresado cuando hizo una foto a la tumba de Mahsa Amini. Su familia se manifestó el domingo pasado ante la embajada de Irán en Madrid para pedir su liberación. La madre, Celia Sánchez, pudo verse con el embajador, a quien aseguró que todo era un error. La familia confía en su pronta excarcelación.
Ahorcados para sembrar el miedo
El primer ahorcado de los cientos manifestantes detenidos fue otro joven iraní, Mohsen Shekari, ejecutado el 8 de diciembre. Shekari hirió con un cuchillo a un basiji, bloqueó una calle y sembró el terror, según la sentencia. Es un enemigo de Dios, de acuerdo con la ley islámica. El Corán, dicen los ayatolás, determina el castigo de los mohareb. «Matarlos, o ahorcarlos, cortarles la mano derecha y el pie izquierdo, o el destierro», según el artículo 282 del Código Penal iraní.
El futbolista iraní Amir Nasr-Azadani y el karateca Mehdi Mohammad Karami también son considerados «enemigos de Dios». Los dos se solidarizaron con las protestas que se iniciaron hace poco más de tres meses después de la muerte de Mahsa Amini, arrestada por no llevar bien colocado el velo. Las autoridades iraníes aseguraron que fue una muerte natural, pero su familia negó esta versión. Mahsa Amini se ha convertido en un símbolo de esa juventud que no acepta las normas de la llamada guardia de la moral, y más allá de la necesidad de cambio en el país.
Los activistas iraníes reprochan a los futbolistas que han participado en la Copa del Mundo que no hayan aprovechado el foco mediático para movilizar a la comunidad internacional contra el régimen iraní. La selección iraní no cantó el himno en su primer partido en la Copa Mundial de Qatar pero el régimen presionó a las familias y así cortó cualquier posibilidad de protesta.
Al menos 39 manifestantes, entre ellos tres menores de 18 años, se encuentran actualmente en peligro de ejecución o condenados a muerte, según la ONG Iran Human Rights. Sobre todo preocupa el caso de seis de ellos. Uno ya ha sido trasladado del pabellón general de la prisión de Rajai Shahr a un régimen de aislamiento. Otros cinco, acusados de moharebeh, han salido desde la prisión de Urmia a un paradero desconocido. La mayoría de las familias están sometidas a presiones y mantienen el silencio. De ahí que se sospeche que son más los que pueden estar a punto de ser ejecutados.
El director de Iran Human Rights, Mahmood Amiry Moghaddam, afirma que «los dirigentes de la República Islámica, al no conseguir sofocar las protestas en los últimos tres meses, están intentando imponer el miedo mediante ejecuciones de manifestantes». Desde esta ONG animan a que aumente la presión de la comunidad internacional, tanto por parte de los dirigentes como en la calle, para evitar nuevas ejecuciones.
En las protestas han muerto al menos 469 manifestantes por acción de las fuerzas de seguridad. Entre las víctimas mortales hay 63 menores. Más de 18.000 han sido detenido en estos tres meses.
En los últimos días se ha conocido el espeluznante caso de Aida Rostami, una doctora iraní de 36 años, que atendía a los manifestantes heridos en Teherán en las protestas contra los ayatolás. Rostami desapareció el 12 de diciembre cuando iba a buscaar medicinas. Las autoridades informan días después a la familia que había sufrido un accidente, pero IranWire asegura que en la morgue observaron que el cadáver tenía signos de tortura: un brazo roto, faltaba un ojo y su cara estaba deformada. Todo indica que también fue considerada «enemiga de Dios».
El régimen ha tratado de acercarse a los estudiantes, sobre todo de universidades elitistas en Teherán, pero se han encontrado con unos jóvenes irreductibles. «Continuaremos luchando por la democracia y la libertad», anunciaron las principales universidades el Día del Estudiante.