El asesinato de una joven kurda en Teherán desató masivas protestas en todo el país. Frente a esto, el gobierno ordenó la represión, que se cobró la vida de varias personas.
Las calles de las principales ciudades de Kurdistán iraní (Rojhilat) están, literalmente, prendidas fuego. Desde la semana pasada, miles de personas se manifiestan para repudiar el asesinato de la joven kurda Mahsa Amini. La muchacha, de 22 años, llegó el martes 13 de septiembre a Teherán para visitar a familiares. La denominada “policía moral” la detuvo y la arrestó. ¿El crimen? Llevar desacomodado el hiyab que recubre, obligatoriamente, el cabello de las mujeres que viven en Irán. Las leyes islámicas impuestas tras la revolución encabezada por el ayatola Ruhollah Jomeini son estrictas al respecto.
El mismo día que Mahsa fue detenida, su hermano Kiarash declaró al portal de noticias IranWire que, mientras la esperaba fuera de la comisaría, vio salir una ambulancia. En ese momento, le informaron que su hermana había sufrido un ataque cardíaco y cerebral, y que estaba en coma. Kiarash dijo: “Solo transcurrieron dos horas entre su detención y su traslado al hospital”, y agregó: “No tengo nada que perder. No permitiré que las cosas sigan así sin protestar”.
Por su parte, la policía de Teherán justificó en un comunicado que la joven fue detenida para recibir “explicaciones e instrucciones” sobre el código de vestimenta. “Repentinamente, sufrió un problema cardíaco y fue trasladada inmediatamente al hospital con la cooperación de la policía y los servicios de emergencia”, argumentaron desde las fuerzas de seguridad.
Para ese momento, la noticia y las denuncias sobre lo que le había sucedido a Mahsa comenzaron a regar los medios de comunicación kurdos, que en su totalidad se encuentran fuera de Irán por estar prohibidos.
El mismo martes, se supo que la joven se encontraba junto a su hermano cuando una furgoneta de vigilancia de la policía moral les bloqueó el paso. Los agentes la obligaron a entrar al vehículo. A su hermano, que intentó intervenir, le retorcieron el brazo para detenerlo. Los agentes policiales le dijeron a Kiarash que llevarían a su hermana a la comisaría y que la dejarían en libertad luego de una “clase de reeducación” de una hora.
El viernes de la misma semana, los médicos del hospital donde estaba la joven le comunicaron a su familia que el cerebro de Mahsa ya no funcionaba. Ese día, la vida de la muchacha había dejado de latir.
En medio de todo esto, la agencia de noticias estatal IRNA difundió un video donde supuestamente se la observa a Mahsa desmayarse, sin que intervenga la policía. Con esta “prueba”, se intentó sostener la versión oficial de que la joven tenía problemas de salud preexistentes, algo que su propio padre desmintió en varias ocasiones.
Según reveló Iran Internacional, en base a fuentes del hospital donde se encontraba la joven, la tomografía computarizada realizada en su cabeza, durante la autopsia, mostró una fractura ósea, una hemorragia y un edema cerebral, lo que confirma que murió debido a golpes en la cabeza. Una de las fuentes de Iran Internacional confirmó que los pulmones de Mahsa estaban llenos de sangre cuando la trasladaron al centro médico y que ya “no podía ser revivida”. La misma fuente agregó que el estado de Mahsa “era tal que no se podía salvar ni era posible operarla, porque su tejido cerebral estaba seriamente dañado (…) era claro que la paciente no resultó herida de un solo golpe y debió recibir muchos golpes en la cabeza”.
Conocida la noticia del fallecimiento de la joven, miles de personas se lanzaron a las calles de Rojhilat. En el Kurdistán iraní, habitan entre nueve o diez millones de personas, siendo el 12 por ciento de la población total de Irán. Con un territorio de 125.000 kilómetros cuadrados, les kurdes de esa región son históricamente relegades por el poder central, ya sea en la época pasada, bajo la dinastía del Sha Mohammad Reza Pahlavi, o desde la instauración de la Revolución Islámica, cuando, luego de apoyar las protestas contra la monarquía persa, el pueblo kurdo sufrió una represión sistemática ordenada por el propio Jomeini.
Desde la Unión de Comunidades de Mujeres de Kurdistán (KJK, por sus siglas originales), se condenó el asesinato. En la declaración pública, se remarcó que “la mentalidad patriarcal sigue matando a las mujeres en todas partes”. A su vez, se denunció que “a medida que se normaliza la tortura misógina de mujeres en todos los ámbitos de la vida por parte del Estado iraní y se sistematizan y legitiman las prácticas inhumanas contra las mujeres, la opresión y las masacres han aumentado”. Para la KJK, una de las principales organizaciones de mujeres de todo Kurdistán, “el sistema de gobierno opresivo y sexista en Irán se manifiesta en el fusilamiento de mujeres, su asesinato por tortura frente a los ojos de todo el mundo, su violación y la introducción del matrimonio infantil”.
Con las calles repletas de personas protestando, el régimen iraní inició una represión sostenida, algo que viene haciendo cada vez más seguido debido al creciente malestar en la sociedad derivado del control social, la imposición de costumbres, el desempleo y la pobreza de un país sumamente rico en bienes naturales.
La organización de derechos humanos kurda Hengaw, con sede en Noruega, informó que, hasta ayer, había un total de siete personas muertas por la represión policial. Unas horas más tarde, difundieron la identidad de otros tres ciudadanes ultimades por la policía. Dos de las víctimas son adolescentes: Zakaria Khial y Amin Marrafti, ambos de 16 años de edad. En tanto, la Red de Derechos Humanos de Kurdistán registró el asesinato de una mujer de 55 años, llamada Minou Majidi, durante una manifestación en la ciudad kurda de Kermanshah. Solo en Rohjilat, se calcula que más de 221 personas resultaron heridas y unas 250 fueron detenidas.
Otras formas de protestas que se extienden por Irán están impulsadas por las mujeres, quienes se quitan los velos y los queman en público, o se cortan el cabello para así no tener que llevar el hiyab.
El presidente iraní, Ebrahim Raisi, aseguró que se impulsará una investigación independiente para revelar lo sucedido con Mahsa y señaló que se comunicó con la familia de la joven. Al mismo tiempo, el gobierno de Teherán comenzó a difundir un relato por demás de conocido: que las protestas actuales son provocadas por “agentes extranjeros”.
Por lo pronto, en las calles de Rohjilat y de otras ciudades de Irán, las barricadas se siguen levantando, arden fogatas, el pueblo se enfrenta a la policía y las consignas demandando justicia y que termine la dictadura se escuchan con la fuerza de quienes no tienen nada que perder, salvo las cadenas.
*Por Redacción La tinta / Foto de portada: ANF.