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El dedo y la luna: Cuando el 10 de octubre los paracaidistas de Hamás aparecieron por el cielo del Estado Judío de Israel (EJI), Netanyahu les estaba esperando, mientras el país se encontraba en su mejor momento, y además a punto de firmar la normalización de sus relaciones con los jeques saudies. ¿Qué premio más grande pensó Tel Aviv que iba a conseguir para que echase por la borda su posición en el mundo, al convertir el Campo de Concentración de Gaza en el de exterminio palestino? Lo que no esperaba fue que la Teocracia Chiita de Irán (TCHI), en vez de encabezar a sus grupos paramilitares en la zona para ir a la batalla religiosa final de “borrar al sionismo del mapa”, se apresurara en desmarcarse de la Inundación Al Aqsa de Hamás, y forzara a los líderes del Movimiento de Resistencia Islámica y al Partido de Dios, Hezbolá, a jurar y varias veces que los ayatolás ni conocían el plan. ¿En serio? Netanyahu no daba crédito, y sin descansar en masacrar a decenas de miles de palestinos, se puso a elaborar otros planes:
- El 1 de abril de 2024, mandó atacar el consulado de la TCHI en Damasco, matando a varios Guardianes de la Revolución Islámica (GRI), pero tampoco funcionó: la venganza de Ali Jamenei se limitó en disparar unos 300 cohetes y misiles al desierto de Israel, con tal precisión que no produjera ni un sólo rasguño a un sólo israelí.
- El 19 de mayo, el helicóptero del presidente de la TCHI, Ebrahim Raisí, se estrella en el propio suelo iraní. La duda era si se trataba de una purga interna o un atentado israelí. El diputado islámico Manan Raisí escribió “Tras el sospechoso martirio de “Abraham” (nombre del presidente Raisí), ahora han martirizado a Ismael (hijo de Abraham)”, nombre de pila de Haniyeh. Y el periodista israelí Edy Cohen, tras revindicar el asesinato del jefe de Hamás, dirigiéndose a la TCHI, publicó: “¿Os habéis enterado ahora quién apuntó al helicóptero? A buen entendedor pocas palabras bastan“. Éste magnicidio tampoco funcionó: Si la teocracia hubiera reconocido la autoría del EJI, debería pedir la cabeza de su par, el presidente Isaac Herzog. Ni se molestó ni a abrir una investigación.
- El 31 de julio, organizó un atentado terrorista contra Haniyeh, que hubiera sido un asesinato selectivo más si no fuera por cometerlo en el mismísimo suelo de Teherán: “Ya no tendrá escapatoria”, pensó el Genocida de Gaza.
Para acertar no necesitaba ser un superdotado: ahora sí que Jamenei está atrapado, mientras sopesa una represalia a medida que significaría el bombardeo de Irán y, aunque en 45 años EEUU e Israel no han tocado ni un pelo a los ayatolás, la caída de la teocracia podrá ser “el daño colateral” del ataque (catalizada por el descontento popular). Por lo que busca otro fórmula (teatral) para calmar a los halcones del régimen que no se conforman con menos de un gran enfrentamiento con el EJI: se ve que los islamistas de Irán, Palestina, Líbano o Yemen no se han dado cuenta de que Israel es como el Estado No. 51 de EEUU: ¿Cómo borrarían a la superveniencia y sus 40 socios de la OTAN del mapamundi?
Es EEUU, no Israel
Con la revolución democrática de 1979 de Irán, sucedida en la vecindad de la URSS, Washington toma conciencia de que ninguno de sus aliados en los países vitales podrá garantizar sus intereses a largo plazo. Por lo que diseña dos principales estrategias:
- Respecto a Irán, y con el único objetivo de mantenerlo en la órbita del capitalismo, a) instala un totalitarismo medieval profundamente anticomunista en el poder, y b) provoca una larga y devastadora guerra entre Irak e Irán (1980-1988) con el fin de Doble Contención: impedir el avance social, político, militar y económico de ambos países, en favor de Israel.
- Respecto a Oriente Próximo: a) Desintegra los países relevantes, creando miniestados, para facilitar su control: (Yugoslavia fue un ensayo) Irak, Sudán, o Siria, y b) convierte determinados países en Estados fallidos, para usar su territorios como base de operaciones sin tener que pedir permiso: Afganistán y Libia.
Mantener a los ayatolás, debilitando Irán
Mientras, tanto los gobiernos republicanos como los demócratas han protegido a los ayatolás como táctica (o por simple pereza, falta de alternativa y el enorme coste de removerlos) han seguido una minuciosa estrategia de debilitar Irán como Estado:
a) Después de destruir Irak en 1991, que no por casualidad es el año del fin de la URSS, y declarar el Nuevo Orden Mundial, Washington en 2002 incluye a Irán en el imposible Eje del Mal: ¿cómo Irán podría formar un “Eje” (para lo que se requiere previamente una alianza estratégica) con un Irak enemigo?
c) Imponer unas brutales sanciones económicas al pueblo iraní (que no a su régimen, que sigue beneficiándose del marcado negro que ha creado), y empobrecer una de las naciones más ricas del mundo.
d) Desmantelar el Eje de resistencia durante la guerra contra Siria. ¿Alguien cree que una Siria con al menos 10 bases militares de EEUU en su seno es un pilar de lucha contra Israel?
e) Imponer un embargo de armas a Irán mientras no para de vender artefactos bélicos de alta tecnología a Israel y los países árabes del Golfo Pérsico.
f) Atacar las instalaciones militares en el propio suelo iraní con sus agentes infiltrados, ciberguerra o sabotaje.
La pregunta del millón
¿Qué es lo que HOY preocupa a EEUU e Israel para que les merezca la pena llevar a la región hacia una guerra total? ¡Acabar con el programa de armas nucleares de Irán!
De allí, el ataque israelí, el abril pasado, a la base aérea Shekari de Isfahán, que destruyó o dañó el radar del sistema S-300 que se suponía que iba a proteger la central nuclear de Natanza, y la inaudita afirmación de Anthony Blinken, el 20 de julio, de que Irán es capaz de producir material necesario para fabricar una bomba nuclear “en una o dos semanas“.
Los ayatolás, que separan Israel de EEUU, piensan que Washington estará de su lado otros 45 años, por lo que intentan negociar su represalia con el equipo de Joe Biden.
Para Jamenei la prioridad es salvar la teocracia, misión encomendada a los GRI, mientras Artesh, el ejército, prácticamente inhabilitado, debería vigilar las fronteras del país. Que se diga que Haniyeh fue asesinado por los agentes del grupo élite de Mahdi, responsable de protegerle al propio Caudillo Jamenei, debe haberle robado el sueño, aún oculto en su búnker.
Burdos “Paradigmas de disuasión” ante la Apocalipsis
Las dos doctrinas del Caudillo chiita de cara a las acciones de EEUU han sido a) la “paciencia estratégica” (Sabre estartezhik), de mirar para otro lado cuando EEUU-Israel cometen atentados en Irán, y b) la “flexibilidad heroica” (Narmeshe ghahramananeh), ceder sin perder el tipo, propio de peleas intrafamiliares y tribales, que sólo han puesto de manifiesto la incapacidad de una casta clerical que toma sus enseñanzas de buen gobernador en las escuelas teológicas leyendo la Sharia (es literalmente así), y a pesar de que todos los santos-líderes del chiismo fueron derrotados y asesinados por sus enemigos. “Es el fin del régimen sionista“, escribió Jamenei en su cuenta de la plataforma “X”, creyendo firmemente que Israel (o sea, EEUU) ya está a punto de ser aniquilado por la venia de Alá. Aquí no hay “análisis concreto de la situación concreta“, sino tener fe, y además en el mismo Dios que protege a América y su Pueblo Elegido, mientras les permite masacrar a 40.000 de sus fieles sólo en Gaza.
El establishment de seguridad israelí, que ha puesto fin a la “amenaza palestina”, ahora se vuelca con la que considera el enemigo número 1, o sea, Irán. Netanyahu, que cree que acabar con Irán es un “ahora o nunca“, ha conseguido que los israelíes en vez de echarle a la cara el desastre del 7-10, o el incumplimiento de la promesa de devolver a los rehenes a casa vivos, estén pensando cómo sobrevivir a los cohetes de los ayatolás.
Eje del mal II
Con los magníficos resultados que aportó la patraña del Eje del Mal, lanzada por el régimen de George W. Bush en 2002, la extrema derecha de Occidente, cuyo objetivo no es otro que mantener viva a la OTAN y lograr un mayor gasto militar, ha creado el Eje del Mal II, en el que Irán es el único integrante de la versión anterior que repite: el Eje Rusia-China-Irán es el nuevo Coco para asustar a los ingenuos, y da igual que el presidente Xi, por ejemplo, se haya negado a proporcionar armas a su aliado estratégico el presidente Putin, o que ambas superpotencias han participado activamente en imponer las sanciones de la ONU contra la nación iraní por el programa nuclear de sus gobernantes. Los diseñadores de la trama prevén que al debilitar a Teherán -acusándole del pecado original de proporcionar armas a Rusia-, Moscú será forzado a ceder en la guerra de Ucrania. ¡De pirados!
Para el Partido Demócrata de EEUU, tanto la organización de extrema derecha sunnita la Hermandad Musulmana (que gobierna en Turquía, Qatar, y Hamás) como el chiismo de Irán son contrapesos al wahabismo sunnita saudí y el sionismo judío israelí, ambos protegidos por el Partido Republicano. Pero los partidos, que coinciden en que EEUU debe mantener su hegemonía mundial a cualquier costa, han preferido, hasta hoy, destruir Irán por dentro y a fuego lento, antes que desestabilizar un país grande con casi 90 millones de habitantes que no paran de intentar instalar en su tierra una democracia política y económica desde hace más de un siglo, y que cada vez chocan con las potencias mundiales que abortan sus intentos.
Occidente ya ha dado por finiquitada a la TCHI: los déspotas que coloca en el poder en un momento determinado son de usar y tirar (allí están el General Noriega, Sadam Husein, los Talibán, etc). En casi medio siglo, el fascismo teocrático instalado por los G4 en Teherán (como si fuera la II parte de la Operación TP-Ajax, para el golpe de Estado de la CIA en 1953), ha eliminado a todas las fuerzas progresistas de Irán, ha convertido la Causa Nacional Palestina en una religiosa encabezada por la extrema derecha sunnita y chiita, y ha proporcionado a EEUU y la OTAN decenas de bases militares en la zona, que rodean Irán por los cuatro costados.
El general Michael Kurilla, director del Comando de EEUU para Oriente Próximo (CENTCOM) viajó dos veces esta semana a Israel, mientras los portaviones y submarinos de guerra del Pentágono han sido enviados a la zona: que nadie piense que EEUU va a abandonar la región cuya importancia es única, que además de albergar cerca del 60% del petróleo y gas del planeta, es próxima a China y Rusia. Una guerra controlada por EEUU ayuda a los países occidentales a exportar su crisis económica, política y social, mientras sigue con la remodelación de esta zona para adaptarla a los presentes y futuros intereses imperialistas. La guerra ya no es el último recurso entre los estados para resolver sus disputas, sino un negocio redondo.