Comentarios del Observatorio
- Las declaraciones de estos obispos plantean claramente que ante su situación, profundizarán en el clericalismo, con «un «cambio» en la forma de pensar y en las políticas gubernamentales, sociales y económicas.»
- No obstante, denuncian discriminación en función de sus convicciones.
- Desde una perspectiva laicista, tanto se defiende la igualdad como no discriminación, como no privilegio.
«El concepto de liderazgo en Oriente no ayuda a difundir la cultura de pedir perdón».
Del 21 al 27 de agosto, se celebra en Bagdad el encuentro de los obispos con el Patriarca Sako. En el discurso de apertura, hubo un nuevo grito de alarma sobre el futuro de la comunidad.
Los cristianos iraquíes, y también los de otras naciones de Oriente Medio, se encaminan a la «desaparición» si no se produce un «cambio» en la forma de pensar y en las políticas gubernamentales, sociales y económicas. En su discurso introductorio al Sínodo de la Iglesia caldea, que se celebra del 21 al 27 de agosto en Bagdad, el primado y cardenal Louis Raphael Sako lanza un nuevo grito de alarma sobre el futuro de la comunidad en una tierra de la que son un componente original. «La herencia islámica», advierte el cardenal, «convierte a los cristianos en ciudadanos de segunda clase» y tolera «la usurpación de sus bienes». Por eso hay que reescribir las normas básicas de convivencia, empezando por la Constitución, según los principios e ideales afirmados por el Papa Francisco en Irak en marzo de 2021.
El Patriarca caldeo, al saludar a los obispos y personalidades presentes en el Sínodo, abordó otros temas esenciales: la responsabilidad eclesial; la fuerza de la Iglesia, que consiste en el servicio; el acompañamiento con espíritu paternal; las vocaciones sacerdotales y monásticas, masculinas y femeninas; la liturgia. En la jornada inaugural, los obispos también hicieron un llamamiento a los políticos iraquíes, en el que recordaron los 20 años de violencia e inestabilidad y el estancamiento actual, con repercusiones «negativas» en la economía y la sociedad. De ahí la petición de «acelerar» la formación de un nuevo ejecutivo, capaz de promover las reformas necesarias.
Discurso del Patriarca Sako:
Una vez más, este año nos convoca el sí nodo anual, iluminados por el Espíritu Santo. Nuestro sínodo se inscribe en el marco de la reflexión de la Iglesia católica sobre la sinodalidad en vista del Sínodo de 2023, caminando juntos en comunión y misión. Que esta ocasión nos ayude a profundizar en estos puntos en nuestra Iglesia, diócesis y parroquias.
1. Se nos llama a asumir nuestra responsabilidad eclesial, humana y nacional en el espíritu de Cristo. Ésta incluye una relación viva y apasionada con Jesús, por quien hemos sido santificados, como él mismo se santificó: «Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad… para que el amor esté en ellos» (Juan 17: 19, 26). Esta relación con Cristo, basada en la verdad, la caridad y el Espíritu, nos permite, y permite a nuestros fieles, una espiritualidad madura, y nos anima a cumplir nuestra misión con generosidad y desinterés, lejos del particularismo y del afán de dominio y fama.
2. La fuerza de la Iglesia, y de las diócesis, se encuentra en el servicio y no en la demostración como tal. La administración no puede ejercerse sin poder, pero no debe conducir al despotismo y a la dictadura. Por eso, Jesús advierte: «Ustedes saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no debe ser así entre ustedes, sino que el que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor» (Mc 10,42-43).
¡El concepto de liderazgo en Oriente no ayuda a difundir la cultura de pedir perdón!
Nuestra autoridad se basa en ser apóstoles, a través de la colegialidad, que se extiende a todos los miembros del Pueblo de Dios (la Iglesia), sacerdotes, monjes y monjas, laicos, sin distinción de sexo y clase social, unidos en la labor de la Iglesia, aunque la responsabilidad de las decisiones recaiga sobre nuestros hombros. Esto nos abre nuevos horizontes, especialmente en estas difíciles (y desafiantes) condiciones que atraviesa nuestro país. El obispo debe saber leer los signos de los tiempos y valorarlos a la luz de la fe, como hicieron los profetas y los apóstoles al anunciar el Evangelio, para que los gritos de Dios puedan convertirse en fuente de esperanza.
3. El espíritu paternal en el acompañamiento de nuestros ayudantes, es decir, de nuestros sacerdotes. Acompañamiento paternal, no autoritario: como se hace con los hijos, tratándolos de un modo humano y con caridad, con respeto, salvaguardando su dignidad, pero realizando su carisma con el estudio, la formación y la santificación de las almas. De ahí la necesidad de educar su espiritualidad, la cultura y el trabajo pastoral. Es inaceptable que haya divisiones: este es el mayor peligro para la unidad de la diócesis y el testimonio sacerdotal. Cuando esto ocurre, hay que abordarlo con delicadeza: cara a cara. Siempre habrá dificultades y problemas, como en los días de los apóstoles, pero éstos deben convertirse en oportunidades para el desarrollo de la caridad, la amistad y el fortalecimiento de la confianza. La disciplina es importante, porque el desorden es destructivo.
4. Importancia de las vocaciones sacerdotales y monásticas. El futuro de nuestra Iglesia se basa en las vocaciones (sacerdotales, monásticas en todos sus tipos). Es una obligación para el obispo dar prioridad a las vocaciones.
5. La liturgia. Es obligatorio atenerse a las normas establecidas por el Sínodo caldeo en relación con nuestra identidad oriental, más auténtica. El sacerdote celebrante debe entender que los ritos son una oración, no sólo una práctica rígida y monótona; es decir, quien reza debe vivir el rito. Estos ritos son la celebración de la presencia de Dios, el sacerdote y los fieles deben descubrirlo y sacar provecho de ello con una profundidad teológica. Es por ello que deben prepararse las lecturas, los ornamentos, los himnos, la música, las oraciones, las homilías, como ha indicado el Sínodo. Teniendo en cuenta lo anterior, me gustaría centrar su atención en la necesidad de animar a nuestros sacerdotes que sirven en los países de la diáspora para que, en la medida de sus posibilidades, desarrollen relaciones con las otras Iglesias Apostólicas, especialmente con nuestros emigrantes cristianos de Irak y los países de Oriente Medio.
6. Los cristianos iraquíes, y quizás también los de otras naciones, se encaminan a la desaparición si no se produce un cambio en el pensamiento y el sistema nacional. La herencia islámica convierte a los cristianos en ciudadanos de segunda clase y permite la usurpación de sus bienes. Hay muchos ejemplos. Debemos reescribir la constitución y las leyes, alejándonos del nepotismo y el favoritismo, y construyendo un sistema democrático basado en la ciudadanía. En estos tiempos difíciles, nuestra misión es colaborar con nuestros compatriotas para crear un entorno favorable para vivir en el respeto a la diversidad, el derecho a la ciudadanía plena, como afirmó el Papa Francisco en sus discursos durante su visita a nuestro país (5-8 de mayo de 2021). Tenemos que ayudar a nuestro pueblo a abrirse a la esperanza y armarse de fe, para enfrentar los desafíos con el mismo coraje de Cristo.
Patriarca de Bagdad de los Caldeos y Presidente de la Conferencia Episcopal Iraquí
Traducción de AsiaNews