33 años después, un perturbado logra apuñalar al escritor indio en Nueva York
La condena de Jomeini, entonces la máxima autoridad religiosa en el país de mayoría chíita, tenía rango de ley en Irán y gozaba de un incentivo adicional: una recompensa de US$3 millones para quien acabara con Rushdie
Hitoshi Igarashi, el traductor al japonés de la obra de Rushdie, fue asesinado a puñaladas fuera de su casa. Ettore Capriolo, traductor al italiano, sobrevivió a un ataque en su apartamento en Milán, mientras que al editor de la novela en Noruega le dispararon en una calle de Oslo. Rushdie vivió en la clandestinidad más de una década
El texto todavía está prohibido en India, donde nació Rushdie, y en una larga lista de países musulmanes.
“En el nombre de Dios, Somos de Dios y a Dios volveremos.
Estoy informando a todos los valientes musulmanes del mundo que el autor de ‘Versos satánicos‘, un texto escrito, editado y publicado contra el Islam, el Profeta del Islam y el Corán, junto con todos los editores y editoriales conscientes de su contenido, están condenados a muerte. Hago un llamamiento a todos los musulmanes valientes, dondequiera que se encuentren en el mundo, para que los maten sin demora, para que nadie se atreva a insultar las creencias sagradas de los musulmanes en lo sucesivo. Quien muera por esta causa será mártir, si Dios quiere. Mientras tanto, si alguien tiene acceso al autor del libro pero es incapaz de llevar a cabo la ejecución, debe informar a la gente para que sea castigado por sus acciones.
Que la paz y las bendiciones de Alá estén con ustedes”.
Este fue el mensaje que pronunció en 1989 el entonces ayatolá de Irán, Ruhollah Jomeini, contra el escritor británico Salman Rushdie tras la publicación de su novela “Los versos satánicos”. Las palabras de Jomeini, difundidas por la radio, eran una fatua, un edicto o sentencia que emiten las autoridades religiosas musulmanas por petición de algún individuo, aunque en este caso no está claro quién habría pedido a Jomeini ofrecer una interpretación jurídica sobre una obra literaria.
Lo cierto es que la condena de Jomeini, entonces la máxima autoridad religiosa en el país de mayoría chíita, tenía rango de ley en Irán y gozaba de un incentivo adicional: una recompensa de US$3 millones para quien acabara con Rushdie.
El ayatolá Jomeini emitió la fatua en febrero de 1989.
Hitoshi Igarashi, el traductor al japonés de la obra de Rushdie, fue asesinado a puñaladas fuera de su casa. Ettore Capriolo, traductor al italiano, sobrevivió a un ataque en su apartamento en Milán, mientras que al editor de la novela en Noruega le dispararon en una calle de Oslo.
Rushdie vivió en la clandestinidad durante una década.
Este viernes, 33 años después de aquella fatua que nunca fue formalmente rescindida, el escritor fue atacado por un hombre de 24 años llamado Hadi Matar, que lo apuñaló en el rostro, el cuello y el abdomen.
Rushdie permanece conectado a un ventilador que le proporciona respiración asistida. Su agente editorial, Andrew Wylie, advirtió que “probablemente perderá un ojo, los nervios en el brazo fueron cortados y su hígado fue apuñalado y dañado”.
Después de más de cinco horas de interrogatorio, el agresor no reveló por qué lo hizo.
Imagen del escritor siendo atendido tras el ataque.
“Soy hombre muerto”
En septiembre de 2012, Rushdie publicó en la revista estadounidense The New Yorker un testimonio en tercera persona de sus vivencias tras la fatua.
“¿Qué se siente saber que acaba de ser sentenciado a muerte por el ayatolá Jomeini?”, preguntó por teléfono una reportera de la BBC a Rushdie según el relato.
“Esto es lo que dijo, sin saber realmente lo que estaba diciendo: ‘No se siente bien‘. Esto es lo que pensó: ‘soy hombre muerto’. Se preguntó cuántos días le quedaban y supuso que la respuesta probablemente era un número de un solo dígito”, escribió sobre sí mismo.
Rushdie contó que por aquellos días, cuando todavía vivía en su casa de Londres, le preguntó a un corresponsal extranjero si las palabras de Jomeini eran “una floritura retórica o algo realmente peligroso“.
“Oh, no se preocupe demasiado”, dijo el periodista. “Jomeini sentencia a muerte al presidente de Estados Unidos todos los viernes por la tarde”.
Salman Rushdie con su libro “Los versos satánicos”.
Cuando se preparaba para una entrevista con un canal televisivo estadounidense, quiso cuestionar que lo calificaran como un “sentenciado“. Aquello no había sido dictado por ningún tribunal que él reconociera.
Aunque intentara resistirse, el escritor concluye que su “antiguo yo” cambió a partir de la fatua de Jomeini.
“Ya no era el Salman que conocían sus amigos sino el Rushdie que era el autor de ‘Versos satánicos’, un título que había sido sutilmente distorsionado por la omisión de ‘Los’. ‘Los versos satánicos’ era una novela. ‘Versos satánicos’ eran versos que eran satánicos, y él era su autor satánico“, escribe.
“Qué fácil era borrar el pasado de un hombre y construir una nueva versión de él, una versión abrumadora, contra la que parecía imposible luchar”.
Los versos satánicos
El título del libro se refiere a dos versos eliminados por Mahoma del Corán, porque creía que estaban inspirados por el diablo.
En torno a la narrativa principal, sobre dos actores indios que sobreviven a un accidente de avión provocado por un atentado, se entrelazan una serie de historias alusivas a la mitología del islam y a la vida de su profeta, Mahoma.
Los radicales consideraron la obra como un insulto contra el islam. Se escandalizaron, entre otras cosas, por el hecho de que dos prostitutas tuvieran nombres de esposas del profeta Mahoma.
Portada de la novela “Los versos satánicos”
Aunque Rushdie refutó las acusaciones de blasfemia, pidió disculpas a los ofendidos.
En febrero de 1989, varias personas murieron en disturbios contra Rushdie en India, la embajada británica en Teherán fue apedreada, y Reino Unido e Irán rompieron relaciones diplomáticas.
El texto todavía está prohibido en India, donde nació Rushdie, y en una larga lista de países musulmanes.