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Incluso poco después del Concilio, la Conferencia Episcopal veneraba a Franco

El ya fallecido Laureano López Rodó –hiperministro de Franco en los años sesenta, jefe de filas de los denominados tecnócratas (no pocos de ellos vinculados al Opus Dei) y más tarde cofundador de Alianza Popular- relata en su libro de memorias que el 29 de junio de 1966 se reunió la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal para analizar la situación política en España a la luz del Concilio Vaticano II.

Descartaron los monseñores de la época que el régimen vigente fuera “un sistema de arbitrariedad opresora”, absolvieron implícitamente a sus dirigentes y terminaron su veredicto moral con el siguiente párrafo: “Que el Señor ilumine y asista a los hombres beneméritos, de modo especial al Jefe del Estado, en cuyas manos está principalmente la obra de conservar la paz y de ordenar, según Dios y según los legítimos deseos de todos, la comunidad temporal de los españoles”.

La Patria y la Religión
Para esos obispos, Francisco Franco era un “hombre benemérito”, dispuesto a “conservar la paz” y a desarrollar su modelo político, siguiendo la inspiración de Dios y “los legítimos deseos de todos”. Habían transcurrido treinta años desde la rebelión militar del 18 de julio del 36. Franco –recordemos: “Caudillo de España por la gracia de Dios”- continuaba siendo contemplado por los jefes de la Iglesia católica española como el enviado del Sumo Hacedor; el salvador de la Patria y de la Religión.

Algunas excepciones
¿Cuándo no han actuado de este modo o muy similar la mayoría de los jerarcas del catolicismo? Salvo algunas notorias excepciones y salvo breves períodos históricos, los prelados, los líderes de muchas órdenes religiosas, los impulsores de los movimientos más influyentes dentro de la Iglesia y, a la par, más integristas, han interpretado la doctrina católica en clave conservadora y fundamentalmente rigorista y reaccionaria.

Familia tradicional
Estos obispos y cardenales que el sábado pasado convirtieron en un mitin del PP su concentración de apoyo a la familia tradicional o cristiana son los sucesores de aquellos otros obispos y cardenales que todavía en 1966, recién terminado el Concilio Vaticano II – vaporosamente aperturista-, veneraban con mayor o menor fervor o intensidad al dictador.

Casi cuarenta años
No salieron jamás los clérigos mandamases a la calle, a lo largo de casi cuarenta años, para protestar contra un Gobierno impuesto por un militar golpista sobre los cadáveres de centenares de miles de españoles. Sus movidas, sus procesiones, sus adulaciones a Franco -al que invitaban a ir bajo palio como si de hecho él fuera la Custodia- fueron constantes. Pero los monseñores no fueron capaces siquiera de discrepar abiertamente de los métodos de la policía, cuando ésta cargó brutalmente contra un grupo de sacerdotes con sotana que se manifestó en Barcelona reivindicando el respeto a los derechos humanos, conculcados día tras día, mes tras mes, año tras año y década tras década por los jerifaltes –formalmente católicos a marcha martillo- de un régimen totalitario.

Severas instrucciones
Bajo las severas instrucciones del cardenal Rouco Varela, que desplegó a todas las escuadras católicas bulliciosas y disciplinadas en orden de combate, la tan traída y llevada familia se transformó en una coartada para bombardear el palacio de la Moncloa. Los medios afines se volcaron. Rouco Varela fue entrevistado el fin de semana por ABC, El Mundo y La Razón, aparte de la COPE, naturalmente. Lucía el cardenal Rouco en las fotografías, como si se tratara del auténtico candidato de la derecha a gobernar este país. O, al menos, a darle un empujoncito de ánimo al vacilante Mariano Rajoy. Parecía que habíamos regresado por el túnel del tiempo hasta el siglo XV, con cardenales como Cisneros o Mendoza ejerciendo de hombres fuertes de los asuntos terrenales. No fueron, por cierto, los primeros. Ni los últimos.

Nos engañaron
Durante mucho tiempo, Iglesia y derecha eran términos sinónimos. Andaban formalmente juntos el trono y el altar, la cruz y la espada. Nos vendieron la milonga de que la Iglesia católica no se metía en política y respetaba la opción partidista de sus fieles. Nos engañaron. Nos tomaron el pelo. Eso en teoría es verdad. En la práctica, mentira. De derechas, sí. De izquierdas, no. ¿O no montaron el espectáculo mitinero, con los monseñores lanzando soflamas contra el Gobierno? ¿O la COPE no es propiedad episcopal?

La barbarie de Bush
A Aznar no le plantaron cara los roucos y los cañizares ni siquiera a raíz de su respaldo total a la guerra de Irak, y eso que el Papa Juan Pablo II había condenado repetidamente la barbarie de Bush y sus amigos. Pero no tienen escrúpulo alguno a la hora de arremeter contra Zapatero diciendo -al estilo del PP- que la familia se rompe, que la Iglesia está amenazada, que Educación para la Ciudadanía la ha inspirado Satanás, que la Ley de la Memoria Histórica es fruto del resentimiento y que dialogar con ETA es pecado. ¡Hipócritas

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