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Franco y el obispo

Iglesia y franquismo · por María Toca

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

I

Ley de Sucesión a la Jefatura de Estado de 1947, en su artículo primero, define a España como un Estado católico constituido en reino. Así mismo, el Fuero de los Españoles establecía que no se permitían otras manifestaciones externas (públicas), ni ceremonias religiosas que las de la Religión Católica, que era la del Estado español y la que gozaba de protección oficial.

Es conocida la falta de ideología del que fue llamado Caudillo. La frase, posiblemente apócrifa, de “haga usted lo mismo que yo, no se meta en política” no sabemos si la pronunció Franco pero es seguro que le define. Franco era militarista, amaba el olor cuartelario de sus escaramuzas juveniles en las terribles guerras coloniales en África. El brillo de su mirada y la sonrisa placentera que muestra en las fotos, donde comparte espacio con sus compañeros africanistas, delatan la pasión del joven general. Los historiadores que investigaron la figura del Caudillo (incluso los más hagiógrafos) le definen como ladino, posiblemente listo y astuto, pero no como inteligente ni hombre formado culturalmente. Amaba el cine de aventuras, de maniqueísmo sencillo y poco elaborado, pero jamás demostró más amor por la cultura que la que sirve para decorar estancias.

Los ideólogos del golpe fueron otros. Mola, que sí poseía formación política y una perversa lucidez que le hacían brillar en los foros militares y fascistas, desapareció al inicio de la contienda… cosa que le vino de perlas al pequeño y futuro dictador porque la sombra de Mola era muy alargada. Sanjurjo, viejo militar bregado en muchas contiendas contra la república, enemigo de  cualquier atisbo de democracia liberal, también tuvo el detalle de morir al inicio de la guerra. Curiosamente ambos, Mola y Sanjurjo, cayeron en accidentes de aviación…

El fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, le prestó un gran servicio a Franco. Nunca fueron amigos y sabemos de forma precisa que José Antonio despreciaba a Franco, quizá por su extracción menos glamurosa que el jefe de Falange, o por sus burdas maneras frente a la “elegancia pija” de un José Antonio bien recibido en la alta sociedad española y amado por las mujeres (bien correspondidas por él) José Antonio era un teórico formado como abogado, hijo del dictador Primo de Rivera, con solera social para despreciar el bajo escalafón social y cultural de Franco. Pero fue fusilado en Alicante, al poco de comenzar la contienda, lo que supuso una suerte inesperada para el futuro Caudillo, que tomó del “mártir” las teorías que le servían de apoyo a su “Cruzada” así como se posicionó al lado de los gobiernos nazi fascistas que lucían en todo su esplendor en ese tiempo. Franco jamás fue falangista, y José Antonio, es probable que jamás hubiera sido franquista. Las balas que se le llevaron la madrugada del 20 de noviembre de 1936 nos impidieron saberlo. Paul Preston, nos confirma que su tiempo en la cárcel y el dialogo emprendido con los carceleros, atemperaron su violencia política, incluso,  en varias ocasiones manifestó el deseo de una reconciliación nacional, además de contemplar la victoria de Franco como: “un grupo de generales de honrada intención, pero desoladora mediocridad política. Puros tópicos elementales…) detrás del viejo carlismo intransigente, cerril, antipático, las clases conservadoras, interesadas, cortas de vista, perezosas. El capitalismo agrario y financiero, es decir, la clausura en unos años de toda posibilidad de edificación de la España moderna”. Como verán no podía ser más explícito, el Ausente, con los militares que se alzarían con la victoria en 1939.

La Falange, su parafernalia fascista, sus métodos matonescos y brutos sirvieron a Franco durante el tiempo de la guerra civil, para hacer el trabajo sucio de limpieza con los “paseos” y desapariciones forzadas que se produjeron en la retaguardia,  y posteriormente,  en el periodo que va desde 1939 hasta muy entrados los años cincuenta, bien que matizadas las simpatías a partir de 1945 cuando la guerra mundial se decanta por las democracias occidentales en detrimento de los “amigos/hermanos” Hitler y Mussolini. https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=fT6TyV6jB6k

El giro que tiene que dar el Caudillo y su gobierno, está documentado de forma extraordinaria por diversos historiadores, que han contado el nido de espías y contubernio que se coció en el Madrid durante la II Guerra Mundial para voltear la política de Franco, abiertamente pro nazi, a una moderada favorable a los intereses de Gran Bretaña que pagó con largueza a militares y ministros ese “cambio o neutralidad” del espacio político español. Si dudan consulten el libro de Ángel  Viñas “Sobornos”donde nos explica como los «patriotas» militares españoles colaboraron, muy bien pagados, por supuesto, con la «perfida Albión» en detrimento de las inclinaciones nazi fascistas del Caudillo de España.

El entusiasmo de Franco con las potencias del Eje, era meramente utilitarista, nada elaborado,  influido por el mucho más inteligente y formado en fascismo, como era Ramón Serrano Suñer, su cuñado y consejero en labores de gobierno. Les reproduzco el discurso que Ramón Serrano Suñer, realizó ante los integrantes de la División Azul que marcharon a unirse a las tropas nazis en el frente ruso:

“En la memoria del mundo entero está la historia de nuestra guerra civil promovida por el comunismo ruso. Los españoles no olvidan la colaboración de Alemania en nuestros momentos difíciles. Junto a esta consideración, está también el convencimiento político de que la lucha emprendida por el Reich es mucho más que una guerra cualquiera: es una Cruzada de orden europeo contra la barbarie. Jamás España ha estado ausente en las guerras ideológicas en las que se defendían ideales más fuertes del espíritu nacional ¡Camaradas! ¡Soldados! En los momentos de vuestra partida venimos a despediros con emocionada alegría y con envidia porque vais a defender los destinos de una civilización que no puede morir. Porque vais a destruir el sistema infrahumano, bárbaro y criminal del comunismo ruso”

Es comprensible que Franco tuviera que defenestrar al cuñadísimo (además de por las infidelidades a su cuñada) por su soflamado amor al Tercer Reich cuando las tornas de la guerra se volvieron en contra y había que depurar los ideólogos nazis del gobierno de Franco.

La llamada neutralidad de Franco (sin merito por su parte, ya que Hitler no estaba interesado en su participación en la guerra, y las condiciones precarias del país y de un ejército depauperado, la hacían imposible) se compensó con la División Azul, que al contrario de lo indicado en el discurso de Serrano, no destruyó nada más que a los pobres que murieron o languidecieron después en campos rusos. Ya es bien sabido que el ejército español no suele ganar más guerras que las que emprende contra españoles.

El viraje político después de las veleidades pro nazis tuvo que ser rotundo a fin de que las potencias que ganaron la II Guerra Mundial olvidaran el pasado dejando  al pueblo español, que soñaba con una invasión de los ejércitos aliados para derrocar al tercero de la triada que oprimía al mundo, en un desengaño a las ilusiones sentidas durante la guerra mundial. En España se prestaron a descolgar rápidamente los estandartes de la esvástica que lucían las calles céntricas de las ciudades españolas, por lo que el régimen se quedó sin amparo ideológico  teniendo que idear que tirar de otro andamiaje que sujetara a una autarquía cuyo mérito era haber ganado una guerra.

Franco utilizó el nombre de José Antonio, como dijimos, tanto su muerte como el testamento político convirtiéndolo en  la ornamentación precisa para un movimiento que carecía de referentes culturales y sociales cosa que  cualquier régimen político necesita para su implantación y sin el cual carecen de sentido las arbitrarias formulas y sacrificios pedidos a la población.

La ventaja era que  al carecer de conciencia política, nada le impedía realizar los cambios de rumbo que dio a lo largo de su vida y que, es probable, que a esa costumbre de golpes de timón, le deba Francisco Franco, su permanencia en el poder hasta la muerte. Su gran  virtud era el camaleonismo político por carencia de principios.

Cuando defenestró a Serrano Suñer, Franco estaba preparando el camino de una autarquía que miraba a las democracias occidentales porque no le quedaba otro remedio, aunque detestaba el sistema democrático y liberal. Las potencias (incluida la defenestrada URRS) habían ganado una guerra sorpresivamente -para él, no para muchos de sus colaboradores-  las antes criticadas democracias liberales se erigían como triunfadoras. La supervivencia del régimen español dependía de que las veleidades anteriores y sus simpatía pro nazis, se olvidaran. La Guerra Fría lanzó otro salvavidas al suertudo Franco, que como bien expresaba su compañero africanista, Millán Astray “tenía baraka”, tanto para evitar las balas de los cabileños del Rif como para saltar por encima de los adversarios a su poder.

Descartado el falangismo como arma ideológica de su régimen, incluso encarcelados y perseguidos los fieles seguidores de la ideología inicial de la Falange, bastante impregnada del discurso obrerista y social anticapitalista que disimulaba sus verdaderas intenciones, a Franco le quedaban pocas opciones ideológicas. La del carlismo se descartaba sola por lo expresado antes por  José Antonio. Rancios, antiguos y arcaicos que hacían del legitimismo de un Borbón motivo y causa de guerras fratricidas que duraban un siglo. No, no le servían a Franco para armar ideológicamente su chusco poder.

El nuevo estado salido de la guerra civil necesitaba construir sesgos ideológicos que le hicieran pervivir y traspasar la mente de los/as españoles que quedaban vivos y dentro del país. Unos, contrarios y vencidos, había que transformarlos a base de miedo  a la represión brutal, y a los otros, adeptos, había que darles la confianza y la seguridad de la pervivencia de su lucha fratricida. Para ello, los ideólogos del franquismo, armaron un pisto ideológico variado. Por un lado, había que desactivar lo aportado durante  los años republicanos, tanto en conquistas sociales como en derechos. De forma especial era importante para los ideólogos del régimen, la desprogramación femenina que durante el escaso tiempo republicano había ganado unos derechos reprobables para la mentalidad patriarcal del franquismo. La función de la mujer era ser garante de la reproducción de hijos para la patria, depositaria de las esencias familiares. Nada de divorcio, voto, trabajo fuera del hogar, libertades, sexualidad y cultura. La mujer se debía cobijar en el hogar y en la iglesia y pobre de la que desafiara las normas básicas de la dictadura. Para ello se erigió, por la parte fascista/falangista del régimen, la Sección Femenina que se ocupó de formarlas en las esencias joseantonianas encarnadas por Pilar Primo de Rivera y sus secuaces. Aprendizaje de cocina, labores y algo de ejercicio para mantenerse sanas y fuertes y dar muchos hijos a la patria. En los colegios de España se dedicaba tiempo de docencia a las “Marías” así llamadas por las alumnas de entonces, a las asignaturas que no eran importantes pero sí contaban para sacar adelante  los cursos, Religión, Educación Física, Formación Espíritu Nacional (normas de Falange, estudio de José Antonio… en fin, propaganda del régimen obligatoria) y Labores, donde se enseñaba a coser, bordar, repasar, pegar botones… todo ello adornado con canciones fascistas y rezos varios. Estas asignaturas eran impartidas por las señoritas de la Sección Femenina (salvo Religión que lo hacían curas) que se habían formado en el Castillo de la Mota bajo la estricta batuta de Pilar Primo de Rivera. Hay que decir, que la Sección Femenina, supuso un escape para las mujeres que no se adaptaban a la mojigatería social impuesta al sexo femenino. Viajaban, hacían comunidad entre ellas (amplio y numeroso contingente de lesbianas camufladas bajo la camisa azul) hacían ejercicio y daban clase en diversos colegios, además de tener un sueldo razonable. Todo ello suponía un grato respiro para las mujeres de entonces que no se sentían atraídas por el matrimonio o por la integrarse en un convento como monjas.

Los sesgos ideológicos que Franco necesitaba se los sirvió de forma perfecta la Iglesia, antes perseguida, atacada por el anticlericalismo de la época republicana que en la postguerra pasaba revista a las pérdidas humanas y a los humeantes conventos e iglesias ante los que Franco se mostró generoso en el pago del apoyo recibido durante la contienda. La iglesia ofrecería el soporte perfecto para el nuevo régimen. Por un lado, se construían mitos históricos pretéritos, con el impulso del estado totalitario que pretendía recuperar el pasado imperial fundamentado en los Reyes Católicos, la Conquista de América  y el siglo de Oro, no tanto en la parte cultural, como en la consignación de los valores tradicionales de limpieza de sangre y castigo al disidente que ofrecía la Inquisición.

En España se construyó el relato de una sociedad cerrada, autárquica, corporativa, y católica tradicional y tridentina. Durante el primer franquismo que va de 1939 hasta 1959 en que se cae la constancia autárquica y se opta por una política de libre mercado con el cambio a un gobierno de corte tecnócrata.

Para el primer franquismo, la ruina, el hambre, las carencias de la postguerra, no eran más que la expiación de los  pecados revolucionarios que habían supuesto las “aberraciones del periodo rojo”. Había mucho que pagar porque se había pecado. No se trataba de la esquilmación de los prebostes franquistas, ni del estraperlo, ni de las erráticas políticas autárquicas que alejaron el país de las importaciones de productos básicos, no, todo era producto del castigo divino por haberse desmandado.

Para ornamentar la ideología franquista se crean varios mitos que se cultivan con mimo. El primero de ellos fue considerar el fracasado golpe de estado y la consecuente guerra, como una Cruzada en donde se había salvado a la Patria de los enemigos comunistas, judeo-masónicos y liberales. La nación española fue amalgamada con el catolicismo, de forma que se consideraba simbiótico el hecho de ser español y católico. Sin la amalgama del catolicismo solo quedaba la anti España.

La triada de Una, Grande y Libre, expropiaba la idea religiosa del trio, Dios padre, Jesús hijo y Espíritu Santo.

Sobre todo el franquismo creó, de acuerdo con el clero, la conciencia del patriotismo patriarcal que movilizó todas las posibilidades propagandistas para convencer al país de que solo la confirmación de la división patriarcal de los papeles familiares conformaban la paz social. El hombre trabaja y proporciona el sustento de la familia, es la cabeza y el regidor de todo el núcleo familiar, posee todos los derechos sobre los miembros del clan y la mujer se dedica a parir, criar y cuidar. Todo bajo la supervisión de una iglesia celosa en grado sumo de la conservación inmutable de los papeles patriarcales que se han erigido como la única opción posible.

Sobre el papel va todo sobre ruedas. La iglesia como garante de las almas y pensamientos patrios. La Sección Femenina, constituía  la formación de la nueva mujer, mera hembra procreadora y cuidadora de la prole; el sindicato vertical, promoviendo la unión de productores (trabajadores, en lenguaje franquista) y empresarios, todo bajo la supervisión del salvador de la patria, el supremo líder, Francisco Franco Bahamonde.

Hoy sabemos que las proclamas de bonhomía familiar, salvaguarda de trabajadores -bajo auspicios de caridad, jamás de justicia social-  era meramente discurso encadenador del pueblo. En las altas esferas la figura de la “querida” con piso y mercería fue una institución; los prostíbulos estaban tan  llenos de policías, jerarcas del régimen como las misas del domingo -también de una parte del clero, justo la que mantenía una heterosexualidad y se alejaba de los nenes a su cuidado-  junto con el contrabando de bienes y productos básicos, además de que los desmanes empresariales, producían las grandes fortunas de sobra conocidas. A ello, le sumamos el trabajo esclavo y las cárceles y comisarias llenas con los torturadores al mando.

En conclusión, la iglesia se cobró largo y con creces el apoyo prestado durante la contienda y la hostilidad mostrada durante la república que allanó el camino al golpe de estado. Franco se benefició de la coartada moral y social que la iglesia le prestó, convirtiendo a una cruenta guerra y a una postguerra violenta y vengativa en una Cruzada bendecida por la curia eclesial. Al Caudillo le entronizaban en las iglesias bajo palio, su puesto era preferente en los actos religiosos, y le prestaron la ideología de nacional catolicismo a un movimiento cuartelario y violento que carecía de sostén ideológico.

II

El poder de la iglesia en España sigue siendo fuerte, y conforma al igual que el Borbonato uno de los lastres de un país al que le cuesta tomar vuelo democrático debido a esas anclajes con el pasado

La largueza del estado franquista con la iglesia fue generosa. Al cederles la enseñanza les proporcionó un lucrativo negocio que explotaron a discreción. Poco o nada invirtió el Estado en cultura y educación ya que en el año 1940 el estado español tenía 119 institutos de enseñanza secundaria y los mismos en 1956.

La creación del terrible Patronato de Protección a la Mujer fue una fuente de ingresos fecunda para las congregaciones religiosas, ya que el estado abonaba un dinero razonable por cada interna y las monjitas encargadas de cuidarlas y  formarlas, se ensañaron con las niñas y adolescentes ingresadas en la institución  esclavizándolas durante largas jornadas de trabajos que diversas empresas les encargaban a los centros. Las empresas abonaban esos trabajos a las congregaciones, pero las niñas y jóvenes jamás recibieron ni una sola peseta por su trabajo esclavo.   Por no hablar del robo de bebés que fue tolerado por el sistema durante décadas e imputado de forma completa a la iglesia.https://www.lapajareramagazine.com/historia-de-un-genocidio-patronato-de-proteccion-a-la-mujer

Hubo diferencias y encontronazos entre la iglesia y la Falange, ambas peleaban por influir en las mentes jóvenes, incluso hubo conatos de agresividad como el que se produjo con el Cardenal Segura, que escribió una carta pastoral criticando al Caudillo por permitir la imposición del yugo y las flechas en los templos, además de criticar acerbamente el apoyo y la simpatía de Franco  hacia  el régimen nazi, que el cardenal consideraba ateo y anticristo (nada que ver con la protección a deportados y gaseados…)  además de criticar  el sitial privilegiado que ocupaba el Caudillo en cualquier acto religioso. La carta enfureció a Franco, amigo de resolver críticas a fusilazos, tanto que  prohibió la publicación de la misiva pastoral  y  propuso la expulsión de Segura del país. Solo la intervención de Serrano Suñer calmó los ánimos de Franco ante  la advertencia del enorme problema diplomático que surgiría con el Vaticano si era expulsado el Cardenal primado de España. Poco después, Roma, cambió a Segura por otro cardenal más dócil al régimen.

Al final de los años cincuenta, la autarquía estaba esquilmando la producción de país, mientras que  Franco experto en camaleonismo, dio un nuevo giro a su gobierno en 1959 permitiendo la entrada de tecnócratas en el gobierno, provenientes del Opus, formando un Consejo de Ministros que se abrió a un liberalismo económico y a una limpieza ideológica de los antiguos dogmas falangistas. Para entonces, los camisas viejas que quedaban, o estaban domados anexionados al carlismo y al tradicionalismo (la reunificación de los partidos que apoyaron la guerra se realizó en los primeros días de la postguerra, pasando a convertirse en partido unico el denominado, Falange Española y de las JONS)  o  habían sido expulsados y encarcelados. El ligero barniz social que poseía la inicial Falange había perdido todo su color para pasar a convertirse en mero folclore ideológico. Como decimos, a partir de 1959,  los nuevos amos de España, vestían traje, corbata y olían a perfume caro, lejanos los tiempos de las camisas remangadas que se bordaron en oro ayer.

Un nuevo desafío llegaba de prisa al franquismo que renqueaba con un Franco en decadencia, las fronteras inundadas de turismo y las playas llenándose de suecas en bikini que pronto las nativas adoptarían sin mucho rubor. Se pasó de bailar en fiestas populares a medio metro de distancia, de noviazgos con carabina y miradas reprimidas además de  manitas ocultas,  a una feria de vanidades que atraía la costa y el sol. España necesitaba divisas y el turismo era la puerta de entrada, para ello, era preciso un “aggiornamiento” del régimen porque  resultaba incómodo para los turistas intuir cárceles llenas, palos en las calles y policías de la moral por las zonas de esparcimiento. Además de eso, en Roma,  había llegado un nuevo papa que se convertiría en un profundo dolor de cabeza para el régimen. Juan XXIII accedió al papado con sonrisa beatifica y ganas de voltear la iglesia de arriba abajo.

El Concilio Vaticano II  comienza en 1959 y no acabaría hasta 1965, del mismo saldrían las nuevas  políticas sociales de la iglesia como  la libertad religiosa,  tornándose la mirada hacia los desheredados de la tierra, con lo que comienza un largo periodo de alejamiento del franquismo. En junio de 1967 entra en vigor una nueva ley sobre derecho civil y libertad religiosa ante la cual, Carrero Blanco, se revuelve para impedir su publicación por el Vaticano. A la vez la sede romana solicita del Caudillo que renuncie a la “presentación” de obispo, que era una prerrogativa concedida por el anterior papa a Franco, para que fuera el mismo Caudillo  quien designara y nombrara obispos. Por supuesto, Franco ladró un NO a la renuncia ante lo cual, años después, el Vaticano, tomó una decisión salomónica,   nombrar obispos auxiliares, formula que no entraba en la prerrogativas del Caudillo y dejaba las manos libres a Roma. Hay que decir, que Franco no repudió la «trampa» ideada por el Vaticano, cosa  que le traería problemas en un futuro.

Con los nuevos aires conciliares los seminarios y las parroquias se llenaron de curas “rojos”. tal como los tildaba el régimen. En 1972,  fue nombrado como presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón que sería una gran y molesta piedra en el zapato o en la bota del Caudillo. Los muros de España se llenaron con el dicho “Tarancón al paredón” como se vio profusamente en el entierro de Carrero Blanco. Durante la década de los sesenta a los setenta se llegaba a un cuarenta y cinco por ciento de curas que sintonizaban con el Concilio Vaticano II. El resto seguían fieles al nacional catolicismo de postguerra.

 Llegan los tiempos en que determinados sectores del catolicismo,  provocaron críticas al régimen como :

 Las declaraciones del abad de Montserrat, Aureli M. Escarré: «España aún se encuentra dividida en dos bandos. Los vencedores, entre ellos la Iglesia, no han hecho nada para poner fin a esta división entre vencedores y vencidos: este es uno de los fracasos más lamentables de un régimen que se dice cristiano, pero que no obedece los principios básicos del cristianismo». Estas palabras provocaron que tuviera que exiliarse

la manifestación de sacerdotes en Barcelona en protesta por las torturas policiales a un estudiante (1966)

el protagonismo de organizaciones católicas (JOC,HOAC) en las movilizaciones obreras.

Justo entonces da comienzo a un anticlericalismo por parte de elementos ultraderechistas y falangistas que llega, incluso, a atacar iglesias y curas vaticanistas. Van surgiendo en las parroquias diversos movimientos como la JOC, la HOAC, que pasan de ser cristianos de base movilizados por la doctrina social de la iglesia hasta, en poco tiempo, ser permeabilizados por el PCE que ve en los movimientos eclesiales una cuña perfecta para herir al franquismo. Tal como hizo con el Sindicato Vertical, inundándolo de liberados sindicalistas que serían la base fundacional de CCOO. De la HOAC salieron muchos de los que poco después llenarían los calabozos de la DGS y  las luchas por la democracia y la transformación social.

A la vez fueron surgiendo divergencias en el Consejo de Ministros…famosas se hicieron las luchas entre Fraga y Castiella (reformistas a su manera)  contra Carrero Blanco (depositario de las esencias nacional católicas) hasta que la voladura del coche del marino cántabro solucionó las disputas.

Los problemas originados por el nuevo clero revoltoso llevó al régimen a crear una Cárcel  Concordatoria, en Zamora,  específica para sacerdotes y religiosos que con sus nuevas fórmulas de entender la fe revolucionaban la tranquilidad de cementerio tan gustosa del régimen franquista*. Las iglesias se convirtieron en refugio seguro, ya que el Concordato garantizaba la inviolabilidad de los recintos religiosos, celebrándose en ellas asambleas, encierros y conjuras para dinamitar una dictadura que se mostraba herida y acorralada, pero no por ello menos peligrosa.

La antigua CEDA republicana, se fundó  con integrantes de Acción Católica, que a su vez  había visto la luz en 1909, cuyos medios de prensa eran El Debate y Ya teniendo importancia la adscripción de militantes en su lucha contra la República. Disueltos los partidos después de la guerra, la CEDA desapareció pero no así la Acción Católica que siguió teniendo cierta influencia en el régimen franquista. En 1928 se fundó el Opus Dei que años más tarde conformaría con sus políticas y compadreos, el último tramo de la dictadura, propiciando el llamado “milagro económico” del franquismo, que no era tal milagro, sino la opulencia que llegaba con las divisas producidas por el turismo y la masiva emigración de españoles por el mundo, de cuando éramos nosotros/as las que emigrábamos y quitábamos el pan e invadíamos la cultura a otros pueblos…

El Opus llenó los consejos de administración de las grandes empresas, tomó el poder económico y ministerial de España, dejando su impronta en cualquier sitio que tuviera algo que ver con el poder. Sus largos y enrevesados tentáculos han llegado hasta hoy, incluso se han introducido en los partidos de centro derecha e izquierda.

El poder de la iglesia en España sigue siendo fuerte, y conforma al igual que el Borbonato uno de los lastres de un país al que le cuesta tomar vuelo democrático debido a esas anclajes con el pasado.

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