La Iglesia Católica se constituyó en la cuarta “pata” del golpe cívico, militar, policial y…eclesial. Esto quedó retratado en la imagen de la autoproclamada presidenta Áñez, junto a Camacho y otros líderes de derecha, blandiendo una Biblia desde el balcón del Quemado.
Como símbolo de los “cívicos” (integrantes de la clase media y burguesía de la región de Oriente, con epicentro en Santa Cruz) que tomaron el poder del Estado en Bolivia, está la Biblia.
No es casual la elección por parte de esta derecha golpista, del “libro sagrado del catolicismo”. Latinoamérica tiene en su historia de colonización seiscientos años de presencia de una Iglesia que entró al continente para evangelizar con la cruz y la espada.
En estos siglos, muchos símbolos católicos fueron sincretizados en las creencias de los pueblos originarios, sobre todo en el Altiplano, es decir que se amalgamaron, realizando un proceso de asimilación y fusión.
No pasó lo mismo con la Biblia, propiedad de los blancos del Oriente. Como afirma en el último número de Le Monde Diplomatic, Sol Prieto en “Memorias de la Conquista – La Biblia versus la Wiphala”: “(…) La Biblia en cambio, es uno de los pocos símbolos capaces de oponerse, desde el bando de los “cívicos” y condensar este nuevo tipo de cristiandad que, al oponerse a la Bolivia indígena como el Dios del cristianismo se opone al Diablo, moviliza las memorias de la Conquista”.
Pero no todos son símbolos. La Conferencia Episcopal boliviana (CEB), declaró luego de aquel día del golpe, que “esto no es un golpe”. Mientras la Policía y varios cívicos bajaban la wiphala del Palacio del Quemado para prenderle fuego, y cuando comenzó la brutal represión de esa fuerza represiva, junto con el Ejército, a los habitantes de El Alto, sobre todo en Senkata, y de Cochabamba que salieron por miles a resistir a esa derecha golpista, fue la misma Iglesia la que miró para otro lado.
Nada muy distinto a su historia más reciente en la región. Varias de las dictaduras que hubo en los países de nuestra región, en los años 70, contaron con el apoyo explícito (o el silencio cómplice) de las cúpulas eclesiásticas.
Por eso en Argentina, por ejemplo, cada 24 de marzo –aniversario del golpe cívico militar (y también eclesiástico de 1976)- en las calles resuena el canto: “Iglesia, basura, vos sos la dictadura”.
“A dios rogando y con el mazo dando” es un refrán popular que grafica tibiamente la doctrina de esa institución milenaria, responsable de innumerables matanzas y torturas a lo largo de los siglos. Siempre del lado de la concentración de la riqueza: los reyes, los señores feudales, los capitalistas.
Por eso no sorprende cuando en varios diarios bolivianos, este último martes aparecieron declaraciones del Cardenal Toribio Ticona afirmando que “(…) de todas maneras, una gran alegría que la palabra de Dios, la palabra de vida entre a Palacio y que sea la luz que ilumine a todos los hombres de buena voluntad en el vivir de nuestra patria”.
Ticona, el primer Cardenal de Bolivia de origen quechua, sostenía una buena relación con Evo Morales. Pero eso no alcanzó ante la ofensiva golpista.
Fue recién el año pasado, por el mes de julio, que el gobierno de Morales terminó los roces con los representantes del catolicismo después de que en 2009 la nueva constitución le sacó a esa creencia el estatus de religión oficial.
Luego de 9 años Evo volvía a introducir a la CEB en políticas públicas, como los acuerdos en educación y en asistencia a los sectores más pobres del pueblo trabajador, esto de la mano del acuerdo entre el Estado Plurinacional de Bolivia y la “Santa Sede”, en el Vaticano.
Recordemos que el líder de esa Santa Sede, el Papa Francisco, nunca condenó el golpe de Estado que dio la derecha en Bolivia y solo hizo un llamado a la paz.
¿Será la pax de los cementerios? Porque en Bolivia fueron asesinadas decenas de personas, hay centenares de heridos, de detenidos, los periodistas que buscaban reflejar lo que pasaba fueron perseguidos y la gran mayoría tuvo que irse del país, bajo amenaza, como sucedió con reporteros argentinos, por ejemplo.
La cúpula eclesial boliviana fue uno de los actores presentes en la negociaciones entre el MAS de Evo Morales y los golpistas para “pacificar” el país, con un llamado a elecciones para el 2020. Lo que a pesar de la gran resistencia que mostró el pueblo boliviano, permitió asentar a la derecha racista y empresarial en el gobierno.
De ahí que se alegren de que la Biblia entrara al Palacio. Este derrotero muestra la importancia de exigir que la Iglesia y el Estado sean asuntos separados.