Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Iglesia católica: Dios, «tres en uno»

Se trata de una serie de absurdas contradicciones en cuanto es evidente que, si se afirma que sólo hay un Dios y luego se dice que, siendo distintos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los tres son Dios, se estará afirmando la contradicción de que Dios es uno y es tresen cuanto se diga que cada una de esas tres personas es Dios. La contradicción se acentúa  cuando se afirma que Padre, Hijo y Espíritu Santo son iguales y realmente distintos, lo cual equivale a la contradicción de decir que una misma cosa es igual y no igual a otra. Quizá alguien podría replicar que se puede ser igual en un sentido y desigual en otro, y eso tendría su lógica referido a realidades materiales que efectivamente pueden tener algunas cualidades iguales y otras desiguales. Pero tratándose de Dios, en cuya esencia se encuentra la perfección y la simplicidad, no tendría ningún sentido suponer que en cuanto “Padre” tuviera cualidades de las que carece en cuanto “Hijo” o en cuanto “Espíritu Santo”, y viceversa tratándose del Hijo respecto al Padre y el Espíritu Santo, y del Espíritu Santo respecto al Padre y al Hijo.

Por otra parte, en relación con este misterio tan misterioso de la “Trinidad”, dicen también los dirigentes de la Iglesia Católica que tanto el Padre, como el Hijo y el Espíritu Santo son eternos, y aquí tenemos un nuevo misterio Pues, si el Hijo nació de María[1], después de que ésta quedase embarazada por una gracia del Espíritu Santo, en tal caso parece evidente que el Hijo comenzó a existir hace alrededor de 2.000 años, que es cuando se supone que nació. Y, si alguien replica que, aunque Jesús nació de María, de hecho ya existía eternamente y que María sólo sirvió para su “encarnación”, en tal caso, afirmar que María es la “madre de Dios” es una superchería, contradictoria con la supuesta eternidad del Hijo, eternidad no compartida por María, la hija de Joaquín y de Ana, a la cual, en consecuencia, sería el colmo del absurdo considerar como “madre de Dios” –al margen de que para la fantasía de los creyentes les venga muy bien la idea de una madre de Dios mediante la cual puedan esperar milagros y favores que tal vez no confíen obtener directamente del propio Dios, que parece ser más inconmovible.

Otro argumento que refuerza esta interpretación, contraria al valor del dogma de la Trinidad, puede verse en el hecho de que en el Antiguo Testamento –palabra de Dios, según dicen los dirigentes católicos-, no aparece la doctrina de la Trinidad en ningún momento, pues nunca se menciona al “Hijo” y sólo en algunas ocasiones se habla del “espíritu de Dios”, aunque sí se habla en muchas ocasiones de la “cólera de Dios”, lo cual no implica que exista Dios por una parte y su espíritu por otra, del mismo modo que tampoco implica que existan Dios y su cólera, cada uno por un sitio.

No obstante y como ya se ha dicho, en el Antiguo Testamento hay algún texto que se refiere al “Espíritu del Señor”, como es el siguiente:

 “Entonces el espíritu del Señor descendió en medio de la asamblea y se posó sobre Jazaziel, hijo de Zacarías […]”[2].

Sin embargo, aunque parezca que en este pasaje se habla del “espíritu del Señor” como de una realidad sustantiva e independiente del propio Dios –aunque siendo también Dios-, si así fuera, realmente se incurriría en una contradicción, pues hay otro texto en el Antiguo Testamento que puede ayudar a comprender mejor el sentido más lógico de ese “espíritu del Señor”, y dice así:

“Y cuando pasaron a la otra orilla, Elías dijo a Eliseo:

    -Pídeme lo que quieras antes de que sea arrebatado de tu presencia.

    Eliseo le dijo:

    -Dame como herencia dos tercios de tu espíritu.

    Elías le contestó:

    -¡Mucho pides! Si me ves cuando sea arrebatado, te será concedido; si no me ves, no se te concederá”[3].

Este diálogo parece bastante esclarecedor en cuanto es evidente que “el espíritu de Elías” -al margen de lo absurdo que sería que pudiera dividirse en partes-, no puede separarse del propio Elías como una realidad sustantiva que tuviera una existencia independiente del propio Elías, sino que es una cualidad del propio Elías, y, por ello, da la impresión de que lo que Eliseo está pidiendo a Elías es que de algún modo le trasmita al menos una parte importante de sus cualidades espirituales. Hay ocasiones en que todavía se emplean expresiones similares. Así, un estudiante puede decirle a su compañero aventajado: “¡Ya podrías prestarme un poco de tu inteligencia para preparar este examen!”. Pero es evidente que, del mismo modo que esa petición no puede ser concedida pues la inteligencia de cada uno es una propiedad inseparable de sí mismo, por lo mismo hablar del “espíritu de Dios” como si se tratase de una realidad alienable del propio Dios, resulta absurdo, ya que implicaría que el Yahvé se quedaría sin espíritu cada vez que éste saliera de él para posarse, por ejemplo, en personajes como Jazaziel, como Jesús, después de ser bautizado por Juan Bautista[4], o como los apóstoles, cuando supuestamente el Espíritu Santo se posó sobre sus cabezas[5]. Parece que en los casos mencionados con la referencia a la cercanía del Espíritu del Señor a estos personajes si quiere trasmitir la idea de que de pronto Dios les dio una fuerza espiritual de tal categoría que les permitió realizar tareas para las que anteriormente no estaban preparados. No obstante, esta interpretación aplicada al propio Jesús tiene el inconveniente de que, en cuanto se le considere Dios, no habría necesitado de ninguna fuerza especial que previamente no tuviera. Sin embargo, como hay una serie de textos en los que a Jesús no se le considera Dios sino sólo siervo de Dios, en estos casos la idea de que el Espíritu Santo –o una fuerza especial enviada por Dios- llegase hasta él podría al menos no entrañar una contradicción especialmente manifiesta.

Hay diversos pasajes que tendrían un sentido claro a partir de esta interpretación. Así, por ejemplo, los siguientes:

“Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo los movía a expresarse”[6];

“En los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre todo hombre y profetizaran vuestros hijos y vuestras hijas…[7].

“Pedro tomó entonces la palabra y dijo: […] Me refiero a Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder”[8].

Las tres citas –en especial la tercera- sugieren la idea de que el “Espíritu Santo” es una fuerza especial –en forma de ungüento en la última cita- y no una persona divina. ¿Qué sentido, si no, podría tener la expresión “Dios ungió [a Jesús] con Espíritu Santo y poder”. Resulta curioso esta última cita en cuanto, suponiendo que tanto Dios Padre como Dios hijo como Dios Espíritu Santo en definitiva serían Dios, la frase podría transformarse por simple Lógica en la siguiente: “Dios ungió a Dios con Dios”, frase que no parece tener mucho sentido.

Al mismo tiempo el hecho de que el propio Dios unja a Jesús con Espíritu Santo resulta difícil entenderla de otro modo que a partir de la idea de que hay una clara diferencia entre Dios y el Espíritu Santo, de manera que este último no aparece como Dios sino como un bálsamo mágico que ilumina a Jesús para actuar sabiamente a la vez que el poder, que también da Dios a Jesús, le sirve para actuar de un modo especialmente valiente y enérgico para cumplir con la misión para la que supuestamente fue enviado, lo cual implica igualmente que, de acuerdo con este pasaje, tampoco Jesús se identifica con Dios. 

Por otra parte, en cuanto se considera que Dios es espíritu y se considera igualmente que es santo, también por ello carece de sentido suponer la existencia separada de un “espíritu santo”, en cuanto eso sería introducir una duplicidad innecesaria y absurda.   

Una nueva contradicción en que incurren los dirigentes de la Iglesia Católica es su defensa del dogma de la Trinidad a la vez que la doctrina de la simplicidad de Dios, la cual implica que todas las cualidades que se predican de él son formas diversas e inadecuadas de comprender su ser, en el cual, dada su simplicidad, sólo puede hablarse de sus cualidades mediante una distinción de razón pero no mediante unadistinción real.

Pero, además, si hubiera una distinción real de cualidades en cada una de las tres personas divinas eso implicaría que ninguna de ellas sería perfecta por carecer de las cualidades -perfecciones- que le diferenciarían de las otras.

Sin embargo, en contra de esta concepción unitaria y simple de la divinidad, la jerarquía de la Iglesia Católica afirma que tal simplicidad de Dios es compatible con el dogma según el cual en Dios hay tres personas iguales y realmente distintas, lo cual, además de contradecir dicha simplicidad, representa una manera de intentar volver locos o estúpidos a sus prosélitos cuando les invita a que acepten que lo igual y lo distinto son una misma cosa, ya que, si esas tres personas son iguales, en tal caso no son tres sino una sola, mientras que, si son distintas, en tal caso no son una sino tres. Y no podría afirmarse la simplicidad de Dios sino su complejidad o carácter no simple en cuanto el Padre, el Hijo y Espíritu Santo fueran Dios, pero fueran distintos entre sí.

Un aspecto particular de esta cuestión, que merece un comentario especial es el que se relaciona con un pasaje del Nuevo Testamento que dice lo siguiente:

 “Quien hable mal del Hijo del hombrepodrá ser perdonado, pero el que blasfema contra el Espíritu Santo no será perdonado”[9].

Se trata, como puede verse sin necesidad de estrujarse el cerebro, de un pasaje absurdo, pues, si tanto el Padre como el Hijo y como el Espíritu Santo fueran Dios, una blasfemia contra el Espíritu Santo sería igual de grave que otra contra el Padre o contra el Hijo. En caso contrario se estaría suponiendo que el Espíritu Santo tendría una categoría superior a la de Padre y a la del Hijo, como si fuera una especie de “Super-Dios”, pero esto estaría en contradicción con la igualdad de las tres personas en cuanto todas serían Dios.

Otro pasaje igual de chusco, pero en este caso, referido al Padre y al conocimiento del fin del mundo es el siguiente:

“En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre”[10].

El absurdo de este pasaje consiste en considerar de nuevo que una de las personas de la Trinidad tenga una cualidad de la que las demás carecen, como lo sería en este caso el conocimiento de cualquier circunstancia de la realidad, que en este caso sólo la tendría el Padre, pero no las demás personas de la Trinidad, por lo que el Padre, al tener mayor sabiduría, sería más perfecto que las otras. Pero, como la perfección no admite grados, pues se es perfecto o no, en tal caso el Hijo y el Espíritu Santo serían imperfectos por carecer de la sabiduría del Padre y, en consecuencia, no serían Dios en cuanto se proclame que Dios es perfecto.

Según parece la fijación de la doctrina de la Trinidad como dogma oficial de la secta católica se produjo a lo largo de un periodo que va desde finales del siglo IV, con el concilio de Constantinopla (año 381), hasta mediados del siglo V, con el concilio de Calcedonia (año 451). Parece igualmente que la creación de la doctrina trinitaria por parte de los dirigentes cristianos debió de estar influida por las correspondientes doctrinas trinitarias de otras religiones, como la trinidad hindú formada por Brahma, Vishnú y Shiva, o como otras mitologías similares. Este hecho conduce a la conclusión casi evidente de que tal “enriquecimiento” de la teología cristiana fue un producto tardío de elucubraciones calenturientas de los dirigentes cristianos, alejado por completo de la tradición de la religión judía de la que surgió la secta cristiana.

Finalmente, se podría preguntar: ¿Tiene alguna trascendencia para la vida de los creyentes que se les diga que Dios es “uno” o que es “tres en uno”?

———————————————–

[1] Mateo, 1:20: “Después de tomar esta decisión [de separarse de María], el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:

    -José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María como esposa tuya, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo”.

[2]2 Crónicas, 20:13.

[3]2 Reyes, 2:9-10.

[4]“Nada más ser bautizado, Jesús salió del agua y, mientras salía, se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz del cielo decía:

     -Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mateo, 3:16).

[5]“Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje” (Hechos, 10:44).

[6]Hechos, 2:4.

[7]Hechos, 2:17.

[8]Hechos, 10:34-38.

[9]Lucas, 12:10.

[10]Marcos, 13:32.

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Leer más

Mayor Oreja, el creacionismo y la ridiculez reaccionaria. Dossier · por Richard Dawkins, Daniel Raventós, Daniel Dennett y Noam Chomsky

Jaime Mayor Oreja, reaccionario de larga andadura, ministro con Aznar, gran españolista de lo más carpetovetónicamente imaginable, participó…
Total
0
Share