La activista somalí Ifrah Ahmed lleva un década luchando a través de la fundación que lleva su nombre por la erradicación de la mutilación genital femenina en su país. Ella también fue víctima de esta brutal práctica y se ha convertido en la voz de las mujeres y niñas que siguen sufriéndola en muchos países de África, Oriente Medio y Asia. Actualmente Ifrah Ahmed trabaja en Mogadiscio con el Gobierno de Somalia en la elaboración de una ley que prohíba la mutilación genital femenina, pues en su país la tasa de prevalencia de la ablación es del 98%, la más alta del mundo. Su objetivo, avalado y apoyado por Naciones Unidas, busca la total eliminación de esta práctica en Somalia para el año 2030.
La historia de Ifrah es la de una víctima de ablación convertida en salvadora y que ha sido llevada al cine por la directora irlandesa Mary McGuckians en la película A girl from Mogadiscio de 2019. Ella misma fue sometida a esta salvaje mutilación cuando era una niña, fue su propia abuela quien lo organizó y le ha dejado secuelas físicas y emocionales de por vida. Huyó de su país en 2006 y obtuvo asilo en Irlanda. Desde entonces dedica su vida a erradicar esta práctica y a brindar apoyo de integración a jóvenes migrantes y refugiados de África, además de ser colaboradora de alto perfil de Acnur.
¿En qué situación se encuentra Somalia en lo referente a la ablación?
El problema es que en Somalia no hay datos oficiales sobre la mutilación genital femenina, pero de acuerdo con UNICEF más del 90% de las mujeres son víctimas de ablación. La situación de la Covid ha agravado el problema porque hay mujeres que hacen estas prácticas y necesitan dinero, así que se dirigen a las familias para pedirles que corten a sus hijas. Ellas no están yendo al colegio, están en casa, así que están más expuestas.
La mutilación genital femenina no tiene nada que ver con la religión, es más bien una práctica tribal difícil de entender con los parámetros occidentales. ¿Por qué se practica?
En realidad sí tiene algo que ver con las circunstancias económicas, porque de hecho en las zonas rurales se practica mucho más que en las ciudades. La gente de la ciudad entiende un poco mejor la problemática y lo que supone para las mujeres la mutilación genital. En cambio en los pueblos y en las aldeas pequeñas se practica mucho y además de la peor manera.
¿Cuáles son las consecuencias a nivel físico y emocional que tiene en sus víctimas?
La circuncisión tiene un gran impacto en todos los sentidos, especialmente durante el periodo menstrual y el parto. Yo soy madre, tengo un bebé y recuerdo que el proceso de dar a luz fue muy difícil, me vine abajo emocionalmente varias veces por las consecuencias que la mutilación tendría en ese proceso y tuve que afrontarlo. No podía dar a luz a mi bebé de manera natural, porque entrañaba muchos riesgos y finalmente tuvimos que tomar una decisión. Estaba de 38 semanas, consulté con un experto en mutilación genital femenina y con un profesional de la medicina y me dijeron que corría el riesgo de que el bebé no naciera si no era por cesárea. Así que al final lo hicimos así para mi seguridad y la de mi hija. Fue muy duro para mí y me ha costado un año y medio superarlo, controlar esas emociones y recuperarme de las secuelas físicas y emocionales.
La mutilación es una parte más de la violencia de género, así que es lógico pensar que estas campañas de concienciación vayan destinadas también a los hombres.
Sí, desde Ifrah Foundation hacemos campaña con chicos jóvenes y hombres para acabar con la mutilación genital femenina y también para concienciar sobre la igualdad de género para la mujer. Muchos hombres realmente piensan que la ablación es correcta, porque es una práctica que se lleva haciendo mucho tiempo, así que es un tema bastante complicado. Es por eso que queremos que los hombres sean parte del proceso, porque son los que pueden cambiarlo.
¿Debería ser la mutilación femenina considerada un delito universal y ser castigado en cualquier parte del mundo?
Sí, debería de serlo, pero el problema es que en Somalia es una práctica habitual, así que llevará tiempo y será complicado encontrar el camino para prohibirla y que sea considerado un delito universal. Espero lograrlo. Otros países africanos han aprobado leyes a ese respecto, pero en Somalia nos enfrentamos al reto de lidiar con los líderes religiosos, la gente mayor y también los miembros del Parlamento, porque ellos se niegan a rechazarla. Temo que el proyecto de ley no salga adelante y en eso estamos trabajando. Además, Somalia vive en guerra hace 20 años y tiene problemas con el sistema judicial, así que no es fácil. Hay muchas niñas que mueren por la mutilación en las áreas rurales, así que es momento de llevar a cabo una acción global al respecto.
Usted, desgraciadamente, lo ha vivido en su propia persona, ¿cómo lo recuerda?
Es algo que nunca olvidaré por las consecuencias posteriores que ha tenido para mí, como en el momento de ser madre, como explicaba anteriormente. El trauma que viví afectó a mi salud mental por todos aquellos sentimientos que tuve durante el parto… Eso hizo que ahora entienda lo que no pude entender antes. Antes sólo era una activista tratando de salvar la vida de otras mujeres y ahora siento que también he salvado mi propia vida. He sido una persona con acceso a una buena educación y esa educación me ha permitido salvarme; entender las consecuencias de la mutilación genital femenina, los problemas físicos y emocionales que conlleva, me ha llevado a pedir consejo médico… La ablación es algo que nunca olvidaré y con lo que viviré toda la vida.
¿Ha perdonado a su familia por aquello?
Mi abuela fue parte de mi ablación y ya ha muerto. Con respecto al resto de mi familia, debido al trabajo que yo hago como activista en contra de esta práctica, es difícil asociar la mutilación genital con ellos. Pero, por supuesto, hay algunas personas de mi familia a las que he concienciado en que no deben cortar a sus hijas. Al menos he salvado a diez chicas jóvenes de mi familia y amigos de que sean mutiladas. A veces es más fácil que otras, pero yo enfrento ese proceso.
¿Cómo ha logrado construir su nuevo yo después de todo aquello?
Soy madre y también activista. Si pienso en lo que me ha pasado sé que no podría haber sido diferente; lo que pasó pasó y eso me ha ayudado a aceptarlo y seguir mi camino. Además, mi trabajo en la fundación y las campañas de concienciación que llevo a cabo me han ayudado en este camino.