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Humanismo compartido

Defender el humanismo frente a fundamentalistas religiosos y relativistas morales, es importante

Agradezco los comentarios que hace don Víctor Mora ( La Nación , 1/11/09) a mi nota sobre razón, fe y libertad, donde apunté el riesgo de desconfiar de la racionalidad humana y objeté su idea de que la capacidad crítica refiere al sentido religioso ( La Nación , 24/10/09).

Afirmé –y lo sostengo– que ello está implícito en toda su posición, pero que lo hace explícito al definir los pilares del pensamiento humano como: “la ciencia fenomenológica, la búsqueda razonada de un sentido filosófico, y la crítica social y personal nacida de un sentido trascendente y religioso”.

Tal y como anticipé, queda sin respuesta –también por don Víctor– la ya vieja pregunta de por qué la crítica social y personal tiene que estar referida a un sentido religioso y no puede estar contenida en el razonamiento filosófico. En breve, de por qué el criterio crítico sobre lo válido (fundamento ético) encuentra mayor solidez cuando procede de lo religioso; algo cada vez menos aceptable. Ahora enfatiza que existe racionalidad en los tres campos (ciencia, filosofía y religión) y que lo bueno es respetar y promover un diálogo entre estos diferentes tipos de discurso. Sostiene que coincide conmigo en que la racionalidad debe ser la base de la libertad, pero que lo que no comparte es que se privilegie la razón que no parte de presupuestos religiosos.

Mi apreciación es que coincidimos en varios otros puntos, entre los cuales hay que destacar desde luego la necesidad del diálogo entre creyentes y no creyentes. Pero sería largo hacer un repaso de coincidencias y divergencias. Por eso voy a restringirme a dos asuntos: los límites de la racionalidad religiosa y el sentido último del diálogo mencionado.

Las relaciones entre razón y religión tienen siempre un corte epistémico que limita la racionalidad religiosa: el recurso privilegiado que esta tiene de acudir a la fe. Cuando se cuestiona algún dogma litúrgico o la identificación de un ser trascendente, la respuesta religiosa es que es una cuestión de fe. Cierto, eso no sucede a cada rato, pero sucede siempre que se le agotan los argumentos razonables.

Coincido en que esto no debe conducir a la prepotencia de la razón laica, pero la sensibilidad histórica –que muestra don Víctor– debe servirnos para recordar de dónde venimos: el encumbramiento de la razón, como parte de la Ilustración, fue una reacción muy humana frente a la imposición (bastante violenta) del pensamiento trascendente durante todo el viejo orden.

En cuanto a los réditos del diálogo entre laicos y creyentes, quiero destacar el que vengo sosteniendo: la afirmación de un frente común para defender los valores del humanismo básico que compartimos. Para ello, voy a aprovechar como ejemplo el artículo de Christian Hess , sobre los principios del humanismo secular ( La Nación , 31/10/09).

El objetivo principal de Hess, al reproducir los principios de Paul Kurtz para el Council for secular humanism, es demostrar que las personas que no rigen su vida por la religión pueden tener una moral firme; y creo que lo consigue eficazmente. Pero, también, es evidente que en este conjunto de principios, hay un núcleo fundamental de valores compartidos y otros que no lo son tanto. Incluso para alguien como yo, partidario de la laicidad, resulta excesiva la confianza en la ciencia y la tecnología que muestran estos principios, porque si bien es cierto que ellas “pueden contribuir al mejoramiento de la vida humana”, como se afirma en el principio 3, no es menos cierto que también pueden contribuir poderosamente a degradarla; como ya se ha probado sobradamente y ahora nos plantea el reto de la biotecnología, por ejemplo. Pero para un creyente en la trascendencia religiosa, hay otros principios de esta lista que difícilmente pueden ser compartidos. Para los cristianos, por ejemplo, el primer mandamiento consiste en creer y amar a Dios, algo difícilmente compatible con varios principios de la lista de Kurtz, que enfatizan su rechazo a las visiones sobrenaturales y a buscar salvación en el más allá (puntos 2, 18 y 19, por ejemplo). Sin embargo, hay en esta lista un amplio conjunto de valores morales (integridad, altruismo, honestidad, etc.) que sí comparten el humanismo secular y el humanismo cristiano.

Coincido con don Víctor en la bondad de mantener el diálogo, pero sobre todo para defender, frente a fundamentalistas religiosos y relativistas morales, este humanismo que compartimos.

La confusión respecto a la amenaza principal ya costó a los alemanes y al mundo entero el padecimiento de la barbarie nazi y esa experiencia debiera servirnos de referencia.

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