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Hospitales o iglesias

La religión se ha movilizado ante esta pandemia y ha sacado toda su artillería en forma de procesiones, misas y rezos para combatirla

Parece que cuando hay problemas la gente tiende de manera natural a asirse a lo sobrenatural para sobrellevar la carga del infortunio. Era así hace miles de años, cuando el ser humano adoraba al dios Sol (o Ra para los egipcios), o a la madre Tierra (la diosa Gea para los griegos), e interpretaba, en su ignorancia, que los dioses se habían enfadado cuando el sol se escondía y llegaban lluvias y tormentas. En realidad, esta espiritualidad ancestral tenía su lógica razón de ser. El Sol proporciona calor, luz, germina las semillas y gesta la vida; la diosa Tierra contiene en su seno la fertilidad y la generosidad con las que sustenta y alimenta, a través de sus frutos, a los humanos y a los animales. ¿Cómo no ser considerados deidades el sol o la Tierra si eran y son las fuerzas naturales que fecundan y generan la vida?

Y la mente humana sigue siendo así. O mucho más primaria, quizás, porque, ya digo, la mitología de la Antigüedad tenía su lógica, su razón de ser y su carga sensata de moral natural y de contenido. Un contenido de respeto a la naturaleza que nos es necesario, pero que se perdió con la llegada de otros dioses contra natura.  Digo otros dioses, en plural, porque a lo largo de la historia ha habido más de 4.200 religiones y aproximadamente 30.000 dioses; curiosamente todas las religiones han afirmado, y siguen afirmando de manera taxativa que su dios es el único verdadero. En realidad, detrás de los dioses está la ignorancia humana cuando pretende otorgar explicación esotérica a las cosas que desconoce. Y también está detrás ese alivio inmediato que ofrece la irracionalidad y el pensamiento mágico, aunque, lejos de dar explicación alguna, fomenta el miedo, la culpa y la infelicidad, y, por supuesto, la ignorancia.

Y es que la Iglesia se ha movilizado ante esta pandemia y ha sacado toda su artillería en forma de procesiones, misas y rezos para combatirla. El viernes pasado, por ejemplo, el Papa católico hizo público que la Iglesia perdona los pecados a los enfermos de coronavirus, concediéndoles la indulgencia plenaria. Deslumbra tanta generosidad, aunque entristece un poco que no hayan hecho ningún donativo para comprar material médico para los enfermos, a pesar de que reciben del dinero público sólo de los españoles nada menos que 11.000 millones de euros anuales de los PGE, y eso es sólo la punta del iceberg.

El rezo suele ser la herramienta más recomendada por el clero como solución a los problemas. Yo diría que es una solución muy genérica, y la verdad es que les sale bien barata, aunque es evidente que no funciona. Sin embargo, recordemos, por no irnos más lejos, la contundente oposición de la Iglesia católica a las vacunas en el siglo XIX, que consideraban un invento “maligno”, en la misma línea en la que, desde sus propios inicios, se erigió como la gran enemiga de la ciencia, del progreso y de los derechos humanos. Por ejemplo, el Papa Pío IX condenó la modernidad y cualquier avance científico argumentando que “quien recurra a la vacuna dejará de ser hijo de Dios. La viruela y otros males son el juicio de Dios, y las vacunas son un desafío lanzado al cielo”.  De tal manera que muchos miles de niños murieron  por no ser vacunados según el mandato clerical en esos años. Y es que, como afirma el periodista Helge Krog, “la Iglesia sólo acepta el progreso donde ya no puede impedirlo”.

Por tanto, la laicidad y la razón son un imperativo también en situaciones de catástrofe y de pandemias. Es de justicia y de rigor democrático que se priorice la ciencia y que las creencias queden fuera de las instituciones. La espiritualidad es otra cosa. Decía al respecto Carl Sagan que la ciencia no sólo no es incompatible con la espiritualidad, sino que está íntimamente ligada a ella. Porque la espiritualidad tiene que ver con la realidad, con la verdad, con la razón, con el conocimiento, con la empatía, la solidaridad, el respeto profundo a todos los seres que existen; y con la bondad, con la ternura, con la alegría; …con tantas y tantas cosas de las que las religiones, en realidad, nos alejan de manera radical, contundente y sistemática.

No sé a los demás, a mí me cuesta creer que millones de personas puedan creer en el siglo XXI que el rezo pueda ser la solución de algo. Decía Sagan también que “si quieres salvar a tu hijo de la malaria puedes rezar, o puedes vacunarle”. En 2013 en la ciudad de Starke, Florida, la American Atheist consiguió levantar el primer monumento público en homenaje al ateísmo en EEUU. En él se grabaron diversas citas de grandes personajes seculares del país, como Thomas Jefferson, Benjamin Franklin o John Adams; junto a ellas aparece otra cita de la que fue fundadora de esa organización, Madalyn Murray, que dice así: “Un ateo es aquél que cree que se debería construir un hospital o una escuela en lugar de una iglesia”.

Coral Bravo

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