El Consejo Evangélico de Castilla y León homenajeó en un acto de desagravio en Valladolid a los protestantes que en 1559 fueron condenados por la Inquisición, y luego quemados en la hoguera o recluidos en cárceles y conventos de por vida.
En el sitio escogido se encontraba antiguamente el convento de San Francisco, lugar donde se celebraron los autos de fe por los que fueron condenados los protestantes hace 450 años.
El emotivo acto fue de libre acceso para el público en general y el programa incluyó la lectura dramatizada de la obra ´Esperando en las cárceles de la Inquisición´, la conferencia ´Valladolid y los autos de fe de 1559´, música y espectáculos de danza, además de la presentación de dos libros.
El primero de los libros presentados fue la reedición de la novela ´Recuerdos de antaño´, de Emilio Martínez (1849-1919, cuyo argumento gira en torno al tema de los autos de fe. El otro fue ´Brotes nuevos en el barbecho´, una obra que recoge las biografías y escritos de varios autores evangélicos contemporáneos. Cada una de estas ediciones tiene una tirada de 1.500 ejemplares y que se distribuyen por las bibliotecas públicas de la Comunidad.
MEMORIA HISTÓRICA
Fuentes del Consejo Evangélico explicaron los juicios de la Inquisición tuvieron lugar el 21 de mayo y el 8 de octubre de 1559. Este último, con la presencia del rey Felipe II, además de los habituales representantes eclesiásticos, de la Universidad y la judicatura.
A los condenados se les trasladó hacia el lugar denominado ´quemadero´, situado en la entrada del actual parque del Campo Grande, a través de la calle de Santiago, en lo que el escritor vallisoletano Miguel Delibes denominó la ruta de "El hereje" en la novela histórica del mismo nombre, publicada en 1998.
Según la misma fuente, entre los ajusticiados se encontraba el doctor Cazalla, un teólogo que conoció las teorías reformistas en sus viajes con Carlos V por la actual Alemania, y que celebraba las reuniones protestantes en la casa situada en una calle que hoy lleva su nombre.
Estos encuentros de Cazalla, a los que acudía gente de la aristocracia y alto poder adquisitivo, fueron descubiertos por la Inquisición después de "un chivatazo, probablemente", tras lo que sus asistentes fueron trasladados a prisiones donde se les sometió a torturas.
Posteriormente se celebraron dos autos de fe en los que se fijó su pena: la "lenta" muerte en la hoguera, la rápida ejecución "si gritaban durante el juicio que creían en la Iglesia Católica", o la pena de cárcel de por vida, la reclusión en conventos o la obligación de portar un sambenito -capotillo picudo que se les ponía a los condenados- según la gravedad de sus “delitos”.