No corren buenos tiempos para la imagen de los políticos, y hay que reconocer que de este asunto los propios políticos tienen casi toda la responsabilidad. Pero estos señores del PP parecen estar agraciados con un don divino que les permite ser los más impostores del mundo, y al mismo tiempo recibir grandes recompensas por su divina hipocresía. Y apelo a la Hipocresía Divina por la evidente y constante relación entre los representantes de los conservadores españoles en Las Cortes y los representantes de Dios en La Tierra.
Es Hipocresía Divina que la Iglesia tenga su principal tentáculo y sucursal política en el PP, mientras manifiesta que Ella no se mete en política; y es divina hipocresía que el PP se quiera hacer pasar por laico cuando los ultracatólicos de Hazte Oír se jactan de hacerle el programa al partido de Rajoy.
Es Hipocresía Divina cuando la Iglesia condena la homosexualidad, mientras sus filas están llenas de homosexuales; y es divina hipocresía que el PP, después de todo el por saco que ha dado contra el matrimonio homosexual, llevando la cuestión incluso a los tribunales, hagan entrever que ellos mantendrán esta ley. El mismo Javier Gómez (líder gay del Partido Popular) dice que España está preparada para tener un presidente gay.
Es Hipocresía Divina que los obispos apelen a la moral revelada en los libros sagrados, mientras se pasan las enseñanzas cristianas por el forro todos los días; y es divina hipocresía que el PP denuncie los libros de Educación para la Ciudadanía tildándolos de partidistas (cuando en absoluto lo son), mientras subvenciona en Valencia (con dinero público) un libro que insulta y calumnia a los socialistas y a la izquierda.
Y simplificando, es una gran Hipocresía Divina dar la comunión a quienes tienen la divina hipocresía de llamarse cristianos y desearle el mal a Rubalcaba (como Curry Valenzuela), a quienes creen que la otra mejilla nunca es la suya propia, a quienes desean el infierno terrenal a los inmigrantes, y en conclusión, a quienes mienten más que parpadean.
Menos mal que no todo está perdido. Muestra de esto es que hay monjas proletarizadas (y con votos de pobreza como las hermanas cistercienses de Zaragoza) que no dejarán de rezar para salvar las almas de estos hijosdedios, al mismo tiempo que amasan un botín que oscila, según palabras del abogado de las sores, entre los 450 mil y el 1,5 millón de euros. Para que luego las malas lenguas digan que el reino de Dios no está en este mundo.
Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga