Elegantes, estetas y modernas. Son ‘fashionistas‘ y miles de personas las siguen en las redes sociales para imitar su estilo. Son ‘influencers‘ con velo. Las ‘bloggers‘ musulmanas o ‘hijabi bloggers‘ se han convertido en una ventana al mundo islámico, cultura que abandera una de cada cuatro personas en el mundo.
Sarah Dimani tiene 22 años y más de 31.000 seguidores en su contador de Instagram. Hace solo año y medio que entró en la arena de las ‘bloggers’ y ya marca tendencia en Amberes (Bélgica), su ciudad natal, donde la población musulmana es una de las más altas de la Unión Europea (17%).
«La moda no es solamente algo que vive en los vestidos. La moda está en el cielo y en la calle, la moda tiene que ver con las ideas, con la forma en la que vivimos, con lo que está pasando», decía la icónicaCoco Chanel. Este mantra podría ilustrar la forma de vida de Sarah, para quien la moda está íntimamente relacionada con su fe. El hiyabes parte de su identidad, no solo un pañuelo.
Haberse criado en un entorno occidental no le ha apartado de sus raíces musulmanas que se hunden en Marruecos. Sarah posa en todas sus fotos con el hiyab, el llamado ‘velo islámico’. «Es todo un proceso. Es una forma de vestir, pero también de pensar y actuar, y esta tradición ha ido cambiando y evolucionando con los años», apunta la ‘instagramer’.
El nuevo milenio ha traído el regreso del velo, que desde los años 70 había sufrido un notable declive. El renacimiento de esta prenda tiene una estrecha relación con las reivindicaciones identitarias de lacomunidad islámica y el rechazo hacia el neocolonialismo y la globalización. Como señala la profesora Luz Gómez García en su ‘Diccionario de islam e islamismo’, el hiyab es una forma de rebeldía ante la represión cultural y política de las potencias occidentales y de los gobiernos del mundo islámico asociados a ellas.
Fueron feministas musulmanas como Hudà Sharawi (1923) o la marroquí Lalla ‘A’isha -hija del sultán- (1947), las que comenzaron a poner en tela de juicio el uso del velo. Este debate produjo un retroceso en su uso a finales del siglo XX, un lapsus en una larga historia de mujeres ‘veladas’. «La desaparición de los velos del vestuario femenino se debió en casi todos los países a mujeres destacadas y de gran personalidad, bien por sí mismas bien por su familia, ya que eran las únicas que podían desafiar a la opinión pública y exponerse a la violenta reacción de los más conservadores, sin ser consideradas indignas de respeto, acosadas o ridiculizadas», defiende la profesora Caridad Ruiz de Almodóvar, profesora titular de la Universidad de Granada.
En el marco actual, las jóvenes musulmanas que viven en Occidente esgrimen que ponerse el ‘hiyab‘ es una decisión personal, una cuestión de fe, y no una obligación. En Europa, la diáspora islámica ha cogido impulso durante las últimas décadas y los musulmanes representan ya un 4% de la población del viejo continente.
A Sarah le maravilla el poder de las redes sociales para abrir la mente de los no-musulmanes y normalizar el uso del hiyab. «Estoy convencida de que entre mis amigos y a través de mi perfil de Instagram he roto algunas ideas o tabúes que la gente tiene sobre el hiyab. Creo que he ayudado a muchos no-musulmanes a perder sus prejuicios sobre el velo», explica orgullosa a Yo Dona.
Como otras muchas chicas musulmanas en Occidente, se enfrenta cada día a las miradas que supone llevar la cabeza cubierta. Sin embargo, ser la titular de una cuenta de Instagram de éxito ha hecho que su entorno olvide el estigma del pañuelo y la vean como una ‘fashionista’ más: «Siempre me dicen ‘tú eres diferente, tú eres guay, una musulmana moderna’, pero la realidad es que casi todos somos modernos y hay un estereotipo que debe ser eliminado. La única diferencia es que yo sigo las tendencias, visto bien y no me da vergüenza mostrarlo».
En el Reino Unido también ha aflorado el hiyab. En Inglaterra y en Gales el número de musulmanes se ha duplicado en los últimos 10 años, según el Consejo Musulmán Británico. Ahora en la tierra de Shakespeare viven cerca de 2,7 millones de islamistas
Habiba da Silva es una de ellos, vive en Birmingham y marca tendencia a su paso. Más de 210.000 personas siguen sus estilismos en Instagram y su canal de Youtube cuenta con cerca de 46.000 suscriptores. Habiba es mucho más estricta siguiendo el código de vestuario islámico que otras compatriotas. En sus tutoriales muestra las maneras más ‘cool’ de ponerse el hiyab, la prenda que la cubre desde los 10 años. «Ponérmelo fue una elección personal, nadie me obligó. Mi madre me dijo que me lo pensara bien, que era una decisión importante y que quizá era demasiado joven. El hiyab me encanta, es una parte fundamental de mi identidad. No sería la misma si no lo llevara», explica Habiba, quien define su estilo como urbano, cómodo y humilde.
Sin embargo, aunque se siente «guapísima» con la cabeza cubierta, confiesa que hay días en los que cumplir con el código de vestuario se le hace cuesta arriba. «Viviendo en Occidente mantenemos una lucha interna cuando vemos toda esa moda y esos peinados fantásticos, entonces pienso ‘yo también querría enseñar la melena'», pero luego recuerda que llevar el hiyab es una cuestión de «modestia y de fe», y que además se siente realmente muy «glamourosa» con él.
Chicas como Habiba significan un apoyo importante para otras jóvenes musulmanas que meditan sobre la idea de cubrirse la cabeza. Esta ‘blogger’ recibe unos cinco emails diarios de otras chicas que comienzan a sentirse preparadas para dar ese paso. «Les aconsejo que se lo piensen bien, que no lo hagan irracionalmente, porque luego pueden darse cuenta de que no lo hicieron por las razones adecuadas y podrían arrepentirse. No hay que llevarlo por una cuestión de moda, sino por fe», insiste.
«Mucha gente piensa que el hiyab es un elemento opresivo y que nos impide ser libres y hacer lo que deseamos, pero es justo lo contrario, eso es lo que yo trato de demostrar», afirma, secundando la opinión de las jóvenes consultadas por este medio.
En las redes sociales son como cualquier ‘blogger’, «solo que con la cabeza cubierta y el cuerpo más tapado», reivindican. Un ‘tour’ por sus cuentas es toda una lección de estilo. Disfrutan comprando en tiendas como H&M, New Look, Forever21, Bershka, Mango o Zara, y siguen fielmente las tendencias noventeras que inundan las portadas de las revistas de moda. También son fetichistas de las deportivas, Habiba concretamente adora las Nike ‘Airforce 1’, que calza en muchas de sus fotografías.
Para adaptar los ‘looks’ a los dictados de su fe, recurren a las tendencias que mejor se amoldan a la norma de «no llevar transparencias y no mostrar demasiada piel». «Me encantan los kimonos largos, es una moda fantástica porque recuerda mucho a los clásicos ‘abaya-muslima’. Son supersimples, nada recargados; me encanta la ropa con ese toque ‘minimal'», cuenta Sarah.
Dentro de la moda islámica existen dos corrientes: la de las musulmanas occidentales y la de las chicas que viven en países árabes. En Occidente, la moda se impone de manera parecida a todas las mujeres, sean o no musulmanas. «Simplemente nos aseguramos de que las prendas cumplan con las normas de nuestra fe», apuntan. La ‘blogger’ Dina Tokio, con cerca de 450.000 seguidores en Instagram, es el paradigma de esta vertiente. «Hay un halo de temor sobre el hiyab por todo lo que sale en las noticias, pero para mí soy solo yo misma llevando el velo de la forma que más me gusta», replica.
En los países árabes el abanico de estilos es más abierto. El más popular es el estilo ‘abaya’, el tradicional en el mundo árabe, aunque también se puede lucir de una forma más moderna llevando la túnica abierta con un ‘outfit’ occidental debajo.
«Las musulmanas necesitan un ‘ídolo’, un ejemplo que les aconseje no solo en el mundo de la moda, sino también en áreas como la educación, el trabajo o sus metas personales. Todo aquel que piense que el hiyab es restrictivo está completamente equivocado. Las chicas musulmanas hoy día somos jóvenes independientes capaces de marcar tendencia», sentencia la joven Sarah, quien ha tomado Instagram como un campo de batalla contra los clichés que amenazan su religión y su forma de vida.