Uno de los presupuestos del proyecto de ética mundial de Hans Küng es que no puede haber diálogo religioso sin investigación sobre los fundamentos de las religiones. La propuesta de Küng contrasta a veces en la teología católica con un desconocimiento – diría más, en algunos casos, con una ignorancia enciclopédica, si se me permite el oxímoron, de las tradiciones religiosas no cristianas.
A partir del presupuesto indicado desarrolló un gigantesco proyecto de investigación sobre la situación religiosa de nuestro tiempo centrándose en las tres religiones monoteístas y proféticas: judaísmo, cristianismo e islam, al que dedicó tres lustros de intenso estudio, que en otros autores hubiera sido la obra de toda una vida. Son investigaciones hechas desde la honradez intelectual, el rigor científico, la originalidad metodológica, el compromiso por la paz, el buen entendimiento y, según confesión del propio autor, desde “una gran simpatía por las grandes religiones de la humanidad”.
Este trabajo, de alto nivel científico, reconocido internacionalmente por personas cultivadoras de las distintas ciencias de las religiones –antropología, sociología historia, psicología, filosofía, fenomenología-, así como teólogas y teólogos de las tres religiones con quienes dialogó de manera ininterrumpida durante más de seis décadas, desmiente las críticas de algún colega español que ha puesto en duda la competencia intelectual, el rigor científico y la fidelidad eclesial del teólogo suizo.
Estas críticas -o mejor, descalificaciones infundadas- están hechas por alguien que no ha destacado precisamente por una dedicación estable al cultivo de la teología ni por una obra teológica destacable. Las descalificaciones se basan en unos criterios estrechos de ortodoxia entendida como conservación acrítica, ahistórica e intemporal del “depósito de la fe”.
En su recorrido histórico, cultural y teológico por las tres religiones monoteístas, Küng no sigue la clásica división cuatripartita -en especial, en el caso del cristianismo- cristianismo-, sino que recurre a la teoría de los paradigmas científicos del historiador de la ciencia de Thomas Kuhn expuesta en su obra La estructura de las revoluciones científicas (1962), por considerarla un excelente instrumento para comprender los procesos evolutivos y los conflictos entre las religiones, tanto en sus grandes contextos históricos y sus rupturas epocales, como en la estructuración actual de sus contenidos.
Th. Kuhn define los paradigmas como “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” o “una constelación global de convicciones, valores, modos de proceder, etc., compartidos por los miembros de una comunidad determinada”. Son modelos globales y de comprensión e interpretación.
Por cambio de paradigma o revoluciones científicas entiende “aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible”.Ejemplos: la revolución copernicana en la astronomía, con el paso del geocentrismo al heliocentrismo; la revolución lavoiseriana en la química, con el paso del flogisto al oxígeno; el paso de la teoría corpuscular a la ondulatoria en la física, etc. Esto sucede cuando se quiebran las “creencias” científicas generalizadas y la nueva teoría es aceptada por la comunidad científica.
Küng ha aplicado la teoría de los cambios de paradigma de las ciencias de la naturaleza a la historia de las religiones pertenecientes a la familia monoteísta, pero no miméticamente, sino estableciendo afinidades y diferencias. Y lo ha hecho en tres obras de especial relevancia, que, como he indicado anteriormente, han tenido una excelente acogida en el mundo de los estudios históricos y un reconocimiento en el ámbito de las ciencias de las religiones: El judaísmo, Pasado, Presente, Futuro; El cristianismo. Esencia e historia y El Islam. Historia, Presente, Futuro, las tres publicadas en la editorial Trotta y con varias ediciones.
La primera obra de la trilogía se centra en el judaísmo, la más antigua de las tres religiones proféticas. Los objetivos de esta investigación son: identificar la sustancia religiosa del judaísmo, cómo la comprenden las nuevas generaciones, cómo ha vivido y resuelto el judaísmo el conflicto básico entre tradición e innovación y cómo asume los desafíos de la nueva época mundial. Estructura la historia del judaísmo en torno a seis grandes paradigmas: tribus de la era pre-estatal; reino de la era monárquica; teocracia del judaísmo post-exílico; paradigma rabínico-sinagogal de la Edad Media; paradigma de asimilación a la modernidad; paradigma de la postmodernidad.
La segunda es El cristianismo. Esencia e historia, donde el nuevo enfoque constituye un importante correctivo a la idea de uniformidad e inmutabilidad tanto de la Iglesia como de la teología. Ubica la historia del cristianismo en la historia de las civilizaciones, de la cultura y de la sociedad, en una relación bidireccional de mutua y enriquecedora interacción, al tiempo que mutua corrección.
Küng establece una tipología nueva de la historia del cristianismo, atendiendo a sus diferencias culturales, en torno a cinco grandes paradigmas: el judeo-apocalíptico del proto-cristianismo, el ecuménico-helenista de la Antigüedad cristiana, el católico-romano medieval, vigente en la Iglesia católica institucional hasta la celebración del Concilio Vaticano II de 1962 a 1965, el evangélico-protestante de la Reforma y el racionalista-progresista de la Modernidad.
Hay un sexto paradigma no desarrollado por Küng, que considero necesario incorporar dada su relevancia teológica y su significación sociopolítica a nivel mundial: el del cristianismo liberador, desarrollado durante los últimos cincuenta años primero en América Latina y después en el Sur Global, cuya imperativo ético-evangélico fundamental es la opción ético-evangélicas por las personas empobrecidas y por los pueblos oprimidos. El desarrollo teórico-práctico de dicho paradigma son las teologías de la liberación en sus diferentes manifestaciones: teología latinoamericana, negra africana, negra estadounidense y asiática, y en sus diferentes expresiones: teología feminista, del pluralismo religioso, económica, ecológica, campesina, etc.
La tercera obra de la trilogía es El Islam. Historia, Presente, Futuro, cuyo objetivo es capacitar a las personas interesadas en esta religión, sean creyentes o no, para el diálogo en la fase actual de transición hacia una nueva relación entre etnias, tradiciones culturales, tradiciones religiosas, lenguas, pueblos, naciones y continentes. Küng se pregunta dónde radica la fuerza del islam, religión profesada hoy por más de mil quinientos millones de personas en el mundo.
Responde a esta interrogación con un recorrido por la historia del islam a lo largo de los catorce siglos de existencia, y por su realidad actual en una exposición objetiva que, con sus diferencias culturales, agrupa en una “gran familia religiosa” a colectivos geoculturales tan diferentes como “los nómadas bereberes, los árabes próximo-orientales y los africanos, ya occidentales, ya orientales…; turcos, bosnios y albaneses, persas, pakistaníes, indios, chinos y malayos, así como, en tiempos más recientes, a personas de casi todos los países de la Tierra”.
Analiza las fuentes del islam, sus valores, sus símbolos, su mensaje, sus elementos constitutivos, la estructura de la cotidianidad musulmana, la política, la cultura y el arte islámicos. Su estudio se desarrolla en dos dimensiones perfectamente trabadas: la histórica y la sistemática. Y todo no en clave apologética, sino con sentido crítico, planteando las debilidades y omisiones, y sugiriendo las preguntas que, a su juicio, han de hacerselas personas y las comunidades musulmanas de hoy ante los desafíos de nuestro tiempo.
Son preguntas a plantear a las religiones en general y a las monoteístas en participar, si no quieren quedarse como figuras estáticas en el museo de cera. Creo que no ha pasado el tiempo de las religiones. Lo que sí ha pasado ha sido el dar respuestas del pasado a preguntas del presente. Cuando nos sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas. Y es a esas preguntas nuevas a las que hay que responder creativamente.
Si las religiones aspiran a tener relevancia histórica y significación cultural en perspectiva liberadora, han de reconocer y valorar positivamente la pluriversidad cultural, religiosa, espiritual, étnica, ética, ecológica, adoptar una actitud de diálogo con los nuevos climas culturales y colaborar en la respuesta a los grandes de desafíos de nuestro tiempo, cuales, entre otros -que cada lector amplíe los desafíos- son, entre otros, las desigualdades económicas, la injusticia de género, el retorno de los fascismos, el avance de la extrema derecha política en alianza con los fundamentalismos religiosos, que en el caso del cristianismo ha dado lugar al “cristoneofascismo“.