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Haciendo la ola a la iglesia · por Sabino Cuadra Lasarte

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Los miles de personas que han participado en los 75 actos del programa festivo popular no echaron en falta tampoco el olor a incienso y las medievales casullas sacerdotales.

La noticia tuvo escaso eco en los medios. La Comisión de Fiestas del Casco Viejo de Iruñea, organizadora de las fiestas de San Fermín Txikito, decidió que en su programa de septiembre de este año solo se incluirían actos que tuvieran carácter gratuito y laico. Quedaban fuera en consecuencia la misa y procesión tradicional que, si bien se realizaron con normalidad, se quedaron sin recibir la bendición de la Comisión. Los miles de personas que han participado en los 75 actos del programa festivo popular no echaron en falta tampoco el olor a incienso y las medievales casullas sacerdotales.

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), entre el año 2000 y el 2024, en el conjunto del Estado las personas autodefinidas como católicas ha pasado del 84,7% a un 54,5%. Las dos terceras partes eran además no-practicantes. A destacar que el porcentaje de creyentes es bastante menor en la juventud, puesto tan solo llega al 36,4% (datos de 2023). La tendencia pues es clara: cada año que pasa desaparece una población envejecida, mayormente creyente, y ocupa su lugar otra que no lo es.

Por lo que a Nafarroa se refiere, en 2018 nuestra comunidad era en el Estado la que contaba con más personas no religiosas (54,7%), o sea, ateas, agnósticas o no creyentes, frente a tan solo un 38% que se declaraba católica. Le seguían en el ranking, por este orden, Catalunya, Baleares, Madrid y la CAV. Por último, si bien la encuesta no decía nada al respecto, es más que probable que Nafarroa sea también la number one europea y mundial en la utilización de la blasfemia como modo habitual de expresión.

Si analizamos por otro lado el nivel de vocaciones o el de la práctica religiosa podemos comprobar una tendencia similar. Nafarroa pasó hace ya décadas de ser un vivero sacerdotal y misionero, a todo lo contrario. Muchos sacerdotes, frailes y monjas proceden ahora de países que antes fueron tierra de misiones. En cuanto a la práctica religiosa, la soledad de las iglesias y sus cultos –misas, rosarios…- es apabullante. En Nafarroa, por ejemplo, el número de bodas civiles triplica casi ya al de las de rito católico, a lo que hay que sumar el creciente número de quienes se arrejuntan sanamente sin contar con reconocimiento religioso o administrativo alguno.

¿Qué quiero decir con lo anterior? Pues que mientras las tendencias sociales apuntan en una dirección, en muchas ocasiones las instituciones y sus partidos permanecen atascados en rancias posturas que nada tienen que ver con la sociedad en la que viven y les vota. Me refiero en primer lugar, al mantenimiento de los grandes privilegios que mantiene la Iglesia desde la Transición (Acuerdos con el Vaticano de 1979), que dan continuidad al enorme poder económico, religioso, cultural, educativo y social que la Iglesia Católica tuvo durante el franquismo, régimen del cual fue soporte ideológico esencial, sin que luego en la Transición se le exigiera pagar peaje alguno por su tránsito a la actual monarquía constitucional. Status que en el marco parlamentario, tanto estatal como autonómico, ha sido objeto de muy poca o nula atención por parte de las formaciones políticas allí presentes, a pesar de que en teoría buena parte de ellas afirman el laicismo como una de sus señas de identidad.

Pero volvamos a San Fermín Txikito y a su padre, San Fermín el Grande y su fastuosos actos religiosos. El programa oficial de los sanfermines sigue incluyendo las Vísperas cantadas en la Capilla de San Fermín de la Iglesia de San Lorenzo el día 6, la procesión del día 7 y su misa posterior, y la Octava de San Fermín del día 14, algo que carece de justificación alguna por su carácter anacrónico, su falta de respeto ante esa población que se autoafirma como atea, agnóstica y no creyente y no responder a las afirmaciones de identidad laicas de las fuerzas que componen la mayoría municipal.

Se dirá que estos actos, sobre todo la procesión, goza de un respaldo popular importante, pues son miles las personas que salen a la calle y se asoman a los balcones para verla pasar, lo cual es cierto. Pero, ¿cuanta sería la gente que llevada de su fervor religioso acudiría a este acto a ver pasar el arzobispo, el cabildo catedralicio y los cofrades de la Hermandad de la Pasión, si vaciáramos la procesión de la presencia del Ayuntamiento, la banda La Pamplonesa, el grupo de danzas Duguna, la representación de las Peñas y la comparsa de gigantes y kilikis?

En agosto de 2014, a propuesta del PNV se planteó en el Ayuntamiento de Donostia recuperar la tradición que de incluir en el calendario festivo oficial de la Semana Grande la procesión de la Salve, suprimida en 1994. Votaron a favor PNV y PP, y en contra EH Bildu, PSE e Irabazi, por lo que la misma no pasó. Desde entonces nadie ha vuelto a insistir en el tema. La procesión se sigue haciendo, pero sin respaldo oficial alguno, y el mundo no se ha hundido, ni ha desaparecido la Concha tragada por un sunami celestial.

La procesión sanferminera del día 7 es un acto religioso. Así lo afirma la liturgia católica, y punto. Es por ello que la presencia en la misma de una representación de las peñas y de la corporación municipal carece de sentido cívico alguno, pues no respeta la pluralidad de creencias e increencias ciudadanas y está anclada en un rancio pasado hoy inexistente. Las costumbres que van a contracorriente de la historia deben ser suprimidas, como se suprimieron en su día el nombramiento de “madrinas” sanfermineras en las peñas o la prohibición a que las mujeres pudieran ser socias de éstas.

La decisión de la Comisión de las fiestas de San Fermín Txikito de recoger en su programa oficial solamente actividades laicas tiene más importancia de lo que parece. Es un primer paso en el camino a recorrer para acabar ya de una vez con este contubernio clérico-social-institucional. Llevar este debate a todos estos ámbitos es algo completamente necesario a fin de dejar de hacer la ola a esta Iglesia en nuestros espacios lúdicos y festivos. ¡Amén!, o sea, que así sea.

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