Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Hacia una sociedad postsecular? La gestión pública de la nueva diversidad

En esta sección incluimos artículos relevantes del ámbito académico con el objetivo de conocer la información o los argumentos que plantean en sus estudios, aunque Europa Laica no comparta las tesis que en los mismos se exponen.


INDICE

INTRODUCCIÓN

I EL DIAGNÓSTICO DE LA POST-SECULARIDAD

VALERIANO ESTEBAN SÁNCHEZ: Más allá de la secularización

ÁNGEL RIVERO RODRÍGUEZ: La vuelta de la religión a la política en Europa

CARLOS ALBERTO PATIÑO VILLA: Los fundamentalismos religiosos como síndrome antimoderno

II-LA GESTIÓN PÚBLICA DE LA NUEVA DIVERSIDAD RELIGIOSA

SOLANGE LEFEBVRE: Inmigración y religión. Balance de cuatro comisiones nacionales sobre la diversidad

AVIGAIL EISENBERG: La discriminación pública de la identidad religiosa.La criminalización de las prácticas poligámicas de los mormones en Canadá

DENISE HELLY: Formas de intolerancia religiosa

FRANCISCO COLOM GONZÁLEZ: Entre el credo y la ley.Minorías etno-religiosas y fenómenos de pluralismo jurídico

INTRODUCCIÓN
Los cambios sociales identificados con la modernidad han sido con frecuencia interpretados como un proceso histórico a lo largo del cual los fundamentos religiosos del poder político y de las identidades colectivas se verían progresivamente sustituidos por referencias secularizadas. Los hechos no han desmentido totalmente este diagnóstico, pero durante las últimas décadas hemos sido testigos de cómo las relaciones entre la religión y la esfera pública se han convertido, una vez más, en objeto de atención y debate. Si bien es cierto que la legitimidad política ya no se evalúa primordialmente  en términos trascendentes, los valores religiosos siguen desempeñando un papel político relevante en una sociedad tan desarrollada como las estadounidense y en numerosos países del llamado Tercer Mundo. Incluso en sociedades mayoritariamente secularizadas, como las europeas o la canadiense, los debates sobre el secularismo, su relación con la educación pública y la exhibición de símbolos religiosos, o sobre el significado del matrimonio, el acomodo de las minorías religiosas y el papel de la herencia cristiana, han resurgido con fuerza, a menudo ligados a cuestiones étnicas o de gestión de la diversidad cultural. La equivalencia unívoca entre modernización y secularización no resulta ya, pues, sostenible sin mayo res matices. En este sentido, la experiencia europea se presenta más bien como una excepción, no como la regla,lo que tampoco significa que estemos presenciando un proceso general de religamiento del mundo. Las religiones constituyen una ligazón cultural y un recurso simbólico de las sociedades que no tiene visos de desaparecer, pero sus funciones están mutando hacia nuevas configuraciones. Asistimos, pues,a una profunda transformación en los parámetros sociales de la religión, un contexto en el que ésta ya no constituye el horizonte fundamental de referencia, pero tampoco ha cedido por completo su lugar a formas absolutamente secularizadas o interiorizadas de identificación. Estos fenómenos obligan arevisar el papel del elemento religioso en las sociedades de la modernidad tardía, así como los principios necesarios para su gestión pública. Este pano-rama social es al que hemos dado en calificar de post-secular.

El Estado liberal concibió el tránsito desde la sociedad agraria tradicional ala moderna sociedad industrial como un proceso que convertía a las personas en individuos y los impulsaba a interactuar en un espacio económico concebido como mercado y en una esfera pública culturalmente homogeneizada. Al margen de las concepciones cívicas o étnicas de la nación, la separación institucional de la religión y la política se sustentaba sobre el supuesto de que los procesos de modernización equivalían a una secularización de las referencias de legitimidad política. Sin embargo, una de las tensiones más recurrentes en las sociedades contemporáneas ha provenido de grupos que defienden como una reclamación legítima el reconocimiento de su identidad colectiva en el espacio público y rechazan el mecanismo liberal de privatización de las diferencias culturales. Este fenómeno se ha planteado sobre todo desde concepciones étnicas, pero también religiosas. De hecho, ambas concepciones han confluido frecuentemente con el incremento de los flujos migratorios internacionales. La maduración del proceso migratorio en las sociedades del Primer Mundo, tanto como la ampliación de los horizontes culturales propiciada por la modernidad y la creciente autonomía en la determinación individual de los estilos de vida, ha provocado una transformación del panorama religioso notablemente alejado de los pronósticos clásicos de la teoría de la secularización. El incremento en número y visibilidad de los segmentos de población que se resisten a la secularización o practican credos distintos del mayoritario, con la consiguiente manifestación pública de sus filiaciones, ha generado debates de nuevo cuño sobre el lugar y la gestión de lo religioso. La pérdida de seguridades sobre la identidad y el status colectivo ha generado asimismo situaciones de pánico moral y reacciones etnocéntricas camufladas en ocasiones de secularismo. Al proyectarse sobre el espacio público y tratar de defender o ganar espacios de influencia, las tensiones sociales generados por la nueva diversidad religiosa son en muchos casos inevitables, pero es preciso gestionarlas desde los medios que ofrece la cultura política y jurídica de cada país. Se trata de retos que afectan a los procesos globales de cohesión social y a los que las autoridades se han enfrentado con medidas de distinto calado que afectan a la convivencia cotidiana en los espacios públicos y en los centros de trabajo y educativos.

Aprovechando la rica experiencia de un país como Canadá, caracterizado por su diversidad cultural y por el grado de apertura de sus políticas para la gestión de la misma, este volumen ofrece una amplia visión sobre la cambiante interpretación de las identificaciones religiosas en las sociedades modernas y un muestrario de las dificultades políticas y jurídicas que, en ocasiones, plantea el acomodo de la nueva diversidad religiosa. En el primer capítulo, Valeriano Esteban somete a revisión el clásico diagnóstico sobre la secularización por parte de la literatura sociológica contemporánea. En la Europa del siglo XIX,esta idea sirvió para interpretar el significado global de los nuevos cambios sociales y el papel de la religión en los mismos. De la mano de unas ciencias sociales etnocéntricas, la idea de la secularización se proyectó como destino inevitable de toda la humanidad logró mantenerse como interpretación canónica hasta verse finalmente desacreditada por la evolución del mundo extra-europeo. En el siguiente capítulo Ángel Rivero aborda las consecuencias de ese errado diagnóstico, a saber, la reaparición de la religión como algo inesperado en la concepción occidental de la historia moderna. Según la interpretación convencional, el laicismo vendría a ser la religión secular de occidente,una visión de la historia como progreso y civilización que, frente al mesianismo trascendente cristiano, concibe la redención terrena en un futuro alcanzable.Abundando en esta idea, Rivero mantiene que el proyecto universalista occidental no escapa a las propias limitaciones culturales del hemisferio. La idea de civilización, por tanto, no ha sido el remedio para el conflicto religioso sino el desencadenante principal del mismo en muchas ocasiones. Concluye así que las instituciones políticas occidentales poseen un reconocible origen cristiano y, por ello, el conflicto con las religiones no cristianas que han propiciado la vuelta de la religión al escenario político en Europa resulta prácticamente in-evitable. Carlos Patiño advierte, sin embargo, en el capítulo siguiente que nonos encontramos ante una retracción histórica o un retorno de lo mismo. El fenómeno de los fundamentalismos ilustra, en su versión extrema, cómo algunos elementos del resurgimiento religioso son esencialmente modernos por su manera de relacionarse con los medios de comunicación y de movilización social. El factor arcaizante viene dado por la legitimación trascendente de sus objetivos sociales y políticos, no por la manera de activarlos.

La segunda parte del libro aborda una serie de aspectos y dificultades relevan-tes para la gestión de la nueva diversidad religiosa. Para ello se sirve, aunque no de manera exclusiva, de la experiencia canadiense como elemento de referencia. Solange Lefebvre ofrece una lectura comparada de cuatro informes oficiales que han marcado respectivamente las políticas de gestión de la diversidad socio-cultural en el Reino Unido, Francia, Quebec y Bélgica. La comparación se articula en torno a tres grandes temas: las controversias en torno a la identidad colectiva, la repercusión social de las identidades religiosas y los distintos modelos ensayados nacionalmente para conciliar diversidad y unidad social. Avigail Eisenberg se centra, por el contrario, en una experiencia mucho más concreta: el tratamiento jurídico concedido en Canadá a las prácticas poligámicas de los llamados mormones fundamentalistas. Este caso resulta interesante porque pone de manifiesto la dificultad que entrañan los criterios para juzgar las prácticas que determinados grupos sociales reivindican en nombre de su identidad religiosa. Para circunstancias como éstas Eisenberg propone un conjunto de buenas prácticas que permitan orientar normativamente a los responsables de la toma de decisiones sobre formas de vida controvertidas y alejar los riesgos del prejuicio o la discrecionalidad. El prejuicio es precisamente lo que, según denuncia Denise Helly en otro capítulo, alimenta la islamofobia enmascarada de secularismo que ha aflorado en algunos sectores de la sociedad canadiense y que en Quebec dio lugar a la crisis de los acomodos razonables. El caso de los arbitrajes religiosos y otras formas paralegales de conciliación sirven en el último capítulo para abordar los fenómenos de pluralismo jurídico creados por la privatización de las funciones de regulación pública y por la interacción de las minorías culturales con los sistemas legales estatales.Esa interacción genera problemas políticos, pero también curiosos procesos de internormatividad. Tras analizar diversas experiencias en Europa y América del norte, se concluye que no es posible atribuir al pluralismo jurídico un efecto inherentemente emancipatorio o alienante sobre las minorías que lo generan.Tales efectos dependen de la inserción del fenómeno en un contexto más amplio de prácticas jurídicas y políticas. En cualquier caso, el reconocimiento de espacios jurisdiccionales diferenciados por razones de etnia o credo sólo resulta políticamente viable como una excepción bien justificada bajo el control de una esfera pública fluida y democrática.

Francisco Colom González y Ana López Sala

Francisco Colom González es profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Centro de Ciencias Humanas y Sociales).
Ana López Sala es socióloga y Científica Titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Centro de Ciencias Humanas y Sociales).

……………

Documento completo en Academia

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share