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Guerra total en el Vaticano: los escándalos financieros salpican a la Secretaría de Estado

Francisco celebró, por sorpresa, el Jueves Santo junto al cardenal Becciu, defenestrado por el Papa dentro del escándalo de compra-venta de inmuebles de lujo con el dinero de los pobres.

La Justicia vaticana se desangra. En mitad de la lucha de poder en el interior del Vaticano (renovadores contra conservadores, ‘Bergoglianos’ vs vieja guardia), y cuando las reformas en la Curia están a punto de ver la luz, antiguos escándalos vuelven a salpicar las depauperadas cuentas vaticanas. Y a cuestionar los procesos de investigación de los tribunales de la Santa Sede.

El último ejemplo lo hemos visto esta misma semana, dentro del ‘escándalo Becciu’, el todopoderoso cardenal italiano, responsable de la ‘fábrica de santos’ vaticana y que el pasado 24 de septiembre fue defenestrado por Francisco –sigue siendo purpurado, pero ha perdido sus derechos como cardenal. De hecho, no podría intervenir en un hipotético cónclave– por supuestos manejos financieros que podrían haber beneficiado a empresas de su familia, por la creación de una red diplomática paralela a la de la Secretaría de Estado y, especialmente, por el uso del dinero procedente del Óbolo de San Pedro –los fondos del Papa para ayudar a los pobres del mundo– para la compra-venta de palacios de lujo en Londres, Roma, París y otras capitales europeas.

¿Y qué ha ocurrido? Que la justicia británica, concernida con los negocios presuntamente fraudulentos en la capital del Reino Unido, ha dado un soberano rapapolvo a la instrucción de los tribunales vaticanos. Así, en un inédito fallo, el juez Tony Baumgartner del Tribunal de la Corona en Southwark, revocó la decisión de otro juez de confiscar las cuentas bancarias británicas del corredor bursátil Gianluigi Torzi, acusado por el Vaticano por corrupción.

La Santa Sede había solicitado la confiscación de los bienes de Torzi y otros sospechosos, acusados de perder 350 millones de euros, procedentes del Óbolo de San Pedro, en el edificio del barrio de Chelsea.

Lejos de aceptar la propuesta vaticana, el magistrado ha criticado con dureza la actuación de los fiscales de la Santa Sede, a quienes ha acusado de hacer “tergiversaciones espantosas” acerca de la inversión de la Santa Sede en el palacio de Sloane Avenue, financiado con dinero de los pobres, y deniega la petición de fianza contra Torzi, en libertad desde junio tras abonar casi tres millones de euros.

Parolin lo aprobaba todo

La justicia británica va mucho más allá, y lejos de quedarse en la denegación de las medidas solicitadas por el Vaticano, acusa al mismísimo secretario de Estado, Pietro Parolin, y a su mano derecha, Edgar Peña Parra, de estar detrás de cada operación de compraventa de edificios de lujo en Londres y otras capitales europeas.

La conclusión a la que han llegado los magistrados británicos es que todas las operaciones formales contaron con la aprobación del cardenal  Parolin y Peña Parra, a quienes los sectores conservadores acusan de estar detrás de la defenestración del cardenal Becciu. 

De hecho, la propiedad adquirida con el dinero del Óbolo acabó, como es sabido, en el centro de una cadena de transacciones, hasta el punto de hacer estallar una guerra interna entre el Banco Vaticano y la Secretaría de Estado por el control de la propiedad y de los fondos confidenciales que manejaba la Secretaría de Estado, y que destapó el ‘escándalo Becciu’, con su salida del dicasterio de Causas de los Santos y del Colegio cardenalicio.

“No considero que haya motivos razonables para creer que el señor Torzi se haya beneficiado de una conducta criminal”, escribió en su fallo Baumgartner, quien señaló que “falta de divulgación y tergiversaciones del Vaticano son tan atroces que la sanción final” de revertir la incautación de activos del corredor de bolsa era apropiada. Así que Torzi vuelve a tener sus tres millones de euros, y la Santa Sede un problema.

No ha sido el único rapapolvo a los tribunales vaticanos. En enero, un tribunal de Milán denegó la extradición de Cecilia Marogna, la empresaria que colaboró con Becciu en la creación de un entramado diplomático paralelo al de la Secretaría de Estado, en una muestra más de la guerra total entre facciones en la Curia vaticana.

El Papa reza con Becciu

Un espectáculo que este Jueves Santo vivió un nuevo capítulo, todavía sin explicar, y que protagonizó el mismísimo papa Francisco. Seis meses después de su cese, Bergoglio renunció a presidir los Oficios del Jueves Santo en la basílica de San Pedro. Pocas horas después, el entorno de Becciu filtró que Francisco había acudido al apartamento del purpurado para celebrar con él la misa.

Una visita que muchos han interpretado como una ‘rehabilitación’ del cardenal italiano, y que otros ven como un ‘gesto’ de Bergoglio, inserto dentro de la dinámica con la que está orientando este pontificado, y que descoloca a unos y a otros.

Y es que, apuntan fuentes bien informadas, Francisco siempre acudía en Jueves Santo a visitar a presos, a lavarles los pies y a mostrar su cercanía. Esta, y no otra, podría ser la explicación de la visita al ‘preso’ Becciu. Que, seis meses después, aún espera si la Justicia vaticana abre definitivamente, o no, el proceso contra él. Por detrás, los sectores más conservadores siguen manejando los engranajes de la Curia a su antojo. Al menos, hasta que, por fin, termine de aprobarse la reforma del aparato. ¿Después de Semana Santa?

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