Un hombre arregla un cartel rasgado de la candidata iraquí Zeinab al-Alawi. ALAA AL-MARJANI / REUTERS
Irak era uno de los países más avanzados de Oriente Próximo en derechos de la mujer. Tras la invasión estadounidense, el ascenso de los partidos religiosos y las secuelas abiertas por el conflicto sectario condenaron a las féminas al ostracismo y la discriminación.
En su carrera hacia el Parlamento, las iraquíes han padecido una zancadilla capaz de destrozar hasta la reputación más blindada a las murmuraciones. En las últimas semanas han aflorado vídeos con supuestos escándalos sexuales salpicando a algunas de las candidatas en liza. «Esos vídeos eróticos son una manera muy vulgar de difamar y presionar para impedir que tengamos éxito», admite a EL MUNDO Naheda el Daene, quien aspira a hacerse con un escaño por la provincia de Diyala, a unos 84 kilómetros al norte de Bagdad. «Por desgracia vivimos en una sociedad de Oriente Próximo en la que vídeos que calumnian el honor suponen el suicidio político inmediato de la víctima», agrega.
Una cuarta parte de los 329 diputados del Parlamento está reservada a la representación femenina, conforme a un sistema de cuotas fijado por la constitución redactada tras la caída de Sadam Husein. En total, 83 asientos que se disputan más de 2.600 candidatas en todo el país, una cifra de participación que ha pulverizado registros. Según la ley electoral, si las postulantes no cosechan el número suficiente de sufragios para obtener el escaño, es responsabilidad de las formaciones escoger a aquellas aspirantes con más apoyo para incluirlas en la lista final de cada circunscripción. En 2010, solo cinco mujeres lograron asegurarse un sitio a través de las urnas. «Los partidos han tratado sistemáticamente de reducir el porcentaje. A nosotras, en cambio, no nos parece suficiente. Habría que elevar la cuota hasta el 40 por ciento«, opina en declaraciones a este diario Hanaa Edwar, una histórica activista de derechos humanos que dirige en Bagdad la asociación Al Amal (Esperanza, en árabe).
«Temen a las mujeres valientes, educadas y abiertas»
La competencia por hacerse un hueco en el hemiciclo ha estado ensombrecida por una feroz campaña de descrédito de las aspirantes, lanzada al abrigo del anonimato de las redes sociales. «Se han difundido hasta cinco vídeos de contenido sexual de varias candidatas. Es un ataque contra las mujeres que busca propagar el temor entre quienes dan el paso de presentarse», denuncia Edwar, preocupada por las repercusiones de un hostigamiento que ha obligado incluso a la ONU a elevar la voz. «Quienes se esconden detrás de la difamación, el acoso cibernético y el hostigamiento os están tratando de asustar», advirtió el mes pasado el representante de la ONU en Irak, Jan Kubis, durante un encuentro con algunas candidatas. «Temen a las mujeres educadas, dinámicas, valientes y abiertas que legítimamente reclaman su espacio y desempeñan un papel importante en la vida política del país», añadió.
La persecución, sin embargo, no ha cesado. Los carteles de las féminas han sufrido la ira de los sectores más recalcitrantes. En la capital, algunos reclamos han sido manchados con barro o directamente destruidos y en las redes se han divulgado comentarios sobre la apariencia de quienes litigan por una presencia en el próximo Parlamento. La operación de airear supuestas grabaciones que muestran a las candidatas en sus alcobas o luciendo ropa interior se ha cobrado algunas víctimas. Intisar Ahmed, una candidata de la alianza Al Nasr del actual primer ministro, arrojó la toalla después de denunciar públicamente la difusión de «una fabricación orquestada para apartarla de la carrera electoral».
Conquistas en peligro
«Algunos partidos y sectores de la sociedad iraquí no quieren ver a las mujeres participando en la escena pública pero creo que hemos demostrado con creces que somos eficaces en política«, recalca desde Bagdad Magda al Tamimi, candidata de la heterogénea coalición formada por el clérigo chií Muqtada al Sadr. Irak era uno de los países más avanzados de Oriente Próximo en derechos de la mujer. Tras la invasión estadounidense, el ascenso de los partidos religiosos y las secuelas abiertas por el conflicto sectario condenaron a las féminas al ostracismo y la discriminación.
A finales del año pasado, el Parlamento rechazó por enésima vez la reforma de una de las leyes de estatuto personal más progresistas de la región, en vigor desde 1959, que abría la puerta al casamiento de niñas de nueve años. Obstinada en continuar la lucha, la ex diputada Intisar Alawi reconoce que tiene un sueño aún pendiente: «Que una mujer llegue a ser primera ministra». «Nunca renunciaremos a librar esta batalla. El objetivo ahora es obtener más escaños», concluye.