Haga el lector/a el siguiente ejercicio en la arena: Inserte dos estacas separadas unos tres metros y ate una cuerda de cuatro a cada una de ellas. Desplace una tercera estaca estirando la cuerda, mientras traza una línea alrededor de las otras dos. Cuando haya terminado habrá dibujado, además de una elipse, un amplio abanico de medidas socio-económicas que cubren casi todo el espectro político. Si quiere verlo aplicado a la política educativa, siga leyendo hasta el final.
Durante estos días los medios de comunicación se hacen eco de la palabra pacto: Pacto económico, para salir de la crisis; pacto de Toledo, para garantizar las pensiones y pacto educativo, para impulsar una educación de calidad. Describiré la geometría de éste último utilizando la famosa curva bautizada por Apolonio de Perge, que define también la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol. Para ello haré una suposición: Pactar es bueno, porque es un acuerdo entre varias partes para desarrollar a largo plazo un proyecto compartido. Sin él, su continuidad no está garantizada, debido a los vaivenes de la política. En el caso de la educación, gobierno, oposición (/es), sindicatos de profesores/as y asociaciones de padres/ madres y estudiantes se comprometen a mantener durante un tiempo suficiente una serie de medidas para conseguir un objetivo irrenunciable: La disminución del fracaso escolar. Todas las partes están de acuerdo, además, en la vía para conseguirlo, que consiste en dotar al sistema de legislación estable y de fondos suficientes para llevar a cabo las reformas pertinentes. Ésta es la cuerda de cuatro metros con la que se quiere diseñar el pacto.
Observe el lector/a que sólo se establece un centro para generar una figura “perfecta”: La circunferencia. Todas las medidas girarían en torno a este centro ideal, en el que tienden a confluir unos hipotéticos principios educativos comunes. Pero esto es una falacia. No hay un único centro, si no, al menos, dos focos ideológicos, en los cuales subyacen dos formas muy diferentes de ver el mundo y la educación. Son los focos de una elipse imaginaria en la que convergen las respuestas a una pregunta fundamental:¿Qué clase de educación queremos? Una educación liberadora e integradora, que forme ciudadanos/as críticos y comprometidos socialmente o una educación competitiva y excluyente, que garantice individuos desmovilizados al servicio del mercado. Los dos focos están a años luz de distancia y no existe un punto equidistante, si no es en la imaginación de los líderes que medran, de forma oportunista, en torno al centro político. Cualquier pacto educativo que se construya estará más cerca de un foco que del otro. Y si, finalmente, lo que se promueve gira en torno a las propuestas de la derecha, habremos dibujado un tramo de la elipse muy cerca de planteamientos reformistas y elitistas. Si, por el contrario, el gobierno dibuja un trazado más cercano al otro foco, el que promueven las organizaciones de izquierda, nos habremos situado en el lado de la igualdad real de oportunidades. No hay circunferencia: Los dos focos no pueden coincidir.
Bajo nuestro punto de vista, el pacto educativo que necesitamos debería construirse en torno al modelo de escuela que proponen, en carta dirigida recientemente al Ministro de Educación, varias organizaciones progresistas, como IU, CEAPA, Sindicato de los Trabajadores/as de la Enseñanza, Europa Laica, etc. Una escuela pública en la que el Estado ejerce la titularidad y la gestión. Una escuela laica que respeta la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, y, por tanto, las opciones ideológicas, políticas y morales del alumnado, de sus familias, del profesorado y de todos los trabajadores y trabajadoras de los centros, lo que supone la eliminación de los símbolos religiosos, del adoctrinamiento de cualquier naturaleza y de la financiación de la enseñanza confesional. Una escuela inclusiva, concebida como una escuela para todos/as, en la que el alumnado alcanza los fines comunes de la educación y en la que no se excluye a nadie por razones socioeconómicas, de etnia, de sexo, de religión, de cultura o de edad, lo que implica eliminar la financiación total de los centros que discriminan por razón de género o de cualquier otra circunstancia contemplada en el artículo 14 de la Constitución. Finalmente, una escuela igualitaria en la que todos/as se reconocen mutuamente, desde las diferencias, como iguales en dignidad, derechos y deberes y, especialmente, en el derecho a una educación de calidad y al éxito educativo.
Si el pacto se aleja de estos posicionamientos, se habrá adelantado el vuelco electoral que vaticinan las encuestas, poniendo a la derecha al timón de la escuela antes de que hablen las urnas. Pero, ¿es este el pacto que queremos la mayoría de los ciudadanos/as?
Casimiro Jesús Barbado López
Profesor de Secundaria/ Miembro de Córdoba Laica