La procesión pagana se desarrolla pese a las grandes precipitaciones
Eran pasadas las doce de la noche del Jueves Santo cuando Genarín, el santo pellejero como es conocido en León, volvía a salir por las calles de la ciudad para recordar la figura del que fuera uno de los borrachos más queridos de la capital leonesa, atropellado por el primer camión de la basura que tuvo León hace más de 70 años, mientras hacía sus necesidades junto a la muralla.
Entre una gran cantidad de público, que horas antes ya se había instalado en la plaza del Grano para beber el preciado oro líquido que popularizó más si cabe Genaro Blanco Blanco, el orujo, las primeras figuras del cortejo comenzaron a salir, pese a que justo en ese momento la lluvia se volvió aún más fuerte.
Se trataba de los cuatro evangelistas, caracterizados con cuatro cabezones, que recordaban a los cuatro amigos de Genarín, con los que compartía fiestas y risas antes de su precipitada muerte, y que después contribuyeron a hacer más grande si cabe su leyenda.
Después salió el paso en el que la cuba de orujo fue también vitoreada como es tradición, con vasos de aguardiente en alto para brindar como dice la vieja copla leonesa: «Y siguiendo tus costumbres, que nunca fueron un lujo, bebamos en tu memoria una copina de orujo».
Después salió la Moncha, esa vieja prostituta amiga de Genarín, que fue quien socorrió al protagonista de la noche aquel fatídico Jueves Santo cuando la Bonifacia (nombre que recibió el mencionado camión de basuras) lo atropelló.
Por último, el más esperado, la talla de Genarín, cubierto con un plástico (al igual que la Moncha), y que fue precedido de varios hermanos de su cofradía, que portaban velas para hacer más místico el momento.
Poco a poco fueron avanzando por las calles del barrio Húmedo, testigo de las grandes fiestas que Genarín, junto a sus cuatro inseparables amigos (un taxista, un poeta, un rico y un árbitro), protagonizaban casi todas las noches. En la plaza del Húmedo se leyeron una vez más las coplas con las que cada año recuerdan los momentos más importantes de la vida del santo pellejero, para a continuación seguir el tradicional camino que finalmente les llevó al Arco de la Cárcel.
Allí, con la lluvia como invitada de excepción, el hermano trepador volvió a depositar las viandas con las que cada día se alimentaba Genarín (queso, pan, naranjas y una botella de orujo) en lo alto de la muralla, mientras cientos de leoneses gritaban aquello de «coca cola asesina, el orujo al poder»
Archivos de imagen relacionados