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Gambia: el país africano que se convirtió en república islámica

Gambia es una pequeña nación de África Occidental de mayoría musulmana.

Aunque esa religión prohíbe el consumo de alcohol, la principal compañía del país es una cervecera.

Además, a menudo cristianos y musulmanes se casan entre sí y el presidente cree en la magia negra.

Entonces, ¿por qué Gambia fue proclamada como la segunda república islámica de África hace unas pocas semanas?

El controvertido presidente Yahya Jammeh, quien acumula 21 años en el poder, hizo esa proclamación el pasado diciembre para «salir del legado colonial» de Reino Unido, según anunció en el único canal de televisión del país, regulado por el Estado.

Los analistas creen que en realidad Jammeh quiere atraer las inversiones de los países musulmanes del Golfo Pérsico, después de que las naciones occidentales suspendieran sus ayudas por las presuntas violaciones de los derechos humanos cometidas por el gobierno gambiano.

Así, Gambia se ha convertido en la segunda república islámica de África junto a Mauritania.

Miembros de la oposición aseguraron que esta proclamación es inconstitucional, ya que la Carta Magna del país establece que Gambia es una nación laica.

La mayoría de los gambianos son musulmanes (94%), pero es común que compartan tradiciones culturales e incluso contraigan matrimonio con la minoría cristiana (4%).

Jammeh, quien gobierna desde 1994 tras un golpe de Estado, prometió públicamente que, aunque Gambia sea oficialmente una república islámica, se respetarán todos los cultos.

Sin embargo, las alarmas saltaron a principios de este año cuando el Ejecutivo emitió un decreto que ordenaba a las mujeres funcionarias del gobierno el uso obligatorio del velo, sin importar su religión.

Esta semana, debido a la controversia causada, el gobierno anunció que dejaba sin efecto la medida.

En sus dos décadas como gobernante, Jammeh ha despertado la preocupación de la comunidad internacional por algunas de sus excéntricas prácticas que han llegado a tener fatales consecuencias.

En 2009, por ejemplo, mandó detener a 1.000 gambianos, acusándolos de brujería, para luego hacerles tomar brebajes alucinógenos que provocaron la muerte de algunos.

Y en 2007 afirmó que podía curar el sida con combinaciones herbales que solo él podía administrar a la población.

La decisión de Jammeh tiene el propósito de atraer la atención de potencias petroleras y musulmanas como Qatar, Baréin y Kuwait, según indican algunos analistas.

La crisis del virus del ébola del pasado año causó mucho daño en la economía local, basada en gran medida en el turismo, que constituye una quinta parte del Producto Interno Bruto, de acuerdo a un informe de la Agencia de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés).

Los pagos de intereses de la deuda de Gambia consumirán alrededor de 31% de los ingresos del gobierno durante este año fiscal.

La principal actividad económica del país es la agricultura y menos de la mitad del territorio cultivable es productivo, por lo que el progreso económico del país tradicionalmente ha dependido de las ayudas financieras de Occidente.

Sin embargo, la Unión Europea suspendió en 2014 una ayuda de US$14,2 millones luego de conocer los reportes de la organización Human Rights Watch sobre presuntas violaciones de los derechos humanos.

«La medida (de convertir su país en una república islámica) es un intento desesperado de Jammeh de mantenerse en el poder. Quiere agradar a estos países porque sabe que sin dinero, no podrá seguir gobernando», señala Baba G. Jallow, historiador de origen gambiano de la Universidad de La Salle, en Filadelfia (EE.UU.).

El islam al pie de la letra

Los países del Golfo Pérsico comparten ahora su religión con Gambia, aunque la practican de un modo mucho más estricto.

Lo primero que Gambia debe hacer para volverse una república islámica, escambiar la Constitución laica del año 1996 para apegarse por completo a la Sharia (Ley Islámica).

Apegarse a la Ley Islámica implicaría una brusca transformación de las costumbres del país, empezando por las del propio presidente.

«La ‘caza de brujas’ va en contra de los preceptos del islam, al igual que los poderes de curación del sida que se atribuye el presidente», señala Baba G. Jallow.

Los bares que sirven alcohol deberían cerrarse, lo que afectaría seriamente el turismo proveniente de Occidente.

Lo más preocupante, sin embargo, es la imposición religiosa en un país acostumbrado a promover la igualdad en las creencias.

«Si quiso obligar a las funcionarias del gobierno a usar velo, pronto veremos que lo hará con todo el país. Y nadie va a detenerlo», advierte Jallow.

«Con él nunca se sabe. Hace cosas que resultan imposibles de analizar desde la lógica», señalan desde el Servicio Africano de la BBC.

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