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Fundamentalismo religioso y modernidad

Resumen

El fundamentalismo concebido como la expresión fanática y extrema de una ideología religiosa (y/o política) que se considera a sí misma como poseedora de una verdad inequívoca, pues proviene de lo Alto, no es un fenómeno nuevo, está latente en cualquier religión. Surge como una reacción, que incluso puede ser violenta, al cambio de mentalidad y costumbres producido por hombres a los que considera pecadores, malvados, engañados o endemoniados. En circunstancias de gran ignorancia y necesidad los fundamentalistas crecerán en número, pero pueden surgir en cualquier clase social o época. Solo una educación humanista y científica podrá prever la aparición de grupos fundamentalistas en el seno de una sociedad, o al menos que lo hagan en gran número.

Los creyentes promedio.

Todo creyente promedio en cualquier parte del mundo cree en alguna divinidad y en algún tipo de conciencia después de la muerte, y que sus creencias son ciertas, pero no hará proselitismo, discutirá, perseguirá o matará a otros que tengan otras. Y eso porque la mayoría de fieles es fideísta, esto es, creen y punto, no necesitan estudiarla ni mucho menos la cuestionan, su fe la han aprendido de sus amados padres y estos a su vez de los suyos hasta remontarnos a la época en que se impuso tal religión, muchas veces por medio de la conquista política.

Religiones y modernidad secular

En el Occidente cristiano, con la aparición de ideas como las de Bruno (que postuló la existencia de otros mundos) y Galileo (que adujo que la tierra no era el centro del universo y que se movía alrededor del sol), hubo una reacción violenta contra ellas, por parte de la Inquisición católica, así como con la aparición del libro Sobre el origen de las especies (1859) de Charles Darwin, pues contradecían los dogmas religiosos imperantes, así como la interpretación literal de la Biblia. De ese modo, se desencadenó un conflicto violento entre teólogos y científicos sobre la teoría de la evolución y la interpretación bíblica en Europa y los EE.UU. (Sánchez 1998: 14).

Con el paso del tiempo, de las guerras religiosas y los avances científicos aportados por Kepler, Newton y otros, las iglesias, tanto la católica como las protestantes, se han tenido que adaptar a los cambios y las nuevas ideas del racionalismo, el positivismo, la democracia y el secularismo.

De esa manera, las iglesias protestantes modernistas han aceptado que sus ministros puedan casarse, la equidad de género y, por eso mismo, que las mujeres formen parte del clero, el derecho de los homosexuales a casarse e incluso la teoría de la evolución de las especies, pero solo esta última ha sido aceptada por el catolicismo romano. Con todo, el proyecto moderno, con la ciencia y las ideologías sin religión a la cabeza, pretendieron enterrar a Dios, reemplazar las religiones y sus absolutos sin éxito.

Como reacción a eso, los creyentes extremos respondieron reafirmando su fe: no solo creyendo que sus creencias son ciertas, sino que son absolutamente verdaderas ya que provienen de lo Alto y que, por ende, las de los demás, que son diferentes a las suyas, son erradas, falsas, malvadas o incluso producto del demonio, según su lógica basada en la supuesta revelación de Dios a los hombres.

El fundamentalismo aparece también justamente cuando la sociedad se atomiza, se fragmenta, haciendo dificultoso a sus miembros identificarse con ella (Sánchez 1998: 315- 316).

Y esos creyentes pueden pensar que donde imperan los niveles de corrupción, delincuencia, decadencia y maldad se debe a que muchas religiones han perdido fieles y protagonismo social y político precisamente por ceder ante el modernismo secular. Y así, por eso, aparece el fundamentalismo religioso como una respuesta a un mundo donde ya no hay más una identidad propia, certezas ni refugio para los que creen que Dios sigue vivo y la religión provee el camino a una vida mejor.

Fundamentalismo religioso

Como ya es sabido, el fundamentalismo religioso se origina como un movimiento dentro de los grupos evangélicos en los EE.UU. a principios del siglo pasado, que propugnó el regreso a los fundamentos bíblicos del cristianismo, tanto en las doctrinas como en las prácticas, ya que para ellos la Biblia es la Palabra de Dios y, por ende, es verdadera absolutamente, perfecta y sin errores, debiendo, en ese sentido, ser interpretada literalmente en lo fundamental: que el dios judeo-cristiano creó al mundo en siete días y descansó en el séptimo o sábado, que hubo un diluvio universal, que al ser “detenido el sol” la luz del día duró más de las habituales doce horas, que algunos profetas y Jesús mismo hicieron milagros, o que éste nació de una virgen, murió, resucitó y hasta a la diestra de Dios, su padre , que los pecadores, incluidos los homosexuales, practicantes de abominación” y los ateos, considerados “necios”, irán al infierno, que la mujer deberá estar sujeta a su marido, así como el esclavo a su amo, que el sexo es algo vergonzoso, la masturbación abominación, y que no se debe tener coito antes del matrimonio o, peor aún, el sexo sólo es para procrear.

Si bien los creyentes tenían problemas, en el siglo XIX, con la evolución darwiniana, a fines de ese siglo los tuvieron más aún con la alta crítica de la Biblia que planteaba que el Pentateuco no fue escrito por Moisés, ni los Salmos por David, que la concepción virginal de Jesús era una alegoría y que las diez plagas de Egipto fueron desastres naturales (Armstrong 2004: 192- 194).

Ciertamente en las otras vertientes del cristianismo, católicas o no, puede verse también el fenómeno fundamentalista o extremista. Tenemos diversos ejemplos: para las más de 120 iglesias “manipuladoras de serpientes (venenosas)”, en sus servicios religiosos, Jesús prometió que ellas no dañarían a sus seguidores pero a pesar que ya murieron varios fieles y pastores por mordeduras mortales, muchos de ellos siguen fieles a la promesa; algunos evangélicos extremistas han bombardeado clínicas y asesinado médicos y enfermeras abortistas, o a fieles del Islam en sus mezquitas; para los testigos (cristianos) de Jehová es pecado recibir trasfusiones de sangre pues la Biblia prohíbe comerla lo que para ellos incluiría ingresarla al cuerpo; para los adventistas del séptimo día es pecado trabajar el día sábado (idea proveniente del Génesis judío), etc.

Y en otras religiones puede aparecer el mismo fenómeno fundamentalista con grupos extremistas o integristas dentro del judaísmo, el islamismo, el hinduismo, el budismo, etc. Siendo la distinción más importante entre los religiosos fundamentalistas y los religiosos conservadores su anti modernismo militante (Hood et al., 2005: 1- 2).

Para el movimiento laico sionista, la fundación del Estado de Israel en 1945 simplemente es el resultado de la búsqueda de una tierra donde los judíos puedan vivir en paz luego del holocausto sufrido a manos de los nazis sin que eso signifique que sea un Estado teocrático contrario a otras religiones como querían los judíos fundamentalistas que incluso asesinaron a musulmanes y planeaban destruir mezquitas en 1984 (Sánchez 1998: 242-243; 247-248).

Pero la visión secularizada del Estado de Israel provoca una respuesta fundamentalista, especialmente por parte de grupo de intelectuales que habían sido no creyentes pero que volvieron a su fe primigenia: para ellos la fundación de Israel ocupando tierras palestinas cumple una promesa de Dios.

Para los fundamentalistas o integristas islámicos, o islamistas (Escribano, 2001. 16- 17) cualquier creyente no puede interpretar el Corán por sí solo, necesita de un experto que lo guíe y le dé la interpretación correcta. Los antecedentes de su aparición se deben al conflicto de siglos con Occidente, a los movimientos independentistas que llevó a los nuevos estados laicos a imitar a los occidentales, la fundación del Estado de Israel y las consecuentes guerras que ocasionaron pérdida de territorios árabes, el boom del petróleo de la dé cada de 1970, etc. (Escribano, 2001: 14-16).

Los fundamentalistas islámicos, no sólo se basan en su interpretación del Corán, sino en las tradiciones de Mahoma y las enseñanzas teológicas y legales, quieren imponer la ley islámica o sharia (Escribano, 2001: 17) y para promover y luchar por la defensa de sus creencias y valores usan incluso el terror. Es así que llevaron y llevan a cabo la guerra santa contra los infieles occidentales a través de atentados con bombas en embajadas, aviones o edificios (Escribano, 2001: 84- 85). Algunos acentúan que el islamismo no sólo sería un fundamentalismo que quiere la vuelta al Corán y al Profeta, sino que además plantea “un proyecto político que no necesariamente ha de ser incompatible con Occidente y la modernidad”, como si sucede con los otros fundamentalismos (Escribano, 2001: 17- 18).

Los islamistas o integristas musulmanes se basan en las doctrinas puritanas del wahabismo, salafismo, y mahdismo, aparecidas en los siglos XVIII y XIX, y en las organizaciones políticas de la Hermandad Musulmana y la Comunidad Islámica, del siglo xx, cuyo accionar se basaba en cinco lemas que influenciaron en los islamistas posteriores: Alá es nuestra meta, el profeta Mahoma es nuestro ejemplo, el Corán es nuestra ley, la yihad es nuestro camino, y morir en nombre de Alá es lo que queremos (Escribano, 2001: 20- 22).Incluso, para estos islamistas, ningún gobernante de los actuales Estados musulmanes es un musulmán “verdadero” (Ali, 2002: 337).

Los fundamentalistas hindúes promueven una interpretación literal védica que restaure el sistema de castas haciendo a las castas inferiores esclavas, subyugando absolutamente a la mujer y la prohibición de las otras religiones y de los símbolos occidentales.

En general, al ser una expresión autoritaria de las religiones, el fundamentalismo puede provocar reacciones violentas, y puede expresarse en dos campos: el doctrinal e intelectual, esto es, el religioso y el político. Y así hay, entonces, más de un fundamentalismo, algunos que no les interesa lo político, y otros que van tras el poder usando lo religioso (Sánchez 1998: 88- 89).

Consecuencias del fundamentalismo

Entre las consecuencias del fundamentalismo tenemos: los prejuicios, la discriminación, la intolerancia, el fanatismo, la persecución, la explotación física y el abuso psicológico dentro de determinada religión.

El fundamentalista adelantará juicios de valor con respectos a los demás, no por su carácter o acciones, sino por tener ideas distintas, descalificando así a sus propugnadores, los discriminará y no tolerará. Así, los pondrá a todos en un mismo saco: el de los impíos o perversos. Eso puede traer como consecuencia que el fundamentalista se convierta en un fanático, un apasionado de sus creencias que trate a los que no piensan como él de modo violento tanto verbal como físicamente.

Cuando los fundamentalistas fanáticos están respaldados por el poder del Estado o lo manejan ellos mismos, la cuestión empeora: empiezan a perseguir, a ir tras sus opositores ideológicos, a los que creen y piensan de modo distinto a ellos, o si no, los hacen arrestar, torturar, aprisionar, condenar y hasta ejecutar, si no cambian de ideas, si no se arrepienten de su modo perverso y sin dios de pensar. Hay casos célebres (Bruno, Galileo) de esto último dentro del cristianismo católico y muchos más no tan conocidos registrados por la Inquisición en Europa y América, o en el mundo evangélico (Servet, las brujas de Salem) Por lo tanto, los fundamentalistas religiosos necesitan del poder secular para reafirmar y defender sus creencias, las que consideran divinamente ciertas.

Pero también hay fundamentalismos políticos en el sentido de que los seguidores de determinada ideología del poder crean que la suya es la más perfecta y acabada y, de ese modo, es incuestionable: se la comunista o la neoliberal.

Tanto los fundamentalistas religiosos como los políticos pueden verse a sí mismos como los poseedores de una verdad infalible y a los que creen en cosas distintas a ellos, consideran que están equivocados, engañados o, peor, son engendros del mal y, por lo tanto, dañinos. Los miembros de ambos tipos de fundamentalistas refuerzan sus creencias al estar en contacto con otros correligionarios.

El fundamentalismo está contra el bien común pues busca homogenizar la sociedad en un único sentido: el que cree verdadero (Sánchez 1998: 257), pero que es en verdad mítico (ib., 2 73).

Pero también el fundamentalismo, sobre todo el musulmán, ha ocasionado miedo e inseguridad en Occidente provocando nuevas intolerancias religiosas: prohibición del uso público de la burca y el nicab musulmanes, prendas de vestir que cubren el cuerpo y la cara, o solo la cabeza y la cara menos los ojos, respectivamente, y de modo específico en Francia, Bélgica, Austria y Dinamarca, o la prohibición solamente para las trabajadoras del Estado que tienen relación con el público en Alemania, o en todas las oficinas estatales de Holanda (Rodríguez Martínez et al.).

Causas del fundamentalismo

Entre las causas del fundamentalismo están: el lavado cerebral desde la más tierna infancia, la enseñanza de una sola religión en las escuelas, la ignorancia, la falta de pensamiento crítico, las carencias materiales y culturales como la necesidad de identificarse con un grupo. Aunado al re chazo de la modernidad con su relativización de los valores incluyendo lo bueno y verdadero, y su ausencia de absolutos como dios mismo.

Los padres pueden sembrar y perpetuar el fundamentalismo religioso en sus hijos al no exponerlos a otros puntos de vista y otras religiones. La escuela también puede hacer lo suyo al enseñar a los alumnos una sola religión, como si no existieran otras.

Muchas veces las personas de mente estrecha, iletradas o de escasa educación, de baja condición socioeconómica y simplistas pueden ser víctimas fáciles de fundamentalistas fanáticos que no necesariamente serán de su mismo status. Hay quienes carecen de los medios y las capacidades intelectuales para discernir y distinguir las ideas oscurantistas de las ilustradas. Es peor si el sistema educativo del país no enseña a los niños y jóvenes a pensar críticamente.

En busca de gente que les pueda ayudar en sus necesidades materiales o para no sentirse marginados y rezagados, por lo general, muchos buscan integrarse e identificarse con un grupo y, con frecuencia, lo encuentran en uno de tipo fundamentalista De ese modo las creencias fundamentalistas les dan a sus seguidores un marco de orientación y devoción a sus seguidores (Fromm, 1970: 69), una filosofía unificadora de la vida, un sentido de coherencia y un significado (propósito, valores, eficacia y autoestima), a sus vidas (Hood et al., 2005: 30-46) así como trascendencia en alguna forma de vida eterna (ib.: 208).

No abundan los fundamentalistas religiosos donde prima la educación científica y la sociedad de bienestar. Pero una excepción notoria son los EE.UU. donde existen muchos grupos evangélicos fundamentalistas. Además, también diversos casos de masacres han sido perpetrados por supremacistas blancos ahí mismo, o en países desarrollados como Noruega y Nueva Zelanda, en nombre de la civilización occidental y cristiana.

¿Cómo prevenir el fundamentali smo r eligioso?

Básicamente con la existencia de un Estado laico que no favorezca a ninguna religión o punto de vista no creyente, pero sí el conocimiento. De ese modo, en las escuelas públicas no se lavará el cerebro de los niños y adolescentes.

Una buena educación centrada en valores como la equidad, la justicia y la libertad, así como en las humanidades y las ciencias fomentará visiones del mundo realistas y democráticas donde se acepte y comprenda las diferencias de todo tipo.

Ahora bien, en los países donde el Estado laico moderno aún es un proyecto político, los librepensadores organizados deben promover el pensamiento crítico a través de diversas actividades culturales y educativas públicas (como video-foros, debates, seminarios, talleres, etc.) o por internet especialmente orientadas al público infantil y juvenil, cuyos miembros serán los ciudadanos del mañana.

Conclusiones

El fundamentalismo:

  • no es un fenómeno exclusivo de nuestro tiempo ni de una cultura o clase social en particular, pero crece mucho más en seguidores mientras más iletrados y pobres sean;
  • está latente en cualquier religión o ideología política;
  • promueve formas conservadoras o arcaicas de pensar y de actuar;
  • es intolerante con formas liberales o modernistas de pensar y de actuar;
  • necesita del poder político para defenderse de sus supuestos enemigos;
  • tiende a expresarse de forma violenta tanto psicológica como físicamente;
  • es una traba para el conocimiento científico y el cambio social;
  • no crece fácilmente donde hay avance científico y sociedad de bienestar (salvo que haya una tradición religiosa fuerte).

Manuela A. Paz y Miño

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