Uruguay es el país más laico de la región, con una separación tajante entre la Iglesia y el Estado, donde la Navidad se llama Día de la Familia y la Semana Santa es la del Turismo. Hay muchos que creen que el papa argentino quiere poner fin a eso.
Desde hace 97 años, en Uruguay la Navidad se llama Día de la Familia y la Semana Santa es la Semana del Turismo. La separación de la Iglesia y el Estado se concretó en la reforma constitucional de 1919 pero comenzó mucho antes.
Ahora, la Iglesia católica uruguaya intenta volver a ponerse en un sitio que perdió hace casi un siglo. Lo hace de la mano del cardenal Daniel Sturla, un sacerdote salesiano con vínculos familiares con el opositor Partido Nacional y amigo personal del papa Francisco.
El 28 de junio de 1858, el presidente Gabriel Pereira firmó un decreto por el que se pasaban los cementerios a la órbita municipal. Esta norma no se cumplió hasta que ocurrió algo impensado.
Un médico, masón católico, llamado Enrique Jacobsen, se sintió morir y el 12 de abril de 1861 pidió el auxilio del cura de su pueblo, San José.
El sacerdote Manuel Madruga llegó a darle la extremaunción pero antes exigió al moribundo que entregara la documentación masónica y que abjurara de su condición. Jacobsen dijo “no” y el cura se enfureció.
Ofendido por la respuesta del enfermo, el sacerdote dijo ante su familia que la decisión del médico lo llevaría al infierno y que no habría cristiana sepultura para él.
El médico insistió y la familia llamó a otro sacerdote pero el resultado fue el mismo. El 15 de abril falleció Jacobsen. Sus restos fueron trasladados al cementerio de San José pero el cura Madruga, parado en la puerta, impidió el ingreso del cortejo.
Sus hermanos masones buscaron una alternativa y pactaron con el cura masón Juan José Brid, a cargo de la catedral de Montevideo, desarrollar el velorio y misa fúnebre en la capital, distante unos cien kilómetros de San José.
Sin embargo, el administrador apostólico montevideano, Jacinto Vera, prohibió el ingreso del cadáver y su sepultura.
Las crónicas de la época recuerdan que Vera salió a mostrar los documentos eclesiásticos que impedían ceremonias de ese tipo para personas que desacatan las enseñanzas de la Iglesia, tras lo que se armó un tumulto en el atrio de la catedral.
Finalmente, el presidente Bernardo Berro resolvió que Jacobsen fuera enterrado en el cementerio público. Por tanto, sus restos volvieron a la tierra sin permiso de la Iglesia pero con autorización de la autoridad civil.
Además, el 18 de abril Berro firmó un decreto por el que se secularizaban todos los cementerios del país en cumplimiento de la norma establecida por el presidente Gabriel Pereira.
Curiosamente, Pereyra murió el mismo día en que enterraban a Jacobsen. Para él, que también era masón, hubo todo tipo de honores católicos.
Vera intentó alejar al cura Brid de la catedral pero el gobierno impidió tal decisión aplicando el derecho de Patronato. Vera insistió y terminó desterrado en Buenos Aires. Volvería al país en 1862 pero el golpe de gracia sobre el poder de la Iglesia ya se había dado.
Más adelante, vendría una sucesión de gobiernos colorados que marcaron posiciones distintas en relación con la Iglesia. Pasada la segunda mitad del siglo XIX, Venancio Flores (1853-1855 y 1865-1868) fue un aliado indispensable de los católicos. Sin embargo, José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915) enfrentó con dureza a la grey.
En su primera presidencia, Batlle y Ordóñez mandó quitar los crucifijos de las escuelas públicas y hospitales en el año 1905. En 1909 su primer sucesor, Claudio Williman, resolvió la prohibición de la enseñanza de religión en las escuelas.
Santo. No hay uruguayos en el santoral católico. Sin embargo, en mayo de 2015 el papa Francisco declaró “venerable” a Jacinto Vera, quien falleció en 1881 con “fama de santidad”, según las crónicas católicas.
Esto significa que Jacinto Vera está a un paso de ser declarado santo, máximo título al que puede acceder un cristiano.
De hecho, la Iglesia uruguaya está orando fuerte a su ex obispo para tener por primera vez en su historia un santo propio. Ahora, se necesita, literalmente, un milagro para lograrlo.
La relación cercana entre Sturla y el Papa es percibida como “algo extraña” para el paladar político uruguayo puesto que en el imaginario político se relaciona a Bergoglio con el peronismo kirchnerista, un sector aliado al oficialista Frente Amplio. Un hermano de Sturla, ya fallecido, fue legislador del opositor Partido Nacional.
En febrero de 2015, Francisco “creó” al cardenal Sturla, fue el primer uruguayo en obtener tal distinción desde el año 1958. Ahora el amigo del Papa puede elegir al futuro jefe de la Iglesia y hasta ser elegido como máximo líder de la colectividad.
Su juventud –tiene 57 años– le asegura una larga vida en el cargo. Sturla es un fanático de la historia de la separación entre la Iglesia y el Estado, escribió dos libros al respecto: 1916-1917: separación de la Iglesia y el Estado en el Uruguay y ¿Santa o de Turismo? Calendario y secularización en el Uruguay.
En la última Navidad, la Iglesia uruguaya salió a marcar presencia. Propuso a los católicos colgar en sus balcones un cartel de tela con la frase: “Navidad con Jesús”. El cardenal logró que más de 30 mil hogares de Montevideo se sumaran a la iniciativa, entre ellos el del presidente Tabaré Vázquez, un socialista, librepensador y esposo de María Auxiliadora Delgado, una ferviente católica.
Como si fuera poco, en la Misa de Gallo, el cardenal Daniel Sturla desató la polémica. Llamó a los católicos a no quedarse con el “balde laicista impuesto hace cien años”.
Teniendo en cuenta que el informe de abril de 2014 del Religion and Public Life del Centro Pew Research sobre “diversidad religiosa global” concluyó que Uruguay es la nación más laica de América Latina, con más de un 40% de la población que no se siente parte de ninguna religión, era de esperar la respuesta del mundo político.
Uno de los primeros en responder a Sturla fue el ex ministro de Educación colorado Yamandú Fau, quien escribió en las redes sociales: “Que el cardenal Sturla se haga cargo de la grieta que está creando en la sociedad”.
Pertenecer a la grey tiene sus privilegios
El club y la tarjeta. La Arquidiócesis de Montevideo, a cargo de Daniel Sturla, lanzó al mercado el Club Católico, una propuesta que permitirá a los socios acceder, pagando $ 200 por mes (casi siete dólares), a servicios de tipo material pero también espiritual.
La campaña que promociona la iniciativa habla al corazón de los fieles. “Formarás parte de una comunidad que está construyendo un auténtico cambio cultural, promoviendo en la sociedad actual los valores cristianos”, indica.
Se podrá obtener descuentos en locales comerciales, cursos religiosos a distancia, la participación en peregrinaciones y retiros, el acceso al boletín de noticias de la Iglesia y “recibir el Evangelio diario meditado”, entre otros beneficios que ofrece el club.
Los socios tendrán una tarjeta de beneficios en locales comerciales adheridos a la campaña.
En una carta que busca promover el club, el ecónomo de la Arquidiócesis de Montevideo, Pablo Coimbra, advirtió en las redes sociales que “la Iglesia ha disminuido en los últimos cuarenta años. Los que se dicen católicos son alrededor del 42%, en diferencia con otros países latinoamericanos, donde es más del 60%”.
El sacerdote aseguró que “la Iglesia fue recluida y confinada a no salir de los templos, a no ser que la incapacidad del Estado laico necesitara mano de obra voluntaria y vocación para atender los lazaretos, los pobres y los despreciados”.
El primer club católico fue fundado en el siglo XIX por Jacinto Vera, el obispo candidato a santo que se peleó con los masones.