La religión y la ciencia son "dos ventanas para mirar al mundo, que es el mismo, y sólo son contradictorias si una se empeña en pisarle el terreno a la otra", afirma el biólogo evolucionista español Francisco J. Ayala, galardonado con el premio Templeton.
Ayala, que recibió hoy el premio, dotado con un millón de libras (1,2 millones de euros), de manos del duque de Edimburgo, explicó a Efe que el dinero lo destinará íntegramente a la Universidad de California en Irvine (EEUU), donde enseña, por lo que "los estudiantes serán los primeros beneficiados".
El premio, instituido en 1973 y ligeramente mayor en dotación que el Nobel, distingue anualmente a "una persona viva que haya hecho una contribución excepcional a afirmar la dimensión espiritual de la vida, ya sea a través de una idea, un descubrimiento o una acción concreta" y entre los premiados figuran la madre Teresa de Calcula, la primera en recibirlo, y el escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn.
Su fundador, el empresario John Templeton, estableció que, aunque el anuncio se hace en Washington, se entregase oficialmente al ganador en el Palacio de Buckingham, de Londres, de manos del Duque de Edimburgo, el esposo de Isabel II, algo que ocurrió también hoy.
En declaraciones a Efe antes de recibir el galardón, el biólogo español explicó que la nueva variante del creacionismo, el llamado "diseño inteligente" no tiene tampoco validez científica y al igual que aquél se explica sólo por la fuerza que tiene todavía en EEUU el "literalismo bíblico".
El propio Ayala ayudó ya en 1987 a preparar el resumen Amicus de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU en oposición a una ley del estado de Luisiana que imponía la enseñanza simultánea del creacionismo y la evolución en las escuelas públicas, ley que el Tribunal de Justicia declaró inconstitucional por su intención de promover una visión religiosa específica.
Ayala preparó con ayuda de abogados y expertos en la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU el trabajo "Ciencia, Evolución, Creación", un opúsculo que va ya por su tercera edición y que sostiene que el diseño inteligente no es ciencia y no puede por tanto enseñarse en las escuelas.
Pero, según Ayala, otros científicos como el biólogo británico Richard Dawkins "se van al extremo opuesto al afirmar que religión y ciencia son incompatibles y negar tajantemente la existencia de Dios, algo que no sostienen, por el contrario, la Academia Nacional de Ciencias de EEUU ni tampoco muchos teólogos".
Al margen de sus trabajos sobre la evolución, a la que ha dedicado varios libros, Ayala ha llevado a cabo importantes investigaciones sobre los protozoos parásitos y en especial la malaria, que afecta cada año a más de 400 millones de personas sólo en África y de la que mueren millón y medio de niños.
"Hasta hace dos o tres años sólo disponíamos de una estirpe del plasmodium del chimpancé y para compararlo con el de la malaria maligna, el llamado plasmodium falciparum, necesitábamos más muestras, que logramos obtener analizando el ADN de los parásitos en las heces de gorilas y chimpancés y monos antropoides", dijo.
"El año pasado conseguimos demostrar que el falciparum se deriva del plasmodium reichenowi, que éste es su antepasado, y se deriva de él además en un tiempo relativamente reciente de la evolución y que su expansión se produjo en cuestión de cinco a seis milenios y asociada a la agricultura en África", añadió.
"Hemos coleccionado muchas más muestras de especies de esos antropoides y hemos visto que en varios casos están infectados por el falciparum, lo cual es un problema serio porque si se consigue extirpar la malaria en los humanos, quedaría ese repositorio en los monos", indicó el biólogo.
"Los chimpancés y gorilas no sufren la malaria maligna, pero los parásitos están en su sangre", explicó Ayala.
"Hay tres o cuatro especies de plasmodios que no se conocían antes, y la semana pasada envié otro trabajo a la Academia Nacional de Ciencias de EEUU sobre una nueva especie de falciparum que puede llegar a ser un problema", dijo Ayala.
En ese trabajo demostramos que el falciparium y los parásitos de los monos antropoides no tienen relación evolutiva alguna con los otros parásitos humanos ni con los de los monos, sino que se derivan de un parásito anterior distinto", señaló el científico.
El mayor consuelo en cualquier caso es que en los antropoides el falciparum no se multiplica con la rapidez que en los humanos y además su ciclo vital atraviesa varios estadios, que hacen difícil su transmisión.
Ayala trabaja además actualmente en otras graves enfermedades del mundo en desarrollo, de origen parasitario, como la de Chagas, que afecta también a millones de personas en las zonas tropicales, la leishmaniasis o la llamada enfermedad del sueño africana, causada por el trypanosoma brucei.
Sobre el estado de la ciencia en España, Ayala afirmó que el país "produce muy buenos científicos", pero son luego otros, como EEUU, quienes luego los contratan ya que los españoles no pueden seguir su carrera en su propia tierra al no encontrar puestos de trabajo en la investigación.
"Ahora mismo tengo en el departamento de Ecología y Evolución a un joven científico, José María Ranz, que es biznieto intelectual mío", explicó Ayala, quien agregó que en su departamento tiene también otros dos españoles en espera de conseguir puestos en otras universidades norteamericanas.
España invierte poco más del 1 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) en investigación científica frente a un promedio europeo del 2 por ciento y un 3 por ciento en Estados Unidos, critica Ayala, según el cual en el país ibérico parecen no haber comprendido la relación directa entre investigación científica y expansión económica.