“Nuestro papel es permitir a judíos, musulmanes, católicos y protestantes, a todos los que creen en Dios, practicar su religión, pero sin cerrar los ojos a quienes ponen la fe por encima de la ley”,
Los certificados de virginidad quedarán prohibidos en Francia, y los médicos que los sigan emitiendo serán sancionados. Esa es una de las medidas del proyecto de ley que prepara el Gobierno contra “los separatismos”, término con el que se alude al intento de una comunidad –en este caso, los musulmanes radicales– de imponer sus propias leyes y no respetar valores esenciales republicanos como el laicismo y la plena igualdad de género.
La nueva legislación, que se tramitará en el Parlamento este otoño, debe facilitar el cierre de lugares de culto y de páginas de internet por el mero hecho de reproducir mensajes contrarios a los principios de la República Francesa. También se endurecerán los mecanismos de control y de sanciones para quienes practiquen la poligamia.
Los certificados de virginidad son hoy algo bastante infrecuente en Francia, pero continúa habiendo peticiones y médicos que se prestan a ello, a pesar de que los colegios profesionales se oponen de manera taxativa desde hace años y de que la seguridad social no cubre el servicio. Suele tratarse de mujeres jóvenes que van a casarse, casi siempre fuera de Francia, en sus países de origen. Para evitar suspicacias de la familia del novio, o para tranquilizar al propio padre –cuando es muy conservador–, prefieren que un ginecólogo confirme por escrito que su himen está intacto.
El Gobierno francés y la Organización Mundial de la Salud –que se pronunció en el 2018– ven el test de virginidad como algo anacrónico y una violación de los derechos fundamentales de las mujeres. Sin embargo, no hay un consenso absoluto. La ginecóloga Ghada Hatem, fundadora de la Casa de las Mujeres de Saint Denis –suburbio del norte de París–, donde acogen a mujeres maltratadas, piensa que el certificado puede ayudar a algunas chicas temerosas de represalias, que pueden llegar a la muerte, o de exámenes brutales fuera de Francia. Hatem reconoció en una entrevista en France Inter que a menudo no son vírgenes pero ella les emite el certificado. Según la ginecóloga, es más frecuente hoy la consulta para reparar el himen –y simular que la chica nunca ha tenido relaciones– que para un documento de virginidad.
La convivencia con la comunidad musulmana radicalizada es un desafío colosal. El rigorismo islamista forma un ecosistema, un mundo aparte. Nace de las mezquitas, de asociaciones culturales, de gimnasios, de cafeterías donde se fuma la cachimba o pipa de agua.
“Nuestro papel es permitir a judíos, musulmanes, católicos y protestantes, a todos los que creen en Dios, practicar su religión, pero sin cerrar los ojos a quienes ponen la fe por encima de la ley”, declaró el ministro del Interior, Gérald Darmanin. El presidente Macron, en la reciente ceremonia del 150.º aniversario de la proclamación de la República, fustigó a “quienes, a menudo en nombre de Dios, y a veces con la ayuda de potencias extranjeras, quieren imponer la ley a un grupo” y recordó que “la República, porque es indivisible, no admite ninguna aventura separatista”.