Texto extraído de La Vanguardia nº 149, noviembre 1992, Uruguay
“Yo Galileo, hijo del finado Vicenio Galilei, florentino, de setenta años de edad, habiendo comparecido personalmente ante este tribunal y arrodillado ante vos, los Reverendísimos Señores Cardenales Inquisidores Generales contra la depravación herética en toda la comunidad cristiana, teniendo ante mis ojos y puesta la mano sobre los Santos Evangelios, juro que siempre he creído, creo y con la ayuda de Dios creeré todo cuanto e sostenido, predicado y enseñado por la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. Pero como luego de un requerimiento que me fuera intimado judicialmente por el Santo Oficio a efectos de que debería abandonar para siempre la falsa opinión de que el Sol se halla en el centro del mundo, e inmóvil, y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no debo sostener, defender ni enseñar en modo alguno , ya sea verbal y escrito, la dicha falsa doctrina y luego de haber sido notificado de que tal doctrina es contraria a las sagradas escrituras, escribí e imprimí un libro en el que discuto esta nueva doctrina ya condenada y aduzco argumento de gran fuerza lógica a su favor, sin pronunciar ninguna solución de los mismos, he sido proclamado por el Santo Oficio como fuertemente sospechoso de herejía, o sea de haber sostenido y creído que el Sol se halla en el centro de la tierra inmóvil y que la Tierra no es el centro y se mueve.
Por tanto, deseoso de apartar de la mente de Vuestras Eminencias y de la de todo fiel cristiano tal sospecha vehemente justamente concebida contra mi, con todo mi corazón y fe sincera abjuro, maldigo y detesto los predichos errores y herejías y en general todo otro error, herejía y secta contrarios en modo alguno a la Santa Iglesia y juró que en adelante no diré ni aseguraré verbalmente o por escrito la dicha falsa doctrina…”
… Yo, el dicho Galileo Galilei, he abjurado, prometido y obligándome según he acabado de expresar y en testimonio de cuya veracidad he suscrito de mi propia mano el presente documento de mi abjuración y recitándolo palabra por palabra, en Roma, en el convento de Minerva, este día 22 de junio de 1633.”