En una semana llena de acontecimientos que atentan especialmente contra la juventud, el estudiantado salió a tomar las calles con movilizaciones para reclamar contra reformas antidemocráticas y el avance del militarismo conservador.
La situación en Grecia desde ya una década que viene complicada, esto no es ninguna novedad. Sin embargo, la llegada de la pandemia ha empeorado una realidad que ya era dura. El gobierno conservador de Nueva Democracia liderado por Kyriakos Mitsotakis, prohibió protestas y reuniones en las calles utilizando a la pandemia como excusa y reprimiendo manifestaciones con feroz violencia. Mientras tanto, los negocios abren sus instalaciones de par en par y la Iglesia Ortodoxa desafía las leyes de cuarentena con total impunidad y sus sacerdotes promueven teorías conspirativas anti-vacunas dentro de los centros religiosos.
Con manifestaciones en Atenas, Salónica y Patras, esta semana miles tomaron las calles con cantos antifascistas, anticapitalistas y un enorme repudio al gobierno de Nueva Democracia. Como es habitual, la Policía escaló la intensidad del conflicto con violencia innecesaria, atacando con gases lacrimógenos y golpizas a jóvenes adultos que se manifestaban de forma pacífica y marchando con tranquilidad.
Como parte de un panorama económico que hace ya una década parece insalvable; con una deuda que se espera que sea superior al 200% del PIB, la reducción de derechos laborales y la suspensión del pago de horas extras, es la juventud la que ha sido particularmente perjudicada: con una tasa de desempleo del 33% para todos los menores de 24 años (ELSTAT, Autoridad de Estadística Helena), muchos aguardan un futuro de hambre o exilio. Los problemas no terminan aquí para la juventud, porque el Ministro de Defensa Nacional, Nikos Panagiotopoulos, anunció que extenderá el servicio militar obligatorio de nueve a doce meses; decisión que es tomada con la intención de tapar los números de desocupación y buscar intimidar a su vecino, Turquía. Pero el problema no termina aquí porque, ni bien comenzado el 2021, el gobierno heleno comenzó a tratar la creación de unidades de policía especiales para militarizar las universidades.
Esta es una medida particularmente controversial porque remonta al año 1973, cuando una gran movilización popular contra la junta militar que presidía el país fue reprimida con violencia por las fuerzas de seguridad, torturando, arrestando y causando una masacre que dejó 39 muertos y más de 1100 heridos. En aquel hecho que luego sería conocido como “La revuelta del Politécnico de Atenas”, el Ejército Heleno llegó a intentar romper la toma de la universidad atravesando sus puertas con un tanque de guerra. Luego de este vergonzoso hecho y desde la caída de la junta en 1974, es la ley la que le impide a las fuerzas de seguridad ingresar a los campus universitarios. Ahora, en el 2021, el intento de abolir esta ley y pisotear las conquistas populares ha causado un enorme rechazo por parte del estudiantado.
Pero el problema de la entrada policial a las universidades no termina aquí, porque como han señalado múltiples organizaciones antiterroristas —que lejos están de apoyar causas de izquierda—, el mundo está siendo víctima de una creciente infiltración de ultraderecha en las fuerzas de seguridad; en Grecia, matones del partido neonazi “Amanecer Dorado” forman parte de las filas de la Policía. Desafortunadamente, el país heleno no está solo: Alemania lucha contra una escalada de mafias ultranacionalistas en sus fuerzas de seguridad, Ucrania incorpora a batallones neonazis a las formaciones de su Guardia Nacional y en Estados Unidos pudimos ver a varios agentes abrirle las puertas a los manifestantes derechistas pro-Trump que tomaron el Capitolio. Los estudiantes saben que permitir a la policía en las aulas es también permitir la entrada de violentos uniformados que ya han matado, violado y torturado a miembros de minorías y disidentes políticos.
¿Cómo sentirse seguros en una casa de estudios cuando un nazi armado vigila tus movimientos? Más aún, ¿cómo culpar al estudiantado griego de romper su cuarentena y volver a tomar la calle? Los gobiernos capitalistas son incapaces de aplicar sus reformas sin la complicidad de sus fuerzas represivas. ¿Dónde está la libertad que profesan los capitalistas cuando ellos les imponen a la población una vida de trabajo precarizado e insalubre bajo la amenaza del hambre y la bota policial apretándoles el cuello? Las contradicciones se hacen obvias cuando se nota que los gobiernos que han luchado sistemáticamente contra el inmigrante, las minorías y la clase trabajadora, hoy se encuentran desnudos y cómplices de una infiltración fascista en las estructuras de gobierno: a pesar de sus mentiras, el enemigo siempre estuvo adentro y no afuera.
Esta no es solo una lucha universitaria, sino una lucha activa por el futuro de una generación que se niega a ser un engranaje más en una maquinaria y que busca ser dueña de su propio destino. Son los estudiantes, y no las corruptas instituciones, los que saltan en defensa de una causa tan noble como la democracia estudiantil. Y qué mejor que un griego para luchar por estas causas: democracia en el gobierno, democracia en las universidades, democracia en el trabajo, democracia en las calles y solidaridad con los bravos estudiantes helenos, siempre.