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Estos truenos, vestidos de nazarenos

La Virgen María Santísima del Amor recibía este miércoles (llamado santo) una condecoración al mérito policial de manos del propio director del cuerpo.  Del acto, celebrado en Málaga, se hizo eco la agencia France Presse. La misma que, un par de días más tarde, distribuía una foto de una niña de apenas 6 años disfrazada de nazarena y con cadenas en la cabeza. Este año de gloria del PP, la Semana Santa ha sido un festín. No había quien se acercara a una pantalla de televisión –especialmente en la pública-, sin que saliera de ella un cristo doliente, varios capirotes, algún romano o un mareante olor a incienso.

No faltó un detalle. Alumnos de un colegio público de Cientruénigo (Navarra) pudieron empuñar armas de la Guardia Civil y ver y tocar material antidisturbios, dentro de una exhibición que se enmarca en un Plan de Fernández Díaz para mejorar la convivencia y la seguridad –dicen- de los centros educativos. Qué mejor que inscribir en estos piadosos días el uso de escopetas y de los mecanismos agresivos para disuadir a quienes protestan. Virtud y autoridad, juntos refuerzan sus valores.

Hemos visto, arrebolada al contemplar la visión de un sacerdote y el fervor de los actos litúrgicos, a la mismísima Dolores de Cospedal, -ataviada con mantilla española a la que tiene especial querencia- haciendo un alto en sus tareas como la de afinar el gasto quitando subvenciones a los dependientes. O sanidad a quien sea que no pueda pagársela como las gentes de bien aprovecharse. En el Alcázar de su Toledo, ha ondeado la bandera a media asta en señal de luto. Por una muerte de hace 2000 años. 

Y hasta ha vuelto a aparecer el hueso para todas las sopas, la marquesa del cajero y la estampida, con su enfermizo afán de notoriedad a ver si logra más huecos en los medios con sus exabruptos. La procesión y el toro, el toro y el catolicismo, el catolicismo y la españolidad. Sus famosas empanadas. Castizas.

Y, con diversas expresiones –de la aflicción al recato-, a una de las grandes esperanzas de renovación del PSOE: la presidenta andaluza Susana Díaz, que visitó diversas cofradías de Málaga y se fotografió con el Cristo de la Buena Muerte, la Legión y unos cuantos famosos. Qué menos tras haber despachado con autoridad y la legalidad de los bancos a unos pobres que osaban querer una casa para vivir. 

 El mismo ministerio que galardona vírgenes prestó -también esta semana- un helicóptero de la Guardia Civil al arzobispo castrense de Ceuta y Melilla para una gira de más de 200 kms. Le llevó 5 horas. Fuentes de la Benemérita explicaron que el prelado realizaba una visita pastoral a sus feligreses en el cuerpo. Teniendo medios aéreos que poner a disposición de su ilustrísima, cuesta poco distraerlos por un rato –largo, 5 horas- de la vigilancia de la valla y sus cuchillas cortantes.  

Esta es la imagen que damos al mundo. La real. Y cuesta entender que la Unión Europea admita entre sus miembros a países en donde sus gobiernos colocan medallas a tallas de madera. Atribuyéndoles méritos policiales además. No queda muy lejos de Calígula y su caballo cónsul.  O, mucho más recientemente, de aquel presidente de Turkmenistán, Saparmurat Atayévich Niyazov, que llegó a rebautizar el mes de Abril con el nombre de su madre, entre otras excentricidades propiciadas por su autoritarismo.  La UE sin embargo sirve a sus intereses del neoliberalismo que hoy se impone en ella, y con tal que se cumplan los objetivos –lucrar a unos pocos sin importar cómo-, callan desde Barroso a Merkel, pasando por todos los gobiernos. Y esto no es un chiste. Es serio.

Este alarde de parafernalia católica ya no es que contradiga a España como el país aconfesional estipulado por la Constitución, es que hace dudar de la cordura de toda esta gente que está ejerciendo el poder como sus ancestros exentos de toda norma.

Las aficiones se las paga uno de su bolsillo y se realizan en privado. Pero esto va mucho más allá del placer que les proporciona. Lo peor es que de nuevo estamos ante una ideología muy definida que busca la cartera con una mano y el rosario y el cilicio con la otra. Los niños que juegan a la Semana Santa, a la temible Semana Santa española del culto a la muerte y al masoquismo, están siendo abducidos para la causa, fidelizados. La mayoría de ellos sabrán más del castigo que llaman sacrificio que del buen vivir en regalías. Para eso hay que nacer. Sin alma, preferentemente. “Aquel trueno, vestido de nazareno”,  escribió Antonio Machado para definir a los rancios señoritos españoles en sus hipócritas golpes de pecho. Y por este camino, se llega a los resultados que conocemos: siempre a los mismos.

Hay barreras que al sobrepasarse crujen, sin embargo. Calígula no acabó precisamente bien, por ejemplo. Dice José Luis Sampedro en su libro póstumo, Sala de Espera, que la barbarie acaba por servir de impulsora. Se refiere a dirigentes –y es aplicable- que no advierten cómo el rumbo de la nave que pilotan la lleva a una dársena de desguace. “Allí no se hundirá bajo las olas, pero sí la ocuparán otros timoneles y será completamente reconstruida”, añade.  Cuesta creerlo pero ¿qué más atropellos y dislates se pueden cometer y consentir sin que peligre seriamente hasta la barbarie?

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El paso de Jesús Nazareno, frente a la catedral de Palencia. / Efe

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