Consagrar el Estado laico en la Constitución es fundamental para respetar el derecho a la espiritualidad y sobre todo, el derecho a la otorgación de una educación pública laica.
No puedo estar más en desacuerdo con los dichos de la candidata Evelyn Matthei sobre el laicismo. Estos planteamientos demuestran una profunda ignorancia sobre el término y la razón para que el Estado sea constitucionalmente codificado como laico.
Hay algo que claramente no constituye laicismo: ser antirreligioso. El laicismo reclama el derecho a la libertad espiritual y el derecho a discrepar, siendo obligación del Estado garantizar este principio. Así, no se privilegia ninguna religión o pensamiento espiritual en recursos, influencia o símbolos rituales, en desmedro de los demás.
El mejor favor que pueden recibir, por ejemplo, los evangélicos, es avanzar hacia un Estado laico que asegure el mismo derecho a todos los credos de difundir su doctrina, respetando lógicamente la debida separación Estado-Iglesia.
Consagrar el Estado laico en la Constitución es fundamental, no solamente para temas de índole administrativo o formal, sino también para respetar el derecho a la espiritualidad y sobre todo, el derecho a la otorgación de una educación pública laica. Esto implica no sólo abordar el tema de la educación espiritual en los colegios públicos, sino también su enfoque, el cual, a nuestro parecer, debe avanzar más hacia el aprendizaje significativo y la formación de la ciudadanía.