A diferencia de la Conferencia Episcopal francesa, la cúpula de los obispos españoles se niega a abrir una investigación sobre los casos de pederastia cometidos por religiosos
Al menos 216.000 menores víctimas de pederastia y más de 3.000 sacerdotes y personal vinculado a la Iglesia como autores de estos abusos. Esas son las cifras que ha dado a conocer la comisión independiente que durante dos años y medio ha investigado los abusos sexuales en la Iglesia francesa en el periodo que va de 1950 a 2020. 70 años de silencios e indiferencia resumidos en las 2.500 páginas que han elaborado 22 expertos entre los que había profesionales de distintos ámbitos, diferentes religiones e incluso no creyentes.
La Comisión Independiente sobre Abusos en la Iglesia Católica ha entregado el informe al presidente de la Conferencia Episcopal (CEF), Éric de Moulins-Beaufort, y a la presidenta de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Francia (Corref), Véronique Margron. La CEF fue quien lo encargó y ahora les toca a ellos no solo pedir perdón y tomar medidas contra los pedófilos sino también aplicar medidas para evitar los abusos. El presidente de la Conferencia Episcopal reconoció que estos datos les avergonzaban y expresó su “determinación” a cambiar el comportamiento de la Iglesia francesa para acabar con las ocultaciones de los casos. Moulins-Baeaufort pidió perdón, “a cada uno y una” de las víctimas. Para muchas de ellas es lógico que no baste con este acto de contrición y harán bien de reclamar las correspondientes indemnizaciones (aún no fijadas).
La cúpula eclesiástica francesa, como todas, tapó durante décadas la pederastia, pero también es la que encargó este informe y la que se ha comprometido a no callar cuando detecte un caso. Veremos. Pero ya ha dicho y hecho mucho más que la Conferencia Episcopal Española. Las declaraciones que este martes realizó su presidente, el cardenal Juan José Omella, en una entrevista en la Cadena Ser, no hay confesionario que las redima. Preguntado por el informe de los expertos franceses aseguró compartir el dolor, sufrimiento y “asco” de las víctimas pero a la vez acusó a los medios de comunicación de “no ayudar” porque, en palabras de Omella, “incitan a un sexo libre”. “Ya podemos nosotros trabajar pero si el ambiente es este… En los medios van entrando unos valores en contra del respeto al otro y de una sexualidad humanizada, y no nos ayuda”, añadió.
Las declaraciones del presidente de los obispos españoles pueden indignar, pero sorprenden lo justo porque lo contrario sería enmendar la actitud vergonzosa con que la cúpula eclesiástica española actúa ante los abusos. Quien mejor lo resumió fue el portavoz, Luis Argüello, quien hace unas semanas dejó claro que no tienen ninguna intención de plantear una investigación como la que se ha llevado a cabo en Francia y en otros países como Alemania e Irlanda. “No vamos a hacer seguramente de manera proactiva un programa de investigación general”, afirmó.
Ya que la Conferencia española no piensa examinar qué ha pasado en las últimas décadas y los únicos datos de los que disponemos son los que pueden ir recopilando algunos medios, al menos sería esperable que lea y haga suyas las recomendaciones de los expertos franceses. Son 45 medidas, entre ellas indemnizaciones a las víctimas, algo que en el caso de España es complicado porque la Iglesia se niega a investigar cuántas hay y quiénes fueron sus abusadores.
Pero aun sin informe, los obispos de aquí sí podrían aplicar otras recomendaciones como la de revisar el concepto del secreto de confesión y recordar a religiosos y fieles que haber pasado por el confesionario no puede ser argumento para no informar a las autoridades de los casos de abusos. Además los expertos franceses proponen abrir debates que la Iglesia, sea la francesa o el resto, se niegan a abordar como son el celibato y la presencia de las mujeres. Perdón y enmienda, de eso deberían ir las reflexiones de los cardenales cuando tienen un micrófono delante, sea de una radio o del púlpito.