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España, ¿tierra de misión?

La breve estancia de Benedicto XVI en España durante este fin de semana, ayer en Santiago de Compostela y ya desde anoche en Barcelona, donde hoy consagrará como basílica el aún inacabado templo expiatorio de la Sagrada Familia, ha comenzado con mal pie. Las declaraciones del Papa Ratzinger a los periodistas que le acompañaron en avión desde Roma fueron algo así como un sorprendente regreso al pasado.

En concreto, no es nada difícil hallar en estas declaraciones de Benedicto XVI un regreso como mínimo al célebre y anacrónico libro “El liberalismo es pecado”, obra publicada en 1884 por el sacerdote sabadellense Fèlix Sardà i Salvany, uno de los más conspicuos representantes del catolicismo integrista y ultramontano. Sólo así pueden entenderse las palabras del actual Papa durante el trayecto aéreo de Roma a Santiago de Compostela, llegando incluso a comparar la situación española actual con la del “anticlericalismo agresivo” de los años 30 del siglo pasado, sin mencionar las causas más profundas y reales de aquella agresividad, ciertamente condenable, ni explicar en qué puede asemejarse aquel “anticlericalismo agresivo” con una sociedad española como la actual, en un Estado aconfesional en el que él mismo, que se supone que es el máximo representante del clericalismo en todo el mundo, es recibido con todo tipo de honores oficiales, con importantes dispendios a cargo de las arcas públicas y con un amplísimo eco mediático.

¿A qué vienen, pues, las palabras de Benedicto XVI cuando, después de destacar que España fue siempre un país “originario de la fe” y tras evocar a figuras del santoral católico como Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola o Juan de la Cruz, afirma que “es obviamente cierto que en España también nació un laicismo, un anticlericalismo, un secularismo fuerte, agresivo, como lo vivimos en los años 30, y esta disputa es este enfrentamiento entre fe y modernidad que se realiza hoy de nuevo de modo muy vivaz en España”?

Parece evidente que lo que en realidad se esconde tras estas palabras del Papa Ratzinger es su rechazo frontal hacia la Ilustración, su oposición frontal a lo que ha sido la historia de Europa de los dos últimos siglos. Una historia europea de la que España quedó casi siempre excluida, salvo en los dos breves periodos republicanos, hasta la tan largamente ansiada recuperación de la democracia, esto es hace tan sólo poco más de treinta años.

¿Añora tal vez Benedicto XVI aquella España del nacionalcatolicismo impuesto a sangre y fuego por una dictadura surgida de una criminal guerra civil que fue bendecida por la jerarquía católica como “Cruzada de Liberación”, una dictadura presidida por un general que se autodenominaba “Caudillo de España por la gloria de Dios”, aquel general que entraba bajo palio en todas las iglesias españolas que visitaba y a quien el Vaticano sometía a consulta previa todas las designaciones de los obispos españoles?

¿Realmente el Papa Ratzinger piensa en España como una nueva tierra de misión?

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