Es necesario que sea la propia Iglesia la que detecte y lleve al banquillo a estos delincuentes
Obispos y sacerdotes franceses celebran hoy misas de penitencia en todo el país para pedir perdón a las víctimas de abusos sexuales cometidos por religiosos. No está mal. Siguen el camino marcado por el papa Francisco y su predecesor Benedicto que proclamaron un “hasta aquí hemos llegado”. Hace cinco meses el papa Francisco decretó la expulsión de los obispos que oculten información en relación con este tipo de abusos.
Tras siglos de silencio y ocultación cómplice, después de décadas de intentos de acallar a las víctimas comprando su silencio con acuerdos extrajudiciales y de proteger a los agresores trasladándolos de parroquia, estos pasos son alentadores. Pero es necesario dar uno más: que sea la propia Iglesia la que detecte y lleve al banquillo a estos delincuentes. Parece evidente que el mejor perdón es el que no es necesario pedir: porque se evite el crimen o porque el daño se resarza con la pena.