Miles de personas secundaron la tradicional marcha a Arantzazu en la víspera del Domingo de Ramos. El obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, encabezó la comitiva bajo el lema «La crisis una oportunidad».
Para Munilla, la crisis económica que ha dejado sin trabajo a miles de personas, a otras tantos sin casa o atadas de por vida a una hipoteca imposible de pagar es, en realidad, «una oportunidad que Dios nos brinda para que seamos más sensibles y más generosos con quien sufre el azote de la pobreza» y para renovar nuestro espíritu interior. La actual situación es, a su entender, el momento idóneo para «la conversión personal y moral», y convertirnos así en seres más solidarios y humildes, porque «para poder acordarnos de los necesitados, suele ser necesario que nosotros mismos experimentos la penuria y la inseguridad, aunque sólo sea en una pequeña medida».
En opinión de Munilla, «estamos donde estamos porque nos hemos dedicado a comprar y acumular lo que no necesitábamos, gastando el dinero que no teníamos para llenar nuestro vacío e impresionar a nuestros vecinos, y todo era una gran mentira». Y llegados a este punto, «no hay otro camino que educar en la austeridad y crecer en la caridad».
Es cierto que la cultura del consumo nos ha llenado de necesidades superfluas pero que, al mismo tiempo, parecen imprescindibles, y que inmersos en esta vorágine tendemos a olvidarnos de lo verdaderamente importante.
Pero más valdría que, en vez de exigir tanto a los demás, se predicara un poco con el ejemplo. La jerarquía eclesiástica podría, entre otras cosas, hacer un inventario de las miles de hectáreas y propiedades que posee y de los conventos y seminarios semivacíos e infrautilizados y ponerlos a disposición de quienes han sido deshauciados por bancos que no entienden de caridad o despedidos por «reajustes económicos» que nada tienen que ver con el bien del prójimo. Ya es hora, y más en los tiempos que corren, que los obispos, arzobispos… de turno experimenten la tan mentada «penuria e inseguridad».