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Epstein y la Luz del Mundo · por Israel León

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El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

En una de las plataformas más famosas de “streaming” existen dos productos documentales por demás interesantes: la película “La oscuridad de la Luz del Mundo” (Carlos Pérez Osorio, 2023) y la serie “Jeffrey Epstein: asquerosamente rico” (Lisa Bryant, 2020). En la primera, se muestra el caso de la iglesia de origen mexicano, La Luz del Mundo: una serie de abusos sexuales cometidos por el “apóstol” Nasson Joaquín García y su juicio y posterior condena de 16 años en Estados Unidos. No obstante, el documental deja ver que el asunto no quedaba ahí y tales prácticas se remontan al primer “apóstol” Eusebio Joaquín González, abuelo de Nasson y a Samuel Joaquín Flores, su padre, lo que nos hace ver que no se trató de la “enfermedad” de un individuo sino del ejercicio de prácticas detestables, en general tipificadas como delito, por parte de la jerarquía de esa institución que, en conjunto con los “apóstoles”, orquestó todo un entramado de servicios sexuales a estos personajes (es lo que vemos, pero no queda claro si otros jerarcas se beneficiaron de estas prácticas). Por su parte, la serie sobre Jeffrey Epstein muestra la impresionante red de tráfico de personas, abuso sexual, violaciones y múltiples delitos más (principalmente cometidos a mujeres menores de edad), de las que este personaje fue la cabeza. Como se sabe, el escándalo es mayúsculo pues se ven involucrados actores y actrices de Hollywood, cantantes, empresarios, políticos y hasta personajes de la familia real británica. Un auténtico muladar expuesto tras el arresto de este tipejo y su posterior “suicidio” en circunstancias por demás extrañas. Comento estos dos productos audiovisuales pues en ambas tramas se exhibe un par de cosas: uno, el abuso sexual perpetrado de manera sistemática a mujeres, principalmente y dos, el ejercicio de poder que se encuentra vinculado a la violación o al abuso sexual. En realidad, no tenemos solamente depredadores sexuales, sino depredadores sexuales poderosos.

En el documento “El abuso sexual como abuso de poder y como una de las tipologías de maltrato infantil” publicado en el portal de la Fundación Solidaridad Humana con sede en España, se estipula que es “fundamental no concebir el abuso sexual como una cuestión únicamente concerniente a la sexualidad del individuo, sino también como un abuso de poder fruto de la asimetría de edad entre abusador y víctima. El ‘poder’ no siempre viene dado por la diferencia de edad, sino por otro tipo de factores. El abuso sexual entre iguales es una realidad a la que no debemos cerrar los ojos. En este caso, la coerción se produce por la existencia de amenazas o porque hay seducción, pero la diferencia de edad puede ser mínima o inexistente. Aun así, se consideraría abuso sexual”. Tales factores son la seducción a partir de la precaria situación económica de las víctimas, en la red de Epstein, o el aprovechamiento de la fe, por parte de los líderes de La Luz de Mundo. Algo similar existe en los miles de casos documentados de abuso sexual en agrupaciones eclesiales católicas en todo el mundo, desde los Maristas, pasando por los Legionarios de Cristo, hasta el propio Clero Secular. Por otro lado, en el hogar, cuando un adulto abusa sexualmente de niñas o niños, suele hacerlo desde una posición de autoridad y poder propiciado por su edad y su rol en la familia. El documento afirma que el abuso infantil implica “…contactos e interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual puede ser también cometido por una persona menor de 18 años cuándo esta es significativamente mayor que el niño (víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro” (National Center of Chile Abuse and Neglect, 1978). (…) Este fenómeno engloba la prostitución y la pornografía infantil, así como el tráfico sexual infantil y el turismo sexual infantil como modos de lograr el acceso a las víctimas de explotación sexual infantil. Se suele equiparar la explotación sexual con el comercio sexual infantil”.

No haré una lectura psiquiárica de este fenómeno, no es mi interés. Lo que quiero es enfatizar en estas prácticas el evidente abuso de poder frente a las víctimas, uno que le guste o no a los machirrines, viene perfectamente ligado al patriarcado en que vivimos. Según el documento ¿Qué son las relaciones de poder y qué tienen que ver con el patriarcado? Publicado en el portal La Cadera de Eva, las relaciones de poder “que se desarrollan en la sociedad patriarcal y capitalista son de dominación/subordinación entre los géneros. Debido a la supuesta superioridad que tienen los hombres dentro del sistema patriarcal, son ellos quienes se convierten en los opresores mientras las mujeres son convertidas en subordinadas, este fenómeno puede darse tanto en la vida privada o la vida pública, lo que termina violentando a las mujeres tanto en relaciones personales (normalmente en relaciones heterosexuales) o en su desarrollo profesional”. Esto mismo vale en el tipo de abusos que estamos comentando y, hay que decirlo, también cuando el abuso se da de un hombre a un niño varón. De más está decir que también puede existir este tipo de relaciones de poder entre personas de orientación sexual no heteronormada, pues la dominación se diversifica. Los abusadores sexuales son depredadores, sí; pero también son, en esencia, machos que están ejerciendo un poder brindado por su condición patriarcal. Sé que muchos que están leyendo esto se consideran bien “hombres” y nunca harían nada parecido. Bien, ustedes no, pero muchos otros sí. Es posible que al ver semejantes documentales, sintamos indignación frente a esos “enfermos” y cierta empatía con las víctimas. Pero tal distancia que se logra con la pantalla no debe opacar el origen mismo del problema en el patriarcado y las relaciones de poder que genera entre los sujetos. Y nos debe llevar a preguntarnos si es que en nuestro núcleo cercano no se están ejerciendo tales relaciones de poder, qué podemos hacer para evitarlas y, lo que es más apremiante, cómo lograr que no se normalicen, como viene sucediendo desde hace décadas lo que permitió que estos individuos hicieran y deshicieran a su antojo.

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