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Entrevista a Waleed Saleh: Islam, democracia y laicismo

Nos guste o no, vivimos en un mundo multicultural, dado que la supuesta homogeneidad que algunos pretenden para sus países no es posible. Esto es algo que confirma la historia. Y si nos atenemos a nuestro país, resulta que apenas reconocemos la existencia de la cultura árabe-musulmán que durante más de siete siglos estuvo presente en gran parte de nuestro territorio.

Sobre esta cuestión, y siguiendo la línea de entrevistas que en ocasiones he realizado para los diarios de Andalucía Digital, me ha parecido oportuno llevar a cabo una charla con Waleed Saleh, traductor y profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid, ya que recientemente estuvo en tierras andaluzas y tuve el placer de conversar con él sobre las cuestiones que se derivan del título de esta entrevista.
Es muy grato departir con alguien que tiene tanto conocimiento sobre los temas tratados y que lo expresa con verdadera claridad. Esto puede entenderse si consideramos que es autor de una quincena de libros, entre los que se encuentran El ala radical del islam – el islam político: realidad y ficción; Librepensamiento e islam; Amor, sexualidad y matrimonio en el islam; Siglo y medio de teatro árabe; Ética laica (obra colectiva), entre otras.

Dado que la entrevista fue amplia, la dividiré en dos partes, pues no me parece oportuno eliminar ninguno de los aspectos que se han expresado a lo largo de la conversación. Para comenzar esta charla, quisiera apuntar que Waleed nació en Iraq, pero muy joven salió de su país de origen y, tras una estancia de cuatro años en Marruecos, se afincó en España, por lo que habla español con toda corrección y fluidez, lo que facilitará este encuentro.

—¿Cómo nos explicarías qué es el islam para que tuviéramos una idea que superara los sencillos esquemas con los que nos manejamos?

—El islam es una de las tres religiones monoteístas y la segunda en número de seguidores, detrás del cristianismo. «Islam» en lengua árabe significa «sumisión a la voluntad divina» (Dios). Esta religión reconoce las dos anteriores, judaísmo y cristianismo, como revelaciones divinas, y a Moisés y Jesucristo como profetas al igual que Mahoma, que es el profeta del islam.

Mahoma, según la tradición islámica, nace en el 570 d.C. y comienza a predicar la nueva fe al cumplir 40 años cuando el arcángel Gabriel le comunica el mensaje divino. Mahoma intenta convencer a su familia y a su tribu en la ciudad de La Meca de la nueva fe, consiguiendo el apoyo de algunos, pero la mayoría de ellos se muestran hostiles hacia él por lo que se ve obligado a huir (Hégira) de La Meca a Medina en el 622, fecha que marca el comienzo del calendario musulmán.

—Tras estos inicios, ¿cómo logra Mahoma afianzar el credo que predica y cómo se configura el Corán, principal libro del islam que es considerado como la palabra de Dios por sus seguidores?

—Continuando lo anterior, años más tarde, el profeta y sus seguidores conquistan La Meca y la someten al poder del islam. La revelación del Corán dura 23 años y sus capítulos (114) se dividen en mecanos y medinenses. Mahoma fallece en el 632 y le siguen cuatro califas (Abu Bakr, Omar, Othman y Ali) que gobiernan en conjunto 29 años.

Para los musulmanes ortodoxos y los islamistas, la última parte del gobierno del profeta y el de los califas, llamados «bien guiados», es considerada como el siglo de oro del islam. Sus detractores no lo ven así porque consideran la gestión de los cuatro califas como turbulenta y nefasta, sabiendo que tres de los cuatro fueron asesinados por la lucha del poder. Después llegaron las dinastías Omeya, Abasí, los Mongoles, el Imperio Otomano, etc.

—Correspondiéndose con los primeros hechos históricos, en el imaginario colectivo, solemos situar a la Península Arábiga como el epicentro del islam, a partir de la cual se extienden los países musulmanes. En la actualidad, ¿cuántos son los países con mayoría musulmana? Por otro lado, y puesto que uno de los temas que abordamos es la democracia y el laicismo, ¿los musulmanes aceptan la libertad de conciencia? ¿Pueden abandonar su religión por otra?

—Te puedo decir que, del conjunto de los países del mundo, 57 son de mayoría musulmana que se engloban en la Organización de Cooperación Islámica, cuyo cometido es velar por los intereses de los musulmanes en todo el mundo. En 1990, los países miembros de esta organización firmaron en El Cairo la Declaración de los Derechos Humanos en el Islam.

A diferencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada en las Naciones Unidas en 1948, la del islam se muestra contraria a la libertad de conciencia y no permite que un musulmán renuncie a su religión a favor de otra u optar por el ateísmo. Por otro lado, la mujer, tal como veremos, no sale tampoco bien parada en esta declaración, ni las minorías pertenecientes a otras creencias.

—En nuestro país solemos pensar que, en los países en los que el islam es la religión oficial, todos los ciudadanos necesariamente son musulmanes y que no hay otra posibilidad de manifestarse, tal como sucede en Occidente.

—En Occidente se piensa que todos los musulmanes (en torno a 1.500 millones) son creyentes y practicantes, algo que dista mucho de la realidad. Al igual que las otras religiones, entre los pueblos de mayoría musulmana existen individuos, grupos y partidos políticos que se sienten libres de cualquier atadura que les obligue a cumplir con las obligaciones de esta fe. Hay personas creyentes, pero no practicantes, laicos y ateos.

Quisiera apuntar, por ejemplo, que al-Azm, pensador sirio y ateo, decía que las personas que proceden del Norte de África o de Oriente Medio y que viven en países occidentales son Homo Islamicus, es decir, considerados musulmanes, aunque no lo sean. No pueden escaparse al rol que les ha concedido Occidente.

Otro intelectual árabe argelino laico, Mohamed Arkon, sostenía que los laicos procedentes de los países ya mencionados que viven en Occidente se ven obligados a demostrar su laicismo a cada momento, porque si no, no los creen. En cambio, un laico occidental es laico sin condiciones.

—Tú que conoces bien ambos mundos, ¿por qué se produce de forma tan habitual entre los occidentales la confusión entre árabe y musulmán?

—Esto ocurre porque el islam nace en la Península Arábiga y porque el profeta del islam era árabe y el Corán fue revelado en esta lengua. Pero debemos diferenciar entre los dos términos. Al igual que el español, el francés y el inglés son lenguas y el cristianismo es una religión, pasa lo mismo con el árabe como lengua y el islam como religión. Por lo tanto, no todos los árabes son musulmanes, ni todos los musulmanes son árabes.

Solo una tercera parte de los musulmanes del mundo son árabes. Lo que se conoce como «el mundo árabe» abarca 22 países (450 millones de personas aproximadamente) que tienen como primera lengua oficial el árabe y pertenecen a la Liga de los Estados Árabes. Geográficamente van desde Marruecos, en occidente, a Omán, en oriente.

Todos estos países hablan el árabe y son de mayoría musulmana; pero en muchos de ellos existen minorías de otras religiones como los cristianos coptos en Egipto que forman en torno al 12 por ciento; minorías cristianas en Siria, Iraq, Palestina… En el Líbano, los cristianos representan el 40 por ciento de la población, aunque, hace aproximadamente cincuenta años, los cristianos eran mayoría en este país. Por esta razón, el presidente del Líbano tiene que ser, por norma, cristiano. El actual es Michel Aoun, un cristiano maronita.

Además, países como Turquía e Irán son de mayoría musulmana, pero no hablan el árabe. La lengua oficial del primero es el turco y el persa la del segundo. El país musulmán más grande numéricamente es Indonesia que tampoco es árabe.

—¿Tendría sentido hablar de «islam religioso» e «islam político», viendo los grupos islamistas que han acudido a formas violentas o de terrorismo para imponer sus ideas político-religiosas?

—Sí, tiene sentido porque el islamismo o islam político que defiende la unión entre política y religión ha conseguido en las últimas décadas un poder extraordinario en los países de mayoría musulmana. El islamismo es otra pandemia porque no admite la democracia y es contrario al Estado nación, ya que la única identidad que acepta es la islámica. El islam para los islamistas es la patria y la sharía es la única ley reconocida. Los islamistas manipulan la historia y discriminan a las minorías y desprecian a la mujer.

—¿Cómo surge el islamismo o islam político?

Nace a partir del grupo de los Hermanos Musulmanes, fundado en Egipto por Hasan al-Banna en 1928, siendo considerado la matriz del islamismo actual. El segundo fundador del grupo, Sayyid Qutb, que fue encarcelado por orden de Nasser en los años sesenta, llevó la ideología del grupo a un extremo preocupante, abriendo las puertas al uso de la violencia para conseguir fines políticos. Su libro Jalones en el camino, redactado en la cárcel, fue y es el libro de cabecera de muchos grupos islamistas extremistas.

Posteriormente, llegó la Revolución Islámica iraní para darle alas al islam político. Con el paso de los años y el apoyo económico y logístico de Arabia saudí y de Irán, que representan las dos ramas del islam, el sunismo y el chiísmo, el poder de los islamistas se ha extendido de forma generalizada.

—¿Cuáles son los objetivos que pretenden los grupos islamistas? ¿Qué opinas de estas opciones políticas?

Todos estos grupos reclaman un objetivo: la instauración de un Estado islámico, aunque no todos recurren a la violencia. Los extremistas como Al Qaeda, Boko Haram o el Estado Islámico se han hecho famosos, pero son numerosos los grupos y partidos que usan la violencia sin llamar mucho la atención. Por ejemplo, Hezbolá en Líbano, Iraq y Siria persigue y asesina a sus opositores por razones sectarias. Lo mismo hace el régimen islamista iraní con su mano armada: los Guardianes de la Revolución Iraní.

Después de lo que se conoce como la “Primavera Árabe” de 2011 y el fracaso de la democratización de las sociedades árabes, las fuerzas del islamismo se han hecho con el poder, aunque algunos no han podido continuar por el rechazo de sus sociedades. Fue el caso de Egipto en 2012, Túnez en 2014 o Iraq después de la invasión estadounidense en 2003.

El islamismo, en mi opinión, es la peor alternativa política porque anula al otro, restringe derechos y libertades, además representa un fraude cultural, social y económico. La palabra más repetida por los seguidores del islamismo es haram (prohibido, ilícito, pecado). Todo lo bello para ellos es haram: la música, el teatro, la pintura, el baile, el cine… Se sienten muy contentos cuando la vida de las sociedades gobernadas por ellos se convierten en procesiones funerarias.

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