Todo estudio sobre la dictadura franquista parte de una evidencia: el predominio de la Iglesia y de la religión católica, es decir, su influencia determinante sobre la ideología, la cultura y la moral del Estado e impuesta por el Estado a toda la sociedad. Pero esa evidencia parece esconder una curiosa paradoja don- de los católicos —visto que todos lo eran— aparecen enfrentados en la consecución de —se supone— los mismos fines. Llegará incluso el momento en que la misma fe, el mismo mensaje y la misma obediencia sirvan para defender posiciones opuestas, algunas de ellas situadas por primera vez en muchos años en la izquierda política y la oposición antifranquista.
El presente dossier no va a superar este último límite, el de las fronteras del régimen. Aun cuando estas eran, como todas las fronteras, mucho más permeables y discontinuas de lo que pudiera parecer a primera vista, siempre hubo un último salto para pasar de una orilla a otra del Rubicón, ante todo renunciar a la victoria y sus razones, reconociendo si no la injusticia de la guerra, al menos las razones del enemigo y la necesidad de reconciliación. Este dossier, como anuncia su título, va a tratar de los católicos franquistas, dejando fuera a los que nunca lo fueron (franquistas) o dejaron de serlo con el tiempo, aunque alguno de estos últimos —caso de Rafael Calvo Serer o Joaquín Ruiz-Giménez— aparezcan con frecuencia en las páginas que siguen.
Otro punto de partida común de las distintas contribuciones va a ser la consideración del catolicismo franquista en su diversidad y sus conflictos internos. En el largo arco cronológico aquí abarcado, tras la guerra civil el catolicismo pareció dejar atrás definitivamente las divisiones entre integristas y accidenta- listas de las dos últimas décadas (De la Cueva y Montero, 2009), en cambio terminó en la década de los sesenta con una profunda escisión intraeclesial y una concepción muy distinta del compromiso de los católicos en la sociedad. Incluso en la inmediata posguerra, la subordinación de las organizaciones seglares a la jerarquía eclesiástica no debería llevarnos a considerarlas como un conjunto indiferenciado, aunque las diferencias derivadas de su distinta naturaleza organizativa, de su relativa posición social y de su cultura política se vayan acentuando con el tiempo. Con ese objetivo, nuestro análisis se aleja de los te- mas tradicionales de historia de la Iglesia, realizados desde una perspectiva in- terna cuando no directamente clerical, para adentrarse en una dimensión cultural donde las ideas e identidades se convierten en elementos operativos de la acción política, social y misional. Los protagonistas de este número monográfico de Historia y Política van a ser los obispos y, sobre todo, los intelectuales políticos católicos.
Alfonso Botti reflexiona sobre la posición de los obispos españoles ante el tema del totalitarismo durante los años de la guerra civil, a partir de la documentación del Archivo Secreto Vaticano accesible desde hace poco tiempo a los investigadores. Los demás artículos se centran en las dos principales: organizaciones seglares católicas existentes durante la dictadura y en las relaciones entre ambas: la mayoritaria Acción Católica —y dentro de esta la minoría «selecta» de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP)— y el Opus Dei, con menor implantación social pero con una destacada relevancia intelectual y política desde los años cincuenta. Sobre esta última, el artículo de Sara Prades ofrece un detallado mapa de sus plataformas de acción cultural desde finales de los años cuarenta y durante la primera mitad de los cincuenta. Pedro Carlos González Cuevas interpreta, mediante el análisis de las revistas Punta Europa y Atlántida, la escisión de ese grupo intelectual desde 1956 y su evolución divergente durante los años sesenta. Carlos Barrera se centra en el periodismo político y de información general como una nueva vía de acción cultural que tomaron algunos de esos intelectuales, junto a otros miembros del Opus Dei, y que tuvo su reflejo más importante en el Instituto de Periodismo fundado por Antonio Fontán en el Estudio General —luego universidad— de Navarra, así como los conflictos que provocó dentro del propio régimen franquista.
El enfrentamiento entre aquel grupo intelectual monárquico ligado al Opus Dei y los falangistas junto a sus aliados dentro de la ACNP después de la «tormenta» de 1956 y hasta 1962, aproximadamente, es el tema del texto de Javier Muñoz Soro. No hay que olvidar que esas ideologías fueron operativas y sostuvieron los respectivos proyectos de institucionalización del régimen como único medio para renovar su legitimidad y garantizar su continuidad en el futuro. Por último, Mónica Moreno estudia las formas y los contenidos de la movilización femenina en ambas organizaciones, Acción Católica y el Opus Dei, así como su evolución divergente dentro de su doble condición de mujeres y militantes católicas, a menudo expresada de manera no menos paradójica.
A la hora de estudiar el catolicismo franquista, y el franquismo en general, hay una serie de factores de continuidad-discontinuidad a tener en cuenta. En primer lugar, la ruptura que supuso la guerra y con ella la oportunidad de acción favorable para los católicos, con fenómenos inéditos de radicalización política. En segundo lugar, la pervivencia de culturas políticas católicas anteriores a la guerra, en gran medida embrionarias como organizaciones políticas de masas porque surgieron como tales durante la breve experiencia republicana, lo que contribuyó a su indefinición y debilidad en el franquismo, pero no tanto como para impedir su supervivencia e incluso su renovación. Es lo que ocurrió con el propagandismo católico, heredero de la CEDA y del grupo reunido en torno a Herrera Oria y el periódico El Debate, o con el nacionalcatolicismo monárquico, heredero del grupo-revista Acción Española. En tercer lugar, la evolución que se produjo a lo largo de la dictadura dentro de dichas culturas políticas, ahora identificadas como «familias políticas» del régimen, una evolución reflejada sobre todo en la secularización de su discurso, la asunción parcial de ciertas formas de modernidad y la búsqueda de nuevas fuentes de legitimidad «de ejercicio» del sistema que renovaran su legitimidad de origen.
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Universidad Complutense de Madrid