«Tan sencillo como sería eliminar del sistema escolar formal cualquier enseñanza religiosa confesional y que en la escuela se imparte, como cualquier otro contenido, lo que se ha llamado cultura religiosa». Jaume Trilla, catedrático de Teoría de la Educación de la UB
La pandemia ha relegado a un tercer plano una noticia y un debate que, en otras circunstancias, sería protagonista: el plan piloto del Departament de Educación para incorporar la asignatura optativa de religión islámica. El conseller afirma que la escuela pública debería ser aconfesional pero que la ley no lo permite y por lo tanto hay que abrirla a todas las religiones.
Más de cuarenta años después, los Acuerdos firmados en 1979 entre España y el Vaticano (como continuación del Concordato de 1953) siguen generando una anomalía en el sistema educativo, como es el hecho de que todos los centros educativos, públicos o privados, estén obligados ofrecer la enseñanza de la religión católica «en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales», en primaria, secundaria y bachillerato, y que por si fuera poco el currículo la elabore la misma Conferencia Episcopal y el profesorado también el seleccione la Iglesia. Revertir esta situación pasa inexorablemente para España y el Vaticano modifiquen aquellos acuerdos, lo que no parece fácil porque la misma jerarquía católica española se opone, a pesar que hay otro sector que apuesta (y de hecho hace años que pone en práctica) por una asignatura sobre cultura religiosa que no sea confesional.
Ante este escenario, el mes de diciembre el conseller de Educació, Josep Bargalló, anunció que abriría la escuela pública al resto de confesiones religiosas, empezando por el islam, el evangelismo y el judaísmo. Finalmente, este curso sólo se ofertará la primera, en varios centros de Barcelona y Tarragona (en primaria) y Barcelona y Girona (en secundaria). Según ha publicado La Vanguardia, citando fuentes de la Unión de Comunidades Islámicas de Catalunya (UCIDCAT), alrededor de 2.000 alumnos catalanes han solicitado esta opción, los más de 80.000 que profesan la religión musulmana. Evidentemente, no todos podrán acceder, por lo menos este curso.
La comunidad islámica hacía años que amenazaba con denunciar Educación si no salía adelante la enseñanza del islam, también como materia optativa, ya que, de hecho, así está escrito en los acuerdos que España firmó en 1992 con las comunidades evangélicas , israelíes e islámicas. Otras comunidades autónomas no han esperado 28 años, sino que ya hace tiempo que ofrecen esta optativa. «En Andalucía hay 28 profesores contratados, cuando el número de alumnos musulmanes es inferior al que hay en Catalunya», explica Mohamed El Ghaidouni, presidente del UCIDCAT. En Madrid, Valencia, Aragón o Euskadi, entre otras, ya se imparte esta materia, apunta.
Esta entidad ha hecho la selección de candidatos a profesor de religión islámica, los cuales debían cumplir requisitos exigidos por el Departamento (tener el título de magisterio o equivalente en el caso de primaria, y el máster o CAP en el de secundaria, además del nivel C de catalán en ambos casos) y otros por la misma comunidad, como ser musulmán y acreditar un conocimiento suficiente en la materia. Se ha creado una bolsa formada por 16 personas, y ahora Educación debe elegir los cuatro docentes que comenzarán a dar clase. El UCIDCAT, añade El Ghaidouni, acompañará este profesorado: «Tendremos reuniones con ellos de forma periódica para hacer el seguimiento, y estamos preparando un programa de formación continua para darles apoyo y conocimiento».
Identidades, convivencia y leyendas urbanas
El debate que se plantea es si abriendo la escuela pública a otras confesiones se fuerza el Estado y la Iglesia a abordar el tema de la enseñanza del catolicismo, o si por el contrario esta medida puede provocar más división. «La segregación de los alumnos por cuestión de creencia, ya sea católica como islámica, como de cualquier otra confesión, no es una medida inclusiva ni que facilite la convivencia, sino que contribuye a la construcción de una identidad comunitarista, que aleja a los niños y jóvenes de su reconocimiento de una colectividad más amplia», sostiene Silvia Luque, directora de la Fundació Ferrer i Guàrdia, la cual, junto con otras entidades del movimiento laico catalán, han firmado un manifiesto de rechazo a esta medida.
Curiosamente, el consejero Bargalló eligió la sede de la Ferrer i Guàrdia para anunciar la medida en diciembre, en una conferencia en la que tenía que hablar de la laicidad de la escuela. En ese momento, Bargalló argumentó que sólo había tres maneras de sacar la religión católica de la escuela, y que las tres fuerza improbables a corto plazo: la independencia de Catalunya, llegar a un gran consenso con las principales confesiones religiosas o un cambio normativo del currículo. Por eso, dijo, la única alternativa era la apertura de la escuela al resto de religiones. Ya con la polémica abierta, en una reciente entrevista en el Ara Bargalló reiteró que «seguimos creyendo que la educación debería ser aconfesional y que en ningún caso debería darse en la escuela, en horario lectivo, enseñanzas confesionales».
«No sabíamos nada, nos tomó por sorpresa», reconoce Silvia Luque, según la cual como entidad prefirieron no contestar hasta que el anuncio no fuera una realidad. Es decir, hasta que el 28 de agosto se publicó en el DOGC la resolución por la que se creaba este plan piloto. «Creemos que no está habiendo bastante debate sobre el tema, en parte porque un sector de la izquierda tiene mala conciencia ante medidas que afectan a colectivos sensibles. Pero aquí no se trata ni de anticlericalismo ni de islamofobia, sino el convencimiento de que el proselitismo religioso se debe hacer a los templos y no en las escuelas, y si una confesión tiene dificultades para ejercer sus creencias o falta de puestos de culto lo necesario es abordar esta necesidad y no pensar que la asignatura de religión islámica resolverá estos problemas, porque más bien puede crear otros», añade la directora de la Ferrer i Guàrdia.
La comunidad islámica también se ha esforzado en desmentir algunos mitos que han surgido alrededor de esta noticia. «Se ha dicho y se ha escrito que los imanes empezarían a impartir clase, y eso no es verdad, también se ha dicho que si las clases se harán en árabe clásico, y tampoco es verdad, la lengua de enseñanza a Catalunya es el catalán y por eso uno de los requisitos es tener el nivel C. y también se nos ha preguntado qué tipo de islam se enseñará, y la respuesta es que el currículo está publicado en el BOE hace años y el profesorado se debe ceñirse a este currículum «, explica El Ghaidouni.
Religión o cultura religiosa?
«Vamos mal si las condiciones para la enseñanza de la religión islámica son las mismas o muy similares a las de la enseñanza católica -sostiene Jaume Trilla, catedrático de Teoría de la Educación de la UB y autor de La moda reaccionaría en educación -, es como legitimar y aceptar que el sistema educativo formal puede ser un lugar de adoctrinamiento religioso sufragado, además, con fondos públicos «. Para Trilla, el respeto a la libertad religiosa de la ciudadanía trasladada al sistema educativo «llevaría a una imposibilidad práctica y económica, por no decir a una situación pedagógicamente nefasta. Tan sencillo como sería eliminar del sistema escolar formal cualquier enseñanza religiosa confesional y que en la escuela se imparte, como cualquier otro contenido, lo que se ha llamado cultura religiosa».
De hecho, esta es también la apuesta de la mayor parte de profesores que actualmente imparten la asignatura de religión, según explica Ángel Borja, vicepresidente del sindicato AMRC, el mayoritario entre este cuerpo de docentes de los centros públicos. «No se puede hacer confesionalidad en la escuela, yo tengo alumnos de procedencias y creencias muy diversas, sería absurdo que entrara en el aula con la verdad revelada, y además el obispado también recomienda que la enseñanza se adapte a las condiciones de cada centro «, explica Borja, para el que el currículo oficial de religión diseñado por la Conferencia Episcopal» es muy catequético, está alejado del día a día de cualquier centro público «. Este sindicato hace años que apuesta también por una asignatura sobre cultura religiosa, y en este sentido el octubre 2018 presentó una propuesta formal al Departament, ya que, según dice Borja, «al margen de si eres creyente o no, el hecho religioso tiene una incidencia indiscutible en nuestro mundo, y por lo tanto es importante que los alumnos tengan un conocimiento mínimo».
En eso coincide en buena parte Silvia Luque: «Sin la religión no se puede entender la historia, la literatura, el arte … por eso defendemos que se desarrolle de forma transversal al resto de asignaturas. La asignatura de cultura de las religiones, si se plantea desde esta perspectiva de contribuir al conocimiento sin hacer proselitismo, podría ser una opción que diera salida a diferentes inquietudes y terminó siendo una opción de consenso «.
También un sector de la escuela concertada comparte este diagnóstico. Guillem Carreras, profesor de Cultura Religiosa de la Escuela Pia Sant Antoni, comenta que «en la Escuela Pía ya hace 13 años que se decidió cambiar las clases de religión cristiana por cultura religiosa», lo que considera que fue » una decisión valiente teniendo en cuenta que a estas alturas todavía el obispado pica la cresta a los responsables de la Pastoral para que no se explica la religión como seguramente ellos querrían «. También en su aula, afirma Carreras, recibe una variedad de respuestas cuando a principio de curso pregunta a los alumnos con qué religión se identifican. «Lo que proponemos desde esta materia -añade- es conocer los rasgos fundamentales de las diferentes religiones, explicar qué son las creencias, los ritos, qué semejanzas y diferencias encontramos, promover el intercambio y el diálogo interreligioso, etc. Como ejemplo, al terminar la ESO, nuestro alumnado ha podido visitar una mezquita, una sinagoga, un templo sij, un templo budista, etc.»
Para El Ghaidouni, en cambio, hay que distinguir entre el debate y la realidad. «Los debates son siempre positivos, y han de poder participar todas las sensibilidades. Nosotros, como parte de esta sociedad, ya hemos dicho lo que pensamos: una cosa es la enseñanza religiosa y otra de la historia de las religiones. Si haces historia de las matemáticas no llegarás a resolver una ecuación de primer grado, y por eso queremos una formación de religión y no sobre las religiones «, apunta el presidente del UCIDCAT. «La realidad -concluye- es que hoy la enseñanza religiosa es un derecho fundamental y que los ciudadanos que quieren que sus hijos reciban esta formación tienen todo el derecho a pedirlo. Si en el futuro la sociedad llega al consenso que esto se debe cambiar, por supuesto que como comunidad nos adaptaremos a esta decisión.