El enfrentamiento milenario entre la libertad de expresión y la blasfemia, conocida como el insulto o la ofensa a las ideas y sentimientos religiosos es un conflicto que va más allá de las diferencias de ideas, ya que en algunos casos se considera como un atentado al orden público, y en otros, se pone en peligro la integridad de los ciudadanos.
Este tipo de discrepancia se torna en ocasiones álgida y sangrienta porque es dominado por la pasión y la ausencia de la razón. No como en República Dominicana que su Constitución consagra en su artículo 45 la libertad de cultos, por lo que existe la tolerancia religiosa.
La blasfemia, difundida ya sea mediante discurso, artes, literatura o cualquier otro , es un delito que algunos lo consideran retrógrado, y que poco a poco se ha ido suprimiendo del ámbito jurídico en muchos países, como si transitara por tierra movediza, para darle prioridad a la libertad de expresión sin este tipo de restricción.
En los países donde todavía prevalece, principalmente en los musulmanes, es castigado con condenas drásticas, como veremos más adelante, porque lo conciben como una práctica, que no solamente hiere a los creyentes, sino que pone en juego el Status quo.
En la Edad Media el cristianismo practicó las más crueles torturas y condenó a muerte a miles de personas por blasfemia, principalmente durante la llamada “Santa Inquisición”, término que hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía durante esa era medieval, la primera de la cual se fundó en el 1184, en la zona de Languedoc, en el sur de Francia.
Mil 116 años de después, la blasfemia sigue vigente. Por ejemplo, en el 1988, en Irán, un país teocrático, el líder religioso de entonces de esa nación, el fenecido ayatola Ruhollah Jomeini, amenazó de muerte al escritor indio-británico Salman Rushdie, por publicar un libro titulado “Versos Satánicos”, considerado por los musulmanes como una blasfemia contra el Islán, Mahoma y el Corán, ofreciendo una recompensa de 600 mil dólares por su ejecución, lo que dio lugar a un rechazo mundial a esa actitud.
Rushdie tuvo que ocultarse durante muchos años, para evitar ser ajusticiado por ese delito de opinión. La blasfemia en el Islam es considerada como cualquier irreverencia hacia los personajes sagrados, objetos religiosos, costumbres y creencias que los musulmanes veneran.
El Corán no menciona explícitamente la blasfemia, pero sí en algunos de sus versos hace referencia a la ofensa de la religión, por los que ese delito fue incorporado a la sharia, que es la ley islámica, que forma parte de la fe surgida de ese libro sagrado.
Por eso, el artículo 513 del Código Penal iraní establece pena muy dura a quienes ofenden al islam, al Corán, a Alá y a su profeta Mahoma, porque ese sistema atenta contra el sistema clerical del gobierno.
También el 8 de noviembre del 2010, una joven católica llamada de Aasiya Noreen (Asia Bibi) fue condenada a la horca, pero sólo permaneció 8 años en prisión en Pakistán, al ser acusada de insultar al profeta Mahoma.
Asia Bibi fue agredida por otras mujeres por haber bebido en la misma taza que en la fuente se utilizaba para las musulmanas, acción que fue interpretada como blasfemia, por haber propagado su “impureza” a los seguidores del Islam.
Paquistán es el país que tiene las leyes más estrictas contra la blasfemia, y los artículos 295-A y 295-C del Código Penal castigan la profanación y el ultraje al Islam con penas que pueden ir desde la cadena perpetua hasta pena de muerte, por ser un delito también considerado como alterador del orden público.
En algunos países occidentales, también se producen condenas por ofensas al cristianismo, sus símbolos y divinidades, aunque sean escasas.
Por ejemplo, en España, el 7 de febrero del 2018 un joven de 24 años, identificado sólo como D. C. D, fue condenado a pagar una multa de 480 euros por difundir un montaje, en el que sustituyó el rostro de Jesús clavado en la cruz, por el suyo.
El artículo 525 del Código Penal de España contempla el delito de escarnio, que es lo mismo que la blasfemia, prescribiendo una pena de ocho a doce meses de prisión y multas a «quienes ofendan los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen públicamente a quienes los profesan o practican.
Pero, los casos más emblemáticos de los últimos años han ocurrido es Francia, país de Europa que no condena la blasfemia ni el escarnio, que ha recibido varios atentados con un saldo de muertos y heridos, por el sólo hecho de que medios de comunicación han publicado caricaturas de Mahoma, el profeta más importante y venerado de la religión musulmana
El hecho más trágico ocurrió el 7 de enero del 2015 cuando se produjo un atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo, perpetrado por dos jóvenes que con fusiles de asalto y otras armas entraron en las oficinas del periódico matando a 12 personas e hiriendo a otras 11 al grito de «Al·lahu-àkbar» (‘Alá es el más grande’), por publicar una caricatura de Mahoma, considerada ofensiva.
El 16 de octubre del 2020 el profesor de historia Samuel Paty fue decapitado por el joven checheno de 18 años Abdulak Abuezidovic, por haber exhibido en clase las nuevas caricaturas de Mahoma publicadas por Charlie Hebdo, hacía unos días.
El agresor subió en su cuenta de Twitter, imagen del cadáver del profesor acompañada de un mensaje dirigido al presidente francés, Emmanuel Macron, a quien llamó «el líder de los infieles». «Ejecuté a uno de tus perros del infierno, que se atrevió a menospreciar a Mahoma», escribió.
El 29 del mismo mes, otro hombre mató a cuchillas a tres personas dentro de una basílica católica de Niza, en el sureste de Francia. El autor de esta nueva masacre fue arrestado por la policía municipal mientras profería gritos de «Alá es grande».
Ahora bien, Por qué pasan esos sucesos. Se producen porque mientras los occidentales son cada vez más liberales y menos creyentes y están más apegados a los profanos y las cosas del mundo, los musulmanes son más fervientes, y muchos no toleran ofensas contra su religión y sus símbolos.
Para los musulmanes el profeta Mahoma es lo más grande y su vida es el ejemplo a seguir, porque constituye la esencia del islamismo, por lo que cualquier ofensa en su contra, al Corán y sus demás símbolos, debe ser castigado de la peor manera.
Extrañamente, la historia narra que durante su vida religiosa Mahoma fue humillado múltiple de veces, ya que muchos lo acusaban de loco y mentiroso, En ocasiones lo apedreaban y le lanzaban excrementos de animales, pero que nunca respondía con violencia, sino con sabiduría.
En conclusión, en torno a este milenario conflicto, algunos entienden que los países tienen derecho a preservar los valores que consideran correctos y tradicionales y a evitar la ofensa de sus sentimientos religiosos, mientras otros creen que la libertad de expresión se debe ejercer sin ese tipo de ataduras, sino con el derecho a la disensión religiosa, a la apostasía, la blasfemia, el escarnio y la herejía.
David R. Lorenzo. Abogado y periodista República Dominicana
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