En relación a la noticia aparecida el día 2 de agosto en la sección de Sociedad sobre la paciente diagnosticada de demencia avanzada y portadora de sonda nasogástrica para su alimentación, me gustaría aportar, desde mi experiencia, unas reflexiones.
Cuando el paciente diagnosticado de demencia presenta una progresión de su enfermedad y es incapaz de alimentarse por sí mismo, la evidencia científica actual nos dice que nos encontramos en la fase final de la enfermedad y que alimentar al paciente de manera artificial no mejora su calidad de vida.
Tomar decisiones en estas condiciones es una tarea difícil con la que frecuentemente nos encontramos los profesionales sanitarios y para la que se precisa formación en bioética.
La alimentación e hidratación de los pacientes tiene unas connotaciones simbólicas muy importantes y unos valores cargados de sentido ideológico. Es decir, si consideramos la vida humana como algo sagrado que hemos de mantener por encima de cualquier otro valor o si consideramos que la vida humana no tiene sentido si está llena de sufrimiento.
Esta es la cuestión fundamental y a los profesionales sanitarios nos corresponde investigar y promover que los pacientes realicen voluntades anticipadas para tener una garantía ética de que la toma de decisiones tiene en cuenta sus deseos y valores.
Si, desafortunadamente, el paciente no ha hecho declaración de voluntades anticipadamente y no es capaz de decidir, queda la opción de explorar junto con su familia cuáles son sus valores y qué hubiera decidido el enfermo para ayudar a acercarnos a la que hubiera sido su voluntad.
Es importante no olvidar nunca que vivimos en una sociedad plural y que los médicos tenemos la obligación ética de atender a todos los pacientes respetando al máximo su historia de valores.
Amparo Gisbert Aguilar (Médica de Cuidados Paliativos) – Valencia –