El acto inicial del día del Bando, la misa en Belluga ante la Patrona, congregó ayer a miles de fieles ataviados, en muchos casos, con la indumentaria tradicional. La corte de Reinas de la Huerta, Laura Navarro y la niña Alba Ros, y sus damas, iban todas cubiertas con mantillas negras. Los cánticos huertanos animaron la eucaristía presidida por el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, y a la que asistieron en primera fila, y con zaragüelles, el presidente de la Comunidad Autónoma, Fernando López Miras, y el alcalde de Murcia, José Ballesta, junto a otros miembros de la Corporación local.
Con los balcones del Palacio de Belluga adornados con claveles del color de la sangre, la imagen de la Patrona, la Virgen de la Fuensanta, brilló con un manto bordado en azul y blanco azahar bajo un arco floral ante el imafronte de la Catedral. En su homilía, Lorca Planes saludó a todos «con el corazón» y celebró que Murcia esté de fiesta: «Es una ciudad de puertas abiertas, de brazos tendidos, de corazón grande y generoso. Murcia se desborda junto a la Virgen de la Fuensanta, mirad a vuestro alrededor, estáis vosotros y todos los que la acompañan en su procesión. A esto se le llama alegría, sonrisa». El pastor principal de la Iglesia en la Región dijo que los murcianos «no sabemos hacer fiesta sin darlo todo, sin compartir el pan y la alegría». «En Murcia -continuó en medio de un silencio máximo solo roto por suspiros- no hay extraños, los que te encuentras son hermanos y amigos, y uno se vuelca cuando alguien llama a tu puerta. Hoy la Fuensantica está llamando a nuestra puerta, quiere tocar el corazón de todos. ¿No estáis oyendo el tintineo de las campanillas de los ángeles? ¿No estáis oliendo las flores de los naranjos que anuncian las buenas nuevas?».
Lorca Planes pidió a la Patrona por Murcia y su gente ante las incertidumbres de esta sociedad «tan complicada». Tuvo palabras para los mayores, para que no les falte cariño; para las familias, para que eduquen a sus hijos en los valores cristianos; para los voluntarios, «samaritanos de nuestra época», y para las autoridades, para que velen por los derechos humanos. Cuando concluyó la misa, la imagen fue portada en procesión, seguida por puñados de fieles y muchos vecinos que salieron a sus balcones a verla de cerca.
