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En el nombre del laicismo

Valencia Laica lamenta que exigir «independencia y neutralidad» a los ayuntamientos se vea como «un ataque a la Iglesia»

Ni odian a los católicos, ni quieren acabar con la religión, pero les enerva, por ejemplo, que un funeral de Estado lo oficie un obispo desde una catedral, porque se aleja de su objetivo: lograr unas instituciones «neutras». Es el colectivo Valencia Laica, entre cuyos socios hay cristianos, agnósticos, masones y ateos.

Ni cruzadas ateas, ni odio al católico. No se trata de atacar la religión, sino de defender una Administración pública laica, donde no se imponga religión alguna, donde no se perciba una u otra creencia. Ni belenes en la delegación de Hacienda ni cruces en los hospitales. ¿Políticos en las procesiones? Solo a título personal y nunca como representación de nada ni nadie. Un Estado aconfesional. Punto. Ni el Corán en las escuelas, ni la Estrella de David en el salón de plenos de un ayuntamiento. «No es un ataque al catolicismo». Lo repiten una y otra vez. Sin embargo, su mensaje no cala en una sociedad que ha establecido una especie de «religión democrática» que mantiene a la Iglesia Católica con una serie de privilegios que no tiene el resto. Por eso, el laicismo avanza ante la Conferencia Episcopal Española como una amenaza.

El Día Internacional del Laicismo y la Libertad de Conciencia se celebra hoy y la asociación Valencia Laica reivindica su espacio. La entidad nació hace cuatro años como una agrupación de Europa Laica. Cuenta con 200 socios y luchan por tener unos ayuntamientos que representen a la ciudadanía «con instituciones neutras que separen lo público y lo privado». La portavoz de la entidad, Raquel Ortiz lo repite una vez más: «Nuestro objetivo no es acabar con la religión, sino con los privilegios de cualquier creencia. Defendemos la libertad de conciencia, por supuesto. Pero aquí, la Iglesia Católica está financiada con dinero público. Entre lo que percibe directamente y lo que no tributa, la cifra está en torno a 11.300 millones de euros, el 1% del PIB». Sin embargo, hay cristianos en las filas de Valencia Laica. Y ateos, y agnósticos, y masones. Estos son algunos ejemplos.

 «Una fe impuesta no entra en mi cabeza. Yo elijo ser cristiana»

Quiere ofrecer su testimonio, pero no su nombre. «Las cosas no han cambiado tanto y me puede generar problemas», asegura. Colabora con la Iglesia Católica «y ellos no entenderían mi defensa del laicismo». En Valencia Laica se siente aceptada. Allí conocen sus creencias y se siente cómoda a la hora de expresar un pensamiento sencillo: «Mantengo los valores del cristianismo, yo elijo ser cristiana pero discrepo en muchos asuntos de la Iglesia Católica, como la exención de impuestos o la ocultación de casos de pederastia. En Valencia Laica debatimos. Muchos no piensan como yo, pero se respeta el diálogo. En la Iglesia Católica no se aceptan las críticas. ¿Cómo se puede negar el derecho a discrepar? Eso fue lo que hizo que me acercara a Valencia Laica y sí, soy cristiana y defiendo el laicismo, porque una fe impuesta no entra en mi cabeza».

«Ser beligerante con la Iglesia perjudica al laicismo»

Su nombre es Miguel García y es maestro masón y secretario de la Logia masónica Blasco Ibáñez. Más que crítico con otros es autocrítico. «El mensaje del laicismo no se entiende; se confunde y malinterpreta. Cualquier actitud o mensaje beligerante hacia la Iglesia Católica nos hace retroceder tres pasos; y avanzar uno ya nos cuesta mucho. Ser laico no es ser anticlerical. Ser laico es defender la libertad de conciencia. Yo entiendo la religión como algo íntimo, estrictamente de ámbito privado. Cuando debates sobre laicismo, los católicos se sienten amenazados y sus líderes lanzan mensajes demoledores como si esta fuera una guerra sobre si creer o no creer, que nada tiene que ver con esto. Muchas de las personas que luchan por una sociedad laica son anticlericales, pero muchas otras no. Nos tenemos que centrar en la sociedad para defender un Estado laico porque los políticos no cambiarán nada con tal de arañar un puñado de votos. Hablamos de libertad y respeto. Sin atacar a nadie».

«El Estado es católico y cualquier crítica parece un ataque»

Para Miguel Hernández, de la Associació Valenciana d’Ateus i Lliurepensadors (Avall), «vivimos en un Estado católico, y un Estado que no es laico, no es democrático. La gente ya no se casa tanto por la Iglesia ni bautiza a sus hijos sí o sí. Pero cualquier crítica se entiende como un ataque a la Iglesia. Yo no quiero que nadie –ni católico, ni musulmán, ni judío– me imponga su calendario festivo, o sus costumbres. Pero no podemos confiar en los políticos para conseguir un Estado laico porque, aunque sean de izquierdas, solo piensan a cuatro años vista».

 

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